Capítulo setenta y ocho «confianza»

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«♪»

El abogado miró a los chicos con el ceño levemente fruncido y los labios juntos.

¿Ella lo sabe?

No tenemos idea.

¿El joven SeokJin ha dicho algo? —Preguntó interesado.

No he podido hablar con él. —NamJoon respondió— tiene una junta y usualmente tiene el celular apagado o en silencio.

Joven YoonGi. —Habló Masao mirando al pálido moviéndose de un lugar a otro, con los ojos entrecerrados, a veces mirando el techo y otras tantas soltando suspiros negados— siéntese, tranquilo. —Rápidamente informó a su secretaria por una taza de té para el joven que se veía más absorto que nunca.

Tenemos que esperar... quizás podemos seguir adelante con el juicio.

YoonGi no escuchó, simplemente no prestó atención a los planes que se tenían para atender las consecuencias que podrían darse con la partida de JiMin, para él tenía poco interés eso, pues lo que más abarcaba en su mente era pensar en qué tipo de lugar estaría el menor, si habría llorado, si se habría llevado sus cosas favoritas como esas hojas que TaeHyung le había ayudado a colocar en bolsas después de haber estado en medio de pesados libros haciendo que estas mismas quedasen lisas, o si siquiera habría comido. Todos esos podían ser pensamientos triviales, algo que realmente a JiMin podría estarle importándole poco, pero para el pálido significaba tanto, tanto ansiaba el bienestar del menor que lo pensaba aun en sus respiraciones, anhelando que cada una de ellas fuer pacífica, ninguna de dolor o miedo. No prestó atención a ninguna de las señas del abogado y recibió entre sus manos —casi como un autómata— la taza de té caliente, bebiéndola poco a poco.

Necesitamos que SeokJin conteste. —Afirmó el Masao con el ceño fruncido.

Pasaron quizás escasos diez minutos, el té en las manos pálidas se había enfriado y los ojos seguían asustados enmarcando el rostro de HoSeok, el abogado trataba de contactar con el señor Chung, recibiendo la robotizada voz de la contestadora.

¡Contestó! —Gritó NamJoon haciendo que los demás lo mirasen— ¡SeokJin! ¡Tu madre se llevó a JiMin!, no... —negó con la cabeza a la par— no, no sabemos dónde puede estar.

Que llame a su madre. —Mencionó YoonGi dejando la taza medio llena en el escritorio.

Mhh... sería bueno que llamaras tu madre... no, TaeHyung también se enteró, sí, sí. —Se despegó el teléfono de la oreja y miró a los presentes— dice que me devolverá la llamada apenas sepa algo.

Fueron los veinte minutos más agónicos de YoonGi quien sólo movía su pie incómodo, quería salir de allí, pasearse por las calles —o quizás correr— preguntando a cada transeúnte si es que habían visto a un joven de estatura media, con cabello esponjado, mejillas gruesas, corazón blando... y... pequeñas marcas de tristezas en sus ojos. Quería ir corriendo a la casa de TaeHyung, preguntarle a él y a su madre qué habían visto, qué pistas podrían dar, dónde podría estar, revisar la habitación que JiMin compartía con TaeHyung y asegurarse de que al menos se haya llevado sus suéteres y su peluche. Quería, con todo su herido corazón, ir a la casa de SeokJin y golpear la puerta hasta que sus nudillos se desgarrasen, gritando por aquella mujer hasta que su voz dejara de responder, patear la blanca puertezuela hasta que sus pies estuvieran rotos o la pintura gastada. Quería tomarla por los hombros y preguntarle cómo se atrevió, cómo lo hizo, por qué no mira a través de los ojos del menor, por qué no mira esos pucheros desilusionados cada que algo no sale o cuando está aburrido.

guardian angel ›› ymDonde viven las historias. Descúbrelo ahora