7 | Sorpresas.

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Alexander.

—Quiero decir que hagamos lo que ellos quieren, así nuestros padres se quedan contentos pero que cada uno de nosotros haga lo que quiera de la puerta para adentro. La única forma de que nos dejen en paz y libres es que nos casemos —aseguré restándole importancia, aunque por dentro me estuviera muriendo de los nervios ya que no tenía idea de cómo ella podría reaccionar.

Me observó como si estuviera completamente loco, ¿Tan mala es la idea?

—¿Te estás escuchando, Alexander? Yo no estoy dispuesta a hacer eso, no quiero vivir toda mi vida en una mentira. No me importa cuanto tenga que perder, no voy a hacerlo —contestó con firmeza.

—Es que no tiene que ser toda la vida, es solo hasta que cada uno consiga lo que quiere —expliqué tratando de convencerla, ella dispuesta a no escucharme más, se levantó alejándose pero la tomé del brazo deteniéndola. 

Chase tenía razón era la mujer más bella que he visto. Me acerqué aún más, lo cual pareció irritarle, la observé fijamente queriendo convencerla de esta locura.

—Escúchame, esto es lo mejor para los dos —aseguré mirándola directamente a los ojos.

—¿Cómo eres capaz de decir algo así? —preguntó indignada—. Tú no sabes lo que es mejor para mí —contestó acusadoramente.

—Sí que lo sé y por eso no voy a rendirme, en un principio no estaba dispuesto a formar parte de todo esto pero ahora que lo veo tengo la seguridad de que no hay manera de que salgamos perdiendo —expliqué, joder, sí que es dura de convencer. Se soltó de mi agarre bruscamente y se encaminó rápidamente a la puerta—. ¡Anna! —La llamé y funcionó porque se detuvo en seco, me acerqué nuevamente y me coloqué delante de ella—. Escúchame, por favor —Ella solo rodó los ojos—. Yo no puedo negarme porque mi padre me deshereda y a ti quieren casarte para recuperar las acciones que perdieron —Ella pareció sorprenderse porque abrió sus ojos como platos—. No me mires así, sé más de lo que te imaginas. Por eso digo que esto es lo mejor, solo tenemos que seguirles la corriente y casarnos como quieren, después de eso mi padre me dará mi parte de la empresa y tú el 20% de las acciones que tus padres le vendieron a los míos. Como los dos ya vamos a tener lo que queríamos y nada nos atará el uno al otro, nos separamos y cada quién sigue con su vida —finalicé, lo pensó unos minutos y luego sonrió malévola, lo cual me dio un poco de miedo, cabe destacar.

—Está bien, supongo que tienes razón pero con una condición —dijo con esa sonrisa de oreja a oreja, ¿Qué querrá ahora?

—¿Qué? —pregunté colocando los ojos en blanco, que caprichosa es Taponcito.

—Si vamos a casarnos debemos establecer reglas de convivencia, porque si no nos vamos a matar —dijo mientras se acercaba más a mí intentando intimidarme, entre comillas porque no lo logró ni un poco—. Regla Nº1, no me llames más Taponcito, mis padres me pusieron un nombre para algo. Regla Nº2, cuando estés conmigo guárdate tu ego, claro en la medida en la que no te impida tu supervivencia ya que por lo que veo eres alérgico a la humildad —comentó muy seria, lo que hizo que se me escapara una carcajada.

—No sabía que eras tan graciosa, quizá no nos llevemos tan mal como pensé —contesté con una mirada coqueta que siempre funciona con las chicas pero parece que ella era la excepción ya que rodó los ojos, me acerqué un poco a ella solo que me detuvo colocando su mano en mi pecho.

—Cuidado campeón, nosotros solo somos socios en esto. Regla Nº3, nada de insinuaciones, ya es demasiado con todo lo que vamos a tener que fingir para que nos terminemos creyendo la mentira —dijo mientras se cruzaba de brazos, me reí en su cara, ¿Creé que me intereso en ella? Bueno, tal vez un poco pero no es para tanto.

Mi Regalo De BienvenidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora