40 | Trato.

12.1K 646 10
                                    

Anna:

—Nosotros también nos vamos —comunicó Lola levantándose de la cama.

— ¡Que te diviertas! ¡Usen protección! —añadió Natalie con una sonrisa maliciosa, una sonora carcajada salió de mi garganta.

...

Al llegar al restaurante no sabía que mesa era, por lo que me acerqué a uno de los empleados para que me ayudara.

—Disculpe —observé algunas mesas—. Busco una mesa a nombre de Alexander Gabbana —exclamé con una sonrisa.

—Es en la parte de arriba, suba por esa escalera y lo encontrará —comentó con una sonrisa coqueta, mientras señalaba una escalera.

—Muchas gracias —murmuré dando la vuelta, mientras más me acercaba a la escalera podía sentir mi corazón golpear contra mi pecho como si fuera una niña que va a su primera cita. Odiaba sentirme así, odiaba que él me hiciera sentir así.

Cuando llegué al piso de arriba, vi que se trataba de una sala muy elegante y moderna con una mesa acompañada de un sillón que parecía muy cómodo, claramente se trataba de un lugar privado al que parece que muy pocas personas tenían acceso.

—Anna Sabbatello, que bueno que cumplas con tu palabra —una voz que conocía muy bien me sacó de mis pensamientos.

Me giré para enfrentarlo, pero al verlo me quedé helada, estaba muy guapo. Tenía una camisa manga larga de color blanco arremangada, junto un pantalón de vestir azul marino con unos zapatos blancos.

Parecía que hubiera salido de alguna publicidad de perfumes, una pequeña sonrisa se formó en su rostro. Ya su ego se multiplicó 10 veces más.

—Siempre lo hago —añadí acercándome a la mesa, había una linda vista de la ciudad.

—De eso no estoy muy seguro —rechinó desafiante, sé por qué lo decía.

—Sí decidí no seguir con esto fue porque elegiste terminar con el poco respeto que quedaba entre nosotros —expliqué un poco a la defensiva, quiso contestarme, pero en ese momento un mesero entró en la sala interrumpiéndonos.

—Con permiso, ¿Qué les podemos ofrecer para tomar? —preguntó con una sonrisa educada.

—El vino de siempre, gracias —contestó Alex rápidamente, el mesero asintió levemente y luego salió de la sala.

—El mismo vino que les das a todas tus conquistas —recalqué con molestia, debí imaginar a cuantas chicas trajo a este mismo lugar para convencerlas de qué no es un imbécil.

— ¿Eso te importa? —preguntó burlón—. Porque si se trata de un reclamo podría hacer una excepción por tratarse de una mujer especial —añadió observándome fijamente a los ojos.

Sus palabras me pusieron algo nerviosa, no quería que pensara que le estaba reclamando, aunque quizá si se lo dije con esa intención. Me invitó a sentarme, luego el mesero se acercó a la mesa sirviendo vino en nuestras copas

—Así que te gusta hacerlas sentir importantes, ¿Lo de mujer especial también lo usas con todas? —cuestioné tomando un sorbo de mi copa.

— ¿Por qué crees qué te trato cómo a todas? —insistió con seriedad—. Si estás dudando de mis intenciones quiero aclararte que así no me comporto con las mujeres que quiero llevarme a la cama, no me interesas de esa manera —aclaró tomando de su copa. Eso me había caído como un balde de agua fría, siempre me había empeñado en mantener distancia porque de ninguna manera quería caer en su trampa, pero no pude evitar que su comentario me golpeara un poco el ego—. En la tarde te pedí disculpas por lo que te dije ese día, estaba muy alterado aquel día —comentó buscando mi mirada.

Mi Regalo De BienvenidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora