28 | Quejas.

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Anna:

— ¡Es lo mínimo que vas a recibir la próxima que intentes pasar por encima de mis decisiones, Alexander! —espeté furiosa levantándome del asiento.

No soporté más su actitud soberbia. No quería seguir escuchándolo por lo que me di media vuelta y salí de ese lugar, ¡Es un idiota!

Necesitaba tomar aire, por un lado me sentía cansada con todo esto y por lo otro lado, estresada ya que no lograba que Alexander me tomara enserio.

Cuando al fin estuve  en el jardín, pude sentir el viento rozar mi rostro logrando que me relajara un poco. Cerré los ojos concentrándome solo en la frescura del aire, de un momento a otro alguien me tomó del brazo dándome la vuelta bruscamente.

— ¡¿Qué ocurre contigo?! ¡¿Acaso te volviste loca?! —espetó Alex muy enojado.

—Solo te puse en tu lugar ya que parece que hace mucho que alguien no lo hace ¿Sabes? A veces es bastante sano que te lo digan, Alexander —exclamé todavía más indignada, luego se acercó a mí, tanto así qué podía sentir su agitada respiración. Se encontraba furioso.

—Nunca más vuelvas a hacer eso. Demasiada paciencia estoy teniendo contigo, Anna —espetó entre dientes, podía ver la ira en sus ojos y sí que los conocía bien. De repente gotas empezaron a caer del cielo, cada vez eran más. Perfecto, lo que faltaba.

— ¿Me estás amenazando? —pregunté desafiante sin despegar mis ojos de los suyos. La lluvia se hizo más intensa pero ninguno de los dos se movió.

—A esta altura tómalo como quieras, Taponcito. Puede que te sientas más valiente desafiándome pero quiero que sepas que no me mueven ni un pelo tus berrinches —explicó con soberbia mientras tenía esa estúpida sonrisa en la cara. Realmente lo odio.

—No son berrinches, solo no quiero esos malditos Crepes en mi menú —exclamé con total seriedad, en realidad me habían gustado los Crepes pero quería que supiera que no todo siempre iba a ser como él quería.

La lluvia se descontroló aún más haciendo que el cielo oscureciera.

— ¡¿Por qué tengo que casarme con la mujer más estresante del mundo?! —gritó alejándose un poco y mirando al cielo.

— ¡¿Por qué tengo que compartir mis días con este imbécil?! —grité imitándolo, me observó por unos segundos para luego darse la vuelta y entrar a la casa, yo me quedé ahí con los brazos cruzados. Es más idiota de lo que pensé.

Decidí entrar a la casa, cuando llegué Iván tenía algunas toallas en la mano.

— ¿Qué fue lo que les pasó? —preguntó Iván desconcertado.

—Nos agarró la lluvia —dije como si nada hubiese pasado.

— ¡Oh, que desastre! Tomé señorita, puede agarrar un resfriado —exclamó preocupado entregándome una toalla.

— ¿Dónde está Alexander? —murmuré malhumorada, quería irme ya.

—Aquí —exclamó apareciendo por una puerta y entregándome mi abrigo—. Nos vamos, es tarde —informó comenzando a caminar hacia la puerta principal.

—Señor, creo que la lluvia es muy fuerte y el camino es de tierra... —

—Gracias por su preocupación, pero sé que hacer —dijo Alex interrumpiéndolo, Alex me tomó del brazo y me llevó a la salida.

—Pero, ¿Y el menú? —escuché que dijo Iván a lo lejos.

—Alex puede ser peligroso, quizá no deberíamos salir con esta lluvia —aconsejé preocupada, ya que él ya se encontraba abriendo la puerta del auto.

Mi Regalo De BienvenidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora