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Anna.

—Lo sé, lo sé —dijo entristecido para luego abrazarme.

Primero me paralicé al sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo pero lo en verdad lo necesitaba en ese momento y mucho. Necesitaba sentir que no estaba sola, necesitaba sentir que alguien me entendía.

Que él me entendía.

Estuvimos así por varios minutos hasta que él se separó, esperaba que dijera algo pero no lo hizo solo me observó.

—Gracias —agradecí desviando la mirada. Volvimos a sentarnos, esta vez uno al lado del otro pero ninguno dijo nada, permanecimos así por un largo rato.

Cuando creí que había logrado tranquilizarme, la angustia volvió a mi cuerpo cuando recordé que no podía hacer nada para salir de aquí, mi respiración se agitó y mis manos comenzaron a sudar otra vez. Alex parece que lo notó ya que comenzó a hablarme.

—Creo que este podría ser un buen momento para qué nos conozcamos un poco más —dijo supongo que intentando distraerme—. No sabemos mucho el uno del otro —recordó acomodándose para verme mejor.

—¿Será porqué peleamos cada vez que nos vemos? —pregunté irónica.

—Ahora no lo estamos haciendo —recalcó con media sonrisa, sus palabras me hicieron sonreír.

—¿Qué es lo qué quieres saber? —pregunté haciendo un intento de olvidar en donde estaba.

—No sé, por ejemplo, ¿Qué cosas te gustan hacer? —curioseó observándome.

—Bueno, es una pregunta un poco general —suspiré—. Me gusta leer y escribir pero supongo que eso ya lo sabías, también me gusta viajar lo cual es algo que disfruto mucho y tuve la suerte en estos años de hacerlo seguido —sonreí mientras recordaba cada uno de mis viajes.

—¿Viajes de placer? —preguntó curioso.

—Casi todos, algunos fueron por trabajo. Conocer países, ciudades y sus historias me hacen sentir como si siempre tuviera una oportunidad para volver a empezar de cero —expliqué mientras me abrazaba a mi misma.

—¿Venir a Nueva York también significa eso para ti? —preguntó confundido, su pregunta me sorprendió.

¿Qué se supone que tenía que decirle? Quiero decir, mi vuelta al país había sido una total incertidumbre y todo lo que pasó después me llevó a tomar decisiones que tal vez, más que nuevos comienzos, tenía que ver con historias que tenía que cerrar.

—¿Y a ti? ¿Qué cosas te gustan? —no contesté a su pregunta—. Además de seducir a las chicas —acusé burlona.

—Ahí vamos otra vez, ¿Crees qué eso es lo único que hago? —preguntó fastidiado pero con algo de diversión.

—Creo que dedicas una gran parte de tu tiempo a eso —exageré divertida.

—Además de mi faceta de mujeriego, que parece que es lo único que te importa, tengo muchas otras cualid... —

—Ser mujeriego no es una cualidad —aclaré a lo que él solo me observó fastidiado. Mejor déjalo terminar—. Mejor termina de hablar —comenté con media sonrisa, me divierte molestarlo.

—Me gusta practicar deporte —presumió con seguridad mientras una gran aura de egolatría emanaba de él.

—Eso no es nuevo —aclaré obvia—. En la secundaria, siempre estabas en el equipo y ganabas todas las medallas para la escuela ¿No haces a algo menos cliché? —pregunté curiosa.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó sin entender, suspiré. Como se nota que no ha leído un libro de romance.

—Los hombres como tú, que les gustan a tantas chicas suelen ser buenos en todo lo que hacen, justamente por eso atraen a tantas chicas —exclamé abrazándome más a mí, que frío hacía.

Mi Regalo De BienvenidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora