56 | Amor.

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Alexander:

— ¡No lo sé! ¿Crees que yo no estoy confundido? ¡Nunca me había pasado esto! ¡No tengo idea qué es lo que demonios me está pasando! ¡Lo que sí sé es que cuando sonríes, cuando entrelazamos nuestras manos inconscientemente, cuando te ríes por cualquier tontería, cuando me peleas por cualquier estupidez, cuando tienes esos arranques de celos y te haces de rogar, me vuelves loco! ¡Me encanta que siempre huelas a vainilla y en verdad no me molesta que entres a mi oficina sin tocar, más bien me encanta que lo hagas porque nadie había sido capaz de hacerlo excepto tú! ¡Además no puedo creer que hasta me guste como tratas a los niños, cuando a mí ni siquiera me gustaban los niños y por ti he puesto en duda si realmente quiero tener hijos o no! ¡Y para finalizar no tolero la idea de que algún hombre siquiera te mire o hable porque me da miedo que noté todas esas cosas que me gustan de ti! —finalicé logrando que Anna me observara sin decir nada ni una palabra.

Me senté en la cama acunando mi rostro entre mis manos. No puedo creer lo que le había dicho, esto arruinaría lo que sea que habíamos construido. Observé a Anna quien no me quitaba la mirada de encima. Maldita sea, se supone que debo odiarla.

Sentí como Anna se acercó a mí lentamente hasta quedar frente a mí, sentándose a horcajadas en mis piernas. Tomó mi rostro entre sus manos mientras conectaba su mirada con la mía y acariciaba mis mejillas. Su tacto era muy suave y delicado, me estaba volviendo loco.

Sentía mucha ansiedad ya que no sabía qué significaba ese gesto, ¿Acaso se estaba preparando mentalmente para rechazarme?

Sonrió tiernamente juntando nuestros labios. Este beso era cálido y pronunciado, junto a sus suaves labios, eran demasiadas emociones en mi cuerpo. Definitivamente quiero besar todos los días estos labios, estaba seguro de que la amaba, tal vez ella no sentía lo mismo pero yo por primera vez en muchos meses sabía perfectamente que era lo que sentía.

El ambiente cada vez era más denso provocando que nuestro beso fuera cada vez más desenfrenado. Ella despegó sus labios y los llevó hasta mi cuello, dejando pequeños besos desde mi mandíbula hasta mi cuello, también podía sentir como succionaba algunas veces. Comenzó a mover su cadera en círculos haciendo que un pequeño gemido se me escapara.

Pude sentir como sonreía contra mi piel para después seguir con su tortura, coloqué mis manos en su cadera haciendo que detuviera un poco su movimiento, si seguía así no iba a poder controlarme más y no quería que ella pensara algo más.

—Detente —pedí en un jadeo tomando sus mejillas para separarla un poco.

—Me encantas —murmuró haciendo que sonriera mientras deslizaba sus manos dentro de mi camisa.

De un momento a otro mi camiseta comenzó a estorbar, alcé mis brazos y ella inmediatamente me la quitó lanzándola en alguna parte de la habitación, luego comenzó a repartir besos húmedos en mi pecho y abdomen mientras bajaba cada vez más. Ya es suficiente, me está matando.

—Espera, espera —dije sentándome aún con ella a horcajadas encima de mí, ella me observó confundida. Acomodé nerviosamente mi cabello—. Mejor detengámonos ya que seguramente mañana pensarás que lo hice por otra razón... —me detuvo juntando nuestros labios nuevamente—. Anna, en serio, mejor... —

—Alex —me interrumpió acunando mi rostro entre sus manos—. Estará bien, todo estará bien —murmuró observándome tiernamente, solo necesitaba escuchar eso. Volvió a besarme.

— ¿Estás segura? —pregunté preocupado, solo quería asegurarme una vez más. Ella asintió impaciente, sonreí ampliamente durante el beso haciéndole escapar una pequeña risa.

Me levanté mientras ella rodeaba mi cadera con sus piernas dejándola caer suavemente en la cama posándome sobre ella, nuestros labios se volvieron a encontrar. El deseo de poder sentirla se apoderó de mí cuando comenzó a tocarme, ella sonrió con picardía al notar mis gruñidos. Me empujó para que me apartara un poco así logrando desabrochar su falda deshaciéndose rápidamente de ella, luego se quitó la blusa y volvió a abrazarme. La besé nuevamente bajando por su cuello hasta llegar a sus senos los cuales besé por encima del sujetador, subí la mirada hasta sus ojos, ella asintió y desabroché el sujetador. Sus senos son simplemente perfectos. Arqueó su espalda cuando comencé a jugar con sus pezones besándolos y lamiéndolos, observé cómo mordía sus labios y cerraba los ojos mientras colocaba sus dedos entre mi cabello. Dios, me fascina todo de ella.

Mi Regalo De BienvenidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora