Capítulo 26

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Mi estancia en La Madriguera se reduce a un par más de días, donde me atrevo a salir para acompañar a Ginny hasta el andén nueve y tres cuartos para luego escaquearme de vuelta a mi huida constante. Ginny y George se habían dado cuenta de la sonrisa constante de Fred y del anillo que llevaba en la mano derecha, pero ninguno de los dos había dicho nada en voz alta, sabiendo lo que significaba y la estupidez que era. Aunque lo habíamos celebrado por lo alto en la habitación de Percy, lo único que esperaba es él nunca se enterase ya que si no no podría mirar su cama de la misma forma. 

Aproveché ese viaje para luego no volver a La Madriguera, y fui de bosque en bosque, acampando entre la nieve y siguiendo mis visiones para encontrar al Trío de Oro. Quería hablar con ellos antes de la Pascua, o al menos estar lo suficientemente cerca para poder liberarlos si hacía falta, pero sabía que teniendo a Hermione de su lado era imposible encontrarlos, la chica era demasiado buena con los hechizos como para poder romper algo de ese tipo. Lo que esperaba era que recordaran de que el nombre de Voldemort era tabú, porque entonces no servirían de nada.

Hacía años, mis amigas me habían pedido detalles de una pedida de mano inexistente, y ahora que había tenido lugar, no tenía posibilidad de contarles todo ya que no sabían donde estaban. Las lechuzas estaban totalmente descartadas ya que el correo era fácilmente interceptado y solo me quedaba lanzar un patronus, algo que siempre evitaba hacer para no ser localizada. Y a pesar de que les había prometido que se lo contaría cuando llegase el momento, me vi en la obligación de faltar a mi promesa.

Había conseguido encontrar una radio mágica y gracias a eso sabía que los gemelos estaban bien porque participaban en Pottervigilancia junto con Lee Jordan, Remus Lupin y Kingsley, que eran los colaboradores habituales. También daban información sobre el estado de la guerra, lo que me hacía no perderme en las continuas visiones que tenía sobre Harry, Ron y Hermione. Mi fin estaba muy cerca, y cada día lo notaba más.

Cada día que pasaba, sentía con más fuerza la llamada del ático de mi casa, a pesar de estar a kilómetros de distancia del centro de Londres. Mis poderes se descontrolaban constantemente, y en lugar de ayudarme a controlar las cosas, lo empeoraba. Cada vez que me desaparecía, lo hacía cerca de algún animal que estaba a punto de morir, y en lugar de ser capaz de salvarlo, mis poderes hacían lo contrario y lo mataba. Las primeras veces fue demasiado duro, a pesar de saber que en realidad le había hecho favores a esos animales que solo estaban en sufrimiento gracias a las trampas que los muggles les ponían para cazarlos. Pero al final me acostumbré, e hice mi misión salvar a esos animalitos.

Pero lo peor fue cuando estaba llegando la Pascua. Me había aparecido en un bosque cercano a Upper Flagley, uno de los pocos pueblos de magos que quedaban en Inglaterra. Pensaba que sería un animal lo que me había llamado la atención al estar allí, pero me sorprendí al ver a un duende, moribundo, al lado de alguien que se me hacía muy familiar y otra persona que no conocía de nada. Dejé que las lágrimas salieran, sin poder pararlas y les toqué, sabiendo que la maldición asesina los había matado. ¿Qué otra cosa podría haber sido si estaban acompañados de un duende? No terminaba de entender por qué había llegado hasta allí, solo sabía que tenía que terminar lo que los mortífagos habían empezado.

— Si ves a Dora, dile que la quiero —dijo una voz cuando toqué el cuerpo del mago que se me hacía familiar, y entonces caí, era el padre de Tonks, Ted.

Levanté la vista rápidamente para ver como el señor Tonks estaba delante de mí, sonriendo y con un aspecto de fantasma. Pero la visión duró unos segundos, ya que rápidamente desapareció y no puede evitar gritar de desesperación. Estaba hasta las narices de todo esto, por lo que no dudé en alejarme un poco de allí, para luego gritar con todas mis fuerzas:

— EN EL MOMENTO EN EL QUE TE ENCUENTRE, LORD VOLDEMORT, ¡TE VAS A ARREPENTIR DE ESTO!

Pasaron segundos hasta que los carroñeros aparecieron, con la pequeña sorpresa de alguien que ya conocía a su lado, Fenrir Greyback. Desde que había salido de La Madriguera, había dejado que mi pelo creciera lo suficiente como para que se me reconociera, al igual que había vuelto a mi color de pelo normal. Necesitaba que se dieran cuenta de que era la misma chica a la que habían intentado secuestrar el año anterior.

Save Him [Fred Weasley]Where stories live. Discover now