Capítulo 11

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Cuando llego a mi sala común estoy sin aliento, pero no me importa, solo necesito tranquilizarme y pensar fríamente lo que acababa de pasar. El único problema es que no podía pensar, por mucho que lo intentara lo único que venía a mi mente era el puñetero beso.

— Mldt Frd. — Murmuro contra la almohada lo suficientemente bajo para oírme yo, pero no mis compañeras de cuarto, que ya están profundamente dormidas, como debería estar yo.

Pienso en ponerme el pijama, pero tras un par de bostezos y que se me empiecen a cerrar los ojos del sueño decido que lo mejor que puedo hacer es quedarme en la cama. Mientras que mañana me cambie para ir a las clases no tendré ningún problema, así que caigo profundamente dormida hasta que la alarma de Claire empieza a sonar a todo volumen, preparándonos para nuestro último día antes de las vacaciones de Navidad. Uno en el que yo evito a Fred y él me evita a mí, en un mutuo acuerdo para el que no hemos necesitado más que una mirada. 

La noche llega demasiado pronto al castillo, y pensando en que mañana podría hablar con Fred en el viaje de regreso a Londres no le digo nada, y mis amigas tampoco lo hacen conmigo. Ño que ninguna de nosotras nos esperábamos es que los Weasley y Harry tuvieran que irse en mitad de la noche porque habían atacado a Arthur Weasley. En el momento en el que Hermione nos lo contó en el Expreso, las chicas me miraron fijamente y lo único que pude hacer fue sacar la libreta roja y dársela a Hermione para que lo leyera, queriendo que la tierra me tragase en esos mismos momentos.

— ¿Desde cuándo lo sabes? — pregunta con cautela, y tengo verdadero miedo de responder.

— Lo vi en las nubes estando borracha en la primera salida a Hogsmeade — murmuro, y Hermione ahoga un grito. — Espera, que es mucho peor, en el partido en el que suspendieron a los gemelos y a Harry también lo vi en las nubes.

— Te desmayaste cuando estabas sujetando a George — dice Hermione, y yo asiento. — Quizá no deberías contarlo, conozco a Ron y sé que tardará en perdonarte y si los gemelos siguen el mismo carácter... 

— Hermione, me lo he callado y mira lo que ha pasado.

— Tú sabrás que haces, Abby, yo solo te digo que va a ser lo mejor para ti. — Hermione se levanta del asiento y sale a hacer su ronda de prefecta con Claire a su lado, que normalmente ignora sus deberes como prefecta.

Olivia y Sam no dicen nada durante todo el trayecto, aunque estoy casi segura de que piensan como Hermione y que debería callármelo. Pero bastante mal me siento ya como para que encima tenga la culpa carcomiéndome por no contarlo.

En la estación me encuentro con que Tonks ha venido a recogernos a Hermione y a mí y yo se lo agradezco con una sonrisa para despedirme rápidamente de mis amigas, a las que sus padres han venido a buscar. Nos desaparecemos para llegar al número doce de Gimmauld Place, el cuartel de la Orden y donde se encuentran mis amigos preocupados por su padre. Quien podría estar en su casa tranquilamente y no en San Mungo. Me van a odiar de por vida.

Cuando entramos a la casa, Tonks tropieza con el paragüero y el cuadro de la madre de Sirius empieza a gritar, así que todos vienen a ver qué ha pasado. Para nuestra suerte, la señora Black no llega a ver a Hermione, por lo que nos ahorramos unos cuantos comentarios sobre su sangre. Tonks intenta callar al retrato, pero hasta que no llega Sirius no consigue parar los gritos. Hermione y yo aprovechamos para ir hasta el salón, donde los gemelos no dudan en abrazarme fuertemente cuando me ven.

— Lo siento, de verdad que lo siento — empiezo a decir y las lágrimas empiezan a salir solas. — Pensaba que tenía más tiempo, que no iba a ser tan pronto. Creía que llegaría para avisarles en Navidades y que no sería necesario mandar una carta que los asustaría.

Save Him [Fred Weasley]Where stories live. Discover now