12. Pasado, presente, futuro

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Cristina no lo sabía, pero se había ganado a Egea desde el primer día.

Si la niña salía o entraba, a él no le preocupaba, por lo que Cristina no tuvo problema en salir el sábado a las tres menos veinte porque, según ella, comería en casa de Merche. A su madre le molestó que no le hubiera avisado con antelación, pero Egea le dio dinero para que se comprase caramelos por el camino.

Y Dave la miraba con recelo. Él, en cambio, tenía que quedarse en casa, solo, en guerra declarada contra Egea. No había sufrido más golpes ni patadas esa semana porque mantuvo la boca cerrada, sin abandonar su habitación hasta que Egea se marchara al trabajo.

Cristina, por el contrario, se vio con su padre ese sábado por segunda vez en cinco años. Después de comprarse los caramelos en la tienda de la esquina del final de su calle, se los fue comiendo de camino a Comisaría.

Vestía sus cortísimos vaqueros, la chaqueta blanca de deporte de su hermano y la bandolera negra donde guardaba su teléfono.

Tardó un cuarto de hora en alcanzar la Comisaría, donde la esperaba su padre, con su uniforme y la pesada mochila a la espalda. El simple hecho de verlo la impulsó a correr a estamparse contra su cuerpo.

Había olvidado cuánto lo echaba de menos.

—Ya tienes trece años.

Dentro del Peugeot plateado de su padre, el que Cristina conocía desde pequeña, el que todavía olía a vainilla, la niña se giró, tras abrocharse el cinturón de seguridad, sentada como copiloto, para asentir efusivamente, con orgullo.

Ángel, que suponía que Lorena no pudo mudarse por los trámites del divorcio, en el fondo se alegró de no haber aceptado un traslado a Murcia.

Sin embargo, se arrepintió de haberle preguntado a Cristina cómo había estado, porque la niña le relató con toda naturalidad su noviazgo con Ciro Santos y el episodio con Óscar, el novio de su madre.

—¿Tu madre lo sabe?

—Sí, pero le da igual. Dave echó a su novio y ella se fue corriendo a buscarlo a los cuatro días. Al final rompieron... y encontró a este último.

Ángel frunció el ceño.

—¿Y Santos? Eres muy chica para tener novio, Cristina...

—Tengo trece años —se defendió ella— y sé lo que hago.

—Entonces no salgas con un chico mayor de edad que tenemos fichado. Su padre está preso por narcotráfico, mi alma.

Cristina hizo una mueca.

—Pero él no. Sus amigos son mala influencia. Si no se juntara con ellos, él no sería así.

Su padre suspiró tan fuerte que Cristina se calló; lo vio pasarse una mano por el rostro, mentalmente exhausto, y se preguntó si ya había colmado su paciencia.

—Echo de menos a mi Dave.

Cristina se mordió la lengua para tragarse que Dave le odiaba. Lo único que se le ocurrió fue mencionar lo bueno que había sido su padrastro con ella desde que llegó.

—Solo le tiene manía a Dave —se quejó—. Se fija en lo mínimo que hace para regañarle. Le he visto pegarle patadas por debajo de la mesa. Todo porque Dave le fastidió la luna de miel, le gritó que se fuera, que no era su padre y...

—¿Dave dijo eso?

—Dave ha cambiado mucho —dijo con cuidado—: Nunca enseña el pelo, papá. Yo ya no sé cómo se ve sin gorro. Me regaló su monopatín porque decía que no lo quería, tampoco juega al fútbol... Se tira el día tumbado, oyendo rock; solo come crema de cacahuete, odia estudiar, se ha peleado con media escuela... y le da puñetazos a la pared cuando se estresa.

𝐃𝐚𝐯𝐞 (EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora