33. Por siempre. FINAL

3.6K 284 333
                                    

Dave pasó la tarde solo. Su padre lo devolvió a casa a la una, le preparó algo de comer y a las tres se marchó al trabajo. Tenía turno de tarde y no volvería hasta las once de la noche, después de que el muchacho hubiese cenado.

Dave se habría ido a la cama, pero se duchó para mantenerse despierto hasta que su padre regresara, porque la punzada atravesada en el pecho le impedía relajarse. Bajó a la cocina en pantaloncillo de deporte y una camiseta de su padre, y metió la ropa en la lavadora.

—Creía que estabas durmiendo.

Dave se giró. Su padre ya había llegado y él no lo había oído. Entonces Ángel vio la contusión negra en su rodilla.

—¿Eso no está podrido por dentro?

Dave negó con una tenue sonrisa, sin despegar los labios, y el castaño de su cabello resaltó por las gotas de agua. Se acercó a su padre, midiendo sus pasos, temeroso de que lo rechazara.

—¿Me das un abrazo?

Su padre apretó los labios para no suspirar. Al verlo alzar las cejas, quizá con un destello de miedo, Ángel asimiló que Dave era un hombre. Le gustase o no, su niño de once años había desaparecido y ahora tenía delante a un muchacho casi tan alto como él, delgado y maltratado.

—Ven aquí, cariño.

Aquella tarde había patrullado por los parques públicos de la ciudad y acabó forcejeando en los servicios con dos menores drogadictos. Se había llevado un codazo en la barbilla, pero tenía las mismas ganas de abrazar a su hijo que Dave tenía de ser abrazado.

Así que Dave se acercó a él sin dudarlo y se abrazó a su cintura.

Su padre olía a sudor y vainilla; Dave, a colonia. El chico apretó la cabeza contra la clavícula de su padre y no tardó en sentir sus ásperos brazos rodearle la espalda, sosteniéndolo por la nuca.

—No te abrazo porque me da miedo hacerte daño.

Dave se estremeció al reírse, porque en el fondo le resultó irónico.

—Tus manos no hacen daño.

Sintió a su padre acariciarle el cortísimo cabello castaño, pues con la otra todavía lo estaba abrazando, y besarle la cabeza.

—¿Te pasa algo?

Dave no soltaba ese tipo de frases sin razón, por lo que se apartó del muchacho y lo vio temblar al suspirar.

Dave tenía miedo. No sabía si, después de que se lo contara, su padre lo golpearía, lo encerraría en un armario y le diría que era una desgracia. Pero despedazó sus propios pensamientos y se atrevió a confiar en lo que sabía de su padre.

En que lo quería, porque se lo había dicho, y no le daría la espalda ahora. Le prometió que le pagaría los años sin él con el resto de su vida. Y hasta ese momento, su padre no se había burlado de sus cortes ni su depresión, ni lo abandonó cuando el chico escapó de casa.

—Jill está embarazada.

Su padre pareció no inmutarse. Se mantuvo hierático, cruzados los brazos sobre el pecho, y al cabo de unos segundos, tomó una profunda bocanada de aire.

—¿Qué edad tiene?

—Quince.

—¿De cuánto está?

—Tres meses, dos semanas y cinco días.

—¿Es tuyo o resultado de la violación?

Dave había agachado la cabeza hasta lastimarse el cuello, avergonzado.

𝐃𝐚𝐯𝐞 (EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora