32. Hasta cuándo

2.2K 253 207
                                    

Ciro Santos ingresó a prisión a finales de junio, aunque su madre prometió pagar la fianza.

Antes de que el curso finalizara, Dave recibió la solicitud para Bachillerato y, sin creerse que había terminado cuarto y no repetiría año, rellenó los apartados y entregó la matrícula en el IES Enrique Nieto. De algo sí estaba convencido, y era que no volvería a pisar la institución donde pasó los peores años de su vida.

En julio se abrió un expediente sobre los tres inculpados, pero el juicio rápido no sucedió hasta el primer martes de agosto. Dave despertó ese martes porque su padre lo tocó en el hombro hasta que el chico se despertó.

—Ayer un operativo detuvo a Valencias y Llorente —lo informó, pasándole un vaso de agua; se sentó a la orilla de la cama y le colocó la gorra de policía—. Acusados de secuestro de una menor y asesinato en primer grado, malos tratos y violación. Tenemos que estar en el Juzgado a las nueve. No olvides el vídeo de...

—¿Por qué necesito ir yo?

—Necesitas declarar.

Dave bostezó.

—¿Otra vez?

—Les van a echar doce años.

Una piedra le pesaba en el abdomen a Dave.

Hasta que su padre no se lo dijo mientras desayunaban en la cocina, Dave no supo que Álvaro Valencias no conocía a su padre y su madre estaba condenada por abusos sexuales a menores, incluyendo a su propio hijo.

—Según el informe del hospital, hospitalizaron a Álvaro cuando tenía tres meses de edad por heridas graves, de objetos punzantes, ya te imaginas dónde. Aparentemente fue su propia madre, que fue detenida y su abuela recibió la custodia del niño. ¿Alguna vez te contó algo?

Dave negó. Si lo hubiera sabido antes, quizá habría hecho una diferencia.

—Él decía que su madre estaba siempre trabajando y no tenía padre. Pero veía mucho porno. Y nos lo enseñaba.

Su padre no hizo ninguna mueca. Ya lo suponía.

—Dicen que el padre de Santos trafica armas —añadió el chico entonces, y se mordisqueó los dedos—. ¿Es verdad?

Su padre afirmó con la cabeza.

—Con Marruecos. Ya está fichado. Ese hombre tiene diez u once hijos, con diferentes mujeres, y casas en varios lugares. Por lo que investigaron, Santos vive con su madre. Supongo que por eso tienen la esperanza de pagar la fianza. Ese hombre es millonario.

Dave hizo una mueca. Detestaba que el dinero comprase la justicia. Y de repente, su padre le preguntó si quería algún videojuego.

—Has sacado calificaciones considerablemente mejores a los dos trimestres anteriores —le recordó, sin venir a cuento— y lo único que hice fue llevarte a comer. ¿Quieres algo?

—Que juegues al fútbol conmigo.

Su padre arqueó las cejas. Había esperado que le pidiese libros o videojuegos, o un móvil nuevo. Dave había sacado notables en las asignaturas que se le atravesaban gracias a Marta, que hizo con él todos los trabajos, y a Jill, que le explicó inglés y matemáticas con una paciencia que nadie le había tenido antes.

De hecho, cuando recibió su primer cinco en matemáticas ese trimestre, incluso el profesor lo felicitó. Él se quedó en su sitio, boquiabierto, con el examen entre las manos, observando el cinco como si fuera una medalla en papel.

Llegó a pensar que el profesor se había equivocado.

Pero no.

Sus calificaciones habían subido porque se dedicó a estudiar todas las noches por Jill. Quería presentarle su boletín de notas oficial y oír de su boca que estaba orgullosa de él.

𝐃𝐚𝐯𝐞 (EN FÍSICO)Kde žijí příběhy. Začni objevovat