3. Calla

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Me encaminé con una sonrisa radiante hasta donde Aslan se encontraba esperando, revisando atentamente su celular

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Me encaminé con una sonrisa radiante hasta donde Aslan se encontraba esperando, revisando atentamente su celular.

Cata tenía razón. El chico no estaba tan bueno, pero tenía lo suyo. Sí era más guapo que la media de hombres que entraban a este café.

Su cabello era de un color castaño claro con una variedad espontánea y espectacular de mechones rubios que caían hasta su frente e iban peinados de medio lado. Las puntas de su cabello comenzaban a formar pequeñas ondas, que le daba un aire más informal a su apariencia, no por eso menos atractivo.

Su piel era blanca y sus mejillas rosadas, decoradas por una barba descuidada del mismo color de su cabello, ni muy larga ni muy corta. Nivel: no tan larga como para parecer un indigente, ni tan corta para pensar que ha tomado minutos de su tiempo para rebajársela. Un lunar alcanzaba el final de su mejilla, brindándole una apariencia un poco más adorable.

Vestía una chaqueta impermeable color azul eléctrico y unos vaqueros oscuros, que solo demostraban que no era realmente fornido. Aslan era un poco delgado, pero muy alto y de ancha espalda.

Lo más llamativo de Aslan eran sus ojos, que resultaban ser una mezcla entre verde oliva y amarillo miel.

— ¿Café latte con vainilla y canela? —le pregunté con cordialidad, intentando comenzar una conversación.

Aslan levantó la vista y sus ojos fríos me miraron con desgano. Alzó una de sus cejas y guardó su celular en el bolsillo de la chaqueta.

—Es lo que marca el vaso, ¿no? —contestó sin emoción.

—Sí —sonreí con decencia esperando que algo de mi expresión se le contagiara. Pero no fue así. Me siguió mirando con cara de póker—, solo estaba confirmando la orden.

— ¿Por qué crees que cambiaría mi orden cinco segundos después de pagarla?

Por un segundo pensé que me estaba haciendo alguna pregunta retórica o intentaba soltar algún chiste que claramente yo no estaba entendiendo.

—Lo siento —me disculpé y bajé la mirada para comenzar a preparar su café.

Pero Aslan no se quedó callado.

—Si querías confirmar mi orden significa que tu compañera usualmente se equivoca con los pedidos. ¿O la que se equivoca eres tú? —continuó y pude notar un grado mínimo de diversión en su voz. Apreté la mandíbula y seguí preparándole su café, sintiéndome tentada a escupirlo— Vaya, he dejado sin palabras a la señorita de la sonrisa falsa.

Colmando mi paciencia y tras terminar velozmente su café, se lo entregué golpeándolo fuertemente contra la mesa. Afortunadamente era un vaso plástico y con tapa, así que no se derramó. Sin embargo el golpe en la barra desconcertó un poco al chico.

—Tu café, Aslan —pronuncié su nombre con desidia, mirándolo fijamente con mi ceño fruncido e intentando contenerme para poder conservar mi empleo.

Lo tuteé, porque después de su intento de humillación, no merecía ni una gota de respeto de mi parte.

Pensé que se molestaría, que llamaría al encargado o devolvería su pedido. Pero Aslan no hizo nada de eso. 

Por el contrario, sus ojos brillaron con una chispa de entusiasmo y levantó una pequeña y maliciosa sonrisa. 

Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora