31. Preciado

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Hoy sus ojos estaban teñidos de un sentimiento distinto: compasión. Compasión oliva y miel.

Ni siquiera sabía porqué o de dónde se alimentaba tal sentimiento, pero solo podía refugiarme en aquellos ojos que como siempre, parecían tan sinceros. Todo mi cuerpo seguía estremeciéndose ante el contacto que él seguía manteniendo: sus manos todavía estaban cogiendo las mías.

—No tienes que preocuparte por mí, Aslan. Yo estoy bien. Siempre estoy bien. Soy más fuerte de lo que mi tamaño y mis brazos de fideos aparentan.

Él sonrió cuando dije «brazos de fideos» pues recordó cuando él mismo lo había dicho. Fue allí cuando pareció darse cuenta que estábamos tocándonos y que quizás no era del todo apropiado, entonces me soltó con cuidado.

—No he dicho que no seas fuerte, pero no tienes porqué soportar malos tratos por mi culpa.

Sacudí la cabeza.

—Yo la provoqué. Incluso cuando te fuiste, le dije algunas cosas. No es tu culpa, es mía.

Aquello pareció despertar su curiosidad pues ladeó la cabeza y entornó los ojos de una forma casi adorable.

— ¿Qué le dijiste?

—No lo sabrás nunca —me encogí de hombros.

—De todas maneras hablaré con ella.

—No —pedí, apoyando involuntariamente mis manos en su pecho—. Si me guardas algún tipo de respeto, por favor no vayas a hablar con ella por ese incidente.

Mis palabras fueron tan firmes que Aslan ni siquiera las refutó. Me miró con miles de preguntas en sus ojos, pero no las formuló, solo asintió confiando en mí.

Yo no quería que hablara con esa mujer otra vez. Había visto su reacción, cómo le afectó el solo verla. Ahora que sabía que ella le había hecho daño y él aún no se recuperaba, no podía permitir que reviviera momentos desagradables. Además Cynthia parecía una retorcida y lo menos que necesitaba era que ella le dijera a Aslan cosas sobre mí.

Mis dedos se movieron sutilmente por el pecho de Aslan sin saber realmente lo que estaba haciendo, pero él tampoco se apartó ni me dijo nada.

Podría jurar que su respiración comenzó a acelerarse, pero no habría motivos para que eso le sucediera. En cambio, yo no lograba comprender porqué no lograba alejarme, tal como el día que estuvimos bajo la lluvia.

Mi corazón latía con fuerza, y sonreí al darme cuenta que Aslan se había vuelto a preocupar por mí. Había dejado explícito que no quería que me hicieran daño.

¿Por qué?

«¿Crees que tienes alguna oportunidad con Aslan? Lo único que tienes para ofrecerle es lo que tienes entre tus piernas, si es que no lo ha conseguido ya. No hay nada más en tu simple cuerpo, feo rostro o fracasada vida que pueda interesarle a Aslan.»

Allí Cynthia tenía razón. Aslan jamás se fijaría en una pobre chica como yo, que además tenía una hija. Yo amaba a mi pequeña, pero sabía que apartaría a cualquier hombre de mi vida. Eso nunca me molestó, porque nunca me interesó nadie.

¿Me interesaba Aslan?

Más allá de que me interesara o no, de algo estaba segura: no podía hundirlo en mis problemas. Lo más sano para él era mantenerse alejado.

«Es y será inalcanzable para ti.»

Suspiré decidida a dar un paso a un lado para continuar con mi trabajo, pero Aslan me sorprendió, como siempre.

Su mano buscó un collar que colgaba de mi cuello. Era una placa de identificación militar que siempre cargaba conmigo. Aslan la leyó con curiosidad.

— ¿José Manuel Ríos?

Le sonreí.

—Era el nombre de mi abuelo, el padre de mi padre.

—Ríos —pronunció en un susurro—. Primavera Ríos. Tienes nombre de delegada de GreenPeace.

No pude evitar reírme ante su comentario y él automáticamente hizo lo mismo.

Tan rápido que me costó darme cuenta, Aslan me quitó el collar. A pesar de que me quejé, optó por ponérselo él. ¿Quién se creía que era? Solo tenía dos cosas de mi abuelo: ese collar y un libro. No iba a dejar que alguien como él me lo robara por placer.

—Dámelo, Aslan —ordené con seriedad.

Él parecía divertido por la situación.

—Una semana —dijo—. Déjame tenerlo por una semana, y luego te lo devolveré.

—No me parece. Es una de las cosas más preciadas que tengo, así que no puedo dártelo. Además, tú no me has dado nada preciado tuyo, por ende debo asumir que esto es un simple robo.

Aslan puso los ojos en blanco y luego sacó su billetera. Por un segundo pensé que sacaría dinero para pagarme por el collar de mi abuelo muerto, pero sacó algo peor y me lo entregó.

— ¿Una carta de Pokémon? ¿Me estás tomando el pelo? —inquirí al borde de la rabia.

Él siempre andaba con sus chistes extraños. Y éste me había superado.

—Esa carta es importante para mí —respondió con seriedad—, no por el pokémon, sino por el significado que tuvo en un momento crítico. Cuídala como si fuese este collar, y en una semana nos devolveremos nuestros objetos.

Observé la carta con detenimiento. Sin duda Aslan era más raro de lo que parecía. Me pregunté porqué Charmander formaría parte de algo tan valioso para él, y la curiosidad comenzó a invadirme.

¿Qué momento crítico? ¿Qué cosas ocultaba y definían a Aslan?

— ¿Por qué estás haciendo esto? —indagué volviendo a perderme en sus ojos.

—Porque quiero.

Entonces volvió a hacer lo mismo que hizo la noche que estuvimos bajo la lluvia: llevó su pulgar a mi labio inferior y haló con suavidad hacia abajo, cortándome la respiración y estallando mi corazón.

— ¿Qué otras cosas quieres hacer? —pregunté y no supe de dónde vino eso.

No era una experta con hombres pero estaba segura que esa podía ser una pregunta peligrosa.

Muy peligrosa de hecho, dada la intensa mirada de Aslan que bajó de mis ojos hasta mis labios. Pude escuchar mis latidos retumbar hasta en mi cabeza.

— ¡Prim! —me llamó una voz femenina.

Aslan y yo nos separamos de golpe. Llevé mis manos a mis mejillas para darme cuenta que estaban hirviendo. Aslan miraba en otra dirección y paseaba la mano por su cabello con ansiedad.

Teresa se acercó a nosotros y con ella, Belén que corrió hacia... Aslan.

Pequeña traidora.

—La he traído porque tengo que solucionar algo en la facultad —dijo Teresa—. No sé si pueda buscarla, así que tendrás que quedarte con ella.

Teresa le dio una rápida pero pícara mirada a Aslan para luego retirarse. Mientras éste y Belén caminaban hacia el interior del Café Porteño, tuve que recostarme de una pared para tomar aire.

«Aprende cuál es tu lugar en el mundo y nunca lo olvides, niña» ni sabía porqué las palabras de Cynthia volvían a mi cabeza pero lo único cierto era que ella tenía razón.

Definitivamente estaba interesada por Aslan.

Y debía encargarme de cortar ese vínculo más temprano que tarde.

Él siempre sería inalcanzable.

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Nota: éste estuvo más largo :) el de mañana también tendrá 1,1K palabras. En los dos siguientes conoceremos más a Prim, especialmente en el 33, donde verán cómo era su vida a los 14. No sé si sea bueno o malo porque a mi me rompió el corazón escribirlo. Espero les vaya gustando la historia hasta ahora, mil gracias por quedarse. Besos❤

Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora