54. Primera cita

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—Parezco un payaso —le dije a Teresa mirándome en el espejo

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—Parezco un payaso —le dije a Teresa mirándome en el espejo. No estaba acostumbrada a usar mucho maquillaje.

Cuando le conté a Teresa sobre mi cita con Aslan se emocionó lo suficiente como para perder su clase de la mañana y ayudarme a estar guapa y presentable. Afortunadamente a Teresa no le molestó la idea de que yo saliera con él a pesar de que ella lo había intentado. Le expliqué todo lo que había ocurrido esa noche, así como todos los detalles de mi historia con Aslan y más bien me reclamó por haberla dejado salir con él de esa manera.

—Te ves preciosa, Prim.

Teresa se encargó de maquillarme y arreglarme el cabello, nada muy exagerado. Pero me sentía como si me estuviese alistando para los premios Grammy. Además me hizo ponerme un vestido azul que era casual y perfecto para un día primaveral. Pero estábamos en invierno, no en primavera, así que la sola idea me resultaba ridícula.

Para "compensarlo" me hizo vestir unas medias leggins debajo del vestido que cubrirían mis piernas —evitando que me congelara— y sorpresivamente, no solo hacía juego con el vestido sino que no quedaba tan mal.

Se escuchó el sonido del intercomunicador y mi amiga corrió a contestar. Regresó con una sonrisa de oreja a oreja.

—Aslan te está esperando abajo.

La mera mención de su nombre me generó una sensación de vacío, y me di cuenta que era real. Que saldría con él y que no sabía qué demonios esperar. Creo que comencé a sudar en algún punto.

— ¿Buscarás a Belén? —le pregunté cogiendo mis cosas. La respuesta era obvia, pero estaba tan nerviosa que simplemente solté lo primero que se me vino a la cabeza.

—Claro. La llevaré en la tarde al parque, así que ve tranquila. No tienes hora de regreso —me guiñó un ojo y me dedicó una sonrisa traviesa.

—De todas maneras volveré a las seis.

Mi amiga puso los ojos en blanco y básicamente me empujó hasta llegar a los elevadores. Cuando llegué a la planta baja y me encaminé hacia la puerta del edificio, mis nervios se incrementaron. Sentí cómo mis piernas comenzaron a temblar, así como mis manos. No sabía porqué estaba tan aterrada si en realidad quería hacer esto. Mi corazón latía con fuerza y rápidamente, causándome un pequeño dolor de cabeza ante la presión.

Creo que voy a vomitar.

Consideré devolverme a mi casa y decirle a Aslan que no podía hacer esto. Pero había pasado tantos años escapando, que esta vez, aunque me costara, me obligaría a tener una vida propia con alguien que quería ser testigo y parte de mi día a día. Al menos por ahora.

Tragué fuerte y con manos temblorosas abrí la puerta principal del edificio. Aslan estaba de perfil con la vista perdida en algún objeto y con un cigarrillo en sus labios. Cuando notó que la puerta estaba abierta me miró de reojo, y tras un par de segundos se dio cuenta que en efecto, era yo.

Fue allí cuando se ahogó con su propio humo, y luego apagó el cigarrillo con la suela de su zapato.

Solté una risilla ante la imagen al mismo tiempo que me permití observarlo con atención. Él también estaba distinto hoy. Vestía un abrigo negro y largo que le hacía lucir más elegante e interesante; debajo del abrigo tenía puesta una camisa también negra, la cual también le quedaba sorpresivamente bien pero se notaba que no era su estilo. Aun así, me robó todos los suspiros y latidos del corazón.

—Es importante saber que cuando estoy a punto de morir por falta de oxígeno, tu reacción es reírte de mis pequeñas desgracias.

—Yo creo que es «importante saber» que casi mueres porque te deslumbré con mi belleza —bromeé cerrando la puerta detrás de mí.

—En eso tienes razón —me sonrió y sentí el calor invadir mis mejillas.

Se acercó a mí para darme un beso, pero mi dedo índice se dirigió a sus labios impidiéndole hacer contacto con los míos.

—Nada de besos en la primera cita, no te lo dejaré tan fácil —susurré. No era como si no lo hubiésemos hecho antes, pero en esta ocasión quería que las cosas salieran a la perfección entre ambos, en el momento correcto.

Él optó por reírse y separarse de mí, recuperando su dignidad.

—Bien —se encogió de hombros—, lo primero que haremos será almorzar, después de eso te llevaré a un sitio donde comenzaremos nuestra carrera de artistas, Invierno. Y en este sobre está el broche de oro con el que cerraremos esta cita. Solo lo podrás abrir cuando te lo diga, ¿de acuerdo?

Me entregó un sobre azul marino, y lo miré con confusión. No entendía ni lo de la carrera de artistas ni el tema del sobre.

— ¿Por qué me lo entregas si no lo puedo abrir? —pregunté.

—Una pequeña tortura de mi parte —me hizo una seña para que comenzáramos a caminar, y en el trayecto se acercó a mi oreja, erizándome la piel cuando sentí su cálida respiración rozarme tan cerca—. Lo de los besos lo resolveremos después. Tengo la impresión que terminarás siendo tú quien rompa su propia regla.

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Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora