30. Daño

63.6K 9.2K 1.4K
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sentí un poco de ansiedad cuando entré aquella tarde al Café Violencia.

Solo después de irme tras el trágico encuentro con Cynthia, me di cuenta que Invierno me vio en un estado de vulnerabilidad. Espero que ella no se haya dado cuenta de lo complicada que era la situación.

Como era rutinario, la campanilla me anunció y lo primero que hicieron mis ojos fue buscar a Invierno.

Hoy unas sombras oscuras se posaban debajo de sus ojos, y su mirada parecía un poco apagada. Hablaba con un señor sexagenario de cabello blanco con quien a veces la encontraba riendo.

—Contigo precisamente quería hablar —murmuró Catalina, que hoy tenía el cabello morado, me señaló con su índice y su ceño afianzado.

Ladeé la cabeza sin comprender su reacción. Ella se acercó a mí y por un segundo pensé que me agrediría, pero no lo hizo.

— ¿Ahora qué se supone que hice? —le pregunté confundido alzando los brazos como rendición.

—Dímelo tú. ¿Quién era la mujer del otro día? ¿La conoces?

—Desearía que no —confesé—. ¿Por qué?

— ¿Con qué clase de víboras te juntas, Aslan? Esto solo me hace pensar muy mal de ti.

— ¿De qué demonios me estás hablando? ¿Te volviste tan loca como Invierno?

— ¿De qué estoy hablando? —repitió mis palabras, pareciendo aún más furiosa— Esa mujer dejó a Primavera llorando en la cocina por más de veinte minutos. Prim no me quiere contar lo que ocurrió, pero es la primera vez desde que la conozco que la veo desmoronarse por algo.

Me quedé con la boca abierta ante la sorpresa y la indignación. Mis ojos volvieron a Invierno cuya luz parecía casi extinta esa tarde, ¿sería culpa de Cynthia? Esa mujer era peor que una metástasis, destruyendo todo a su paso casi de forma terminal.

Era imperdonable.

Podía aceptar que Cynthia me hubiese destruido mi adolescencia y parte de mi adultez. Pero no podría perdonarle jamás que hubiese osado a intentar hacer sentir mal a Invierno.

No me di cuenta que mi respiración estaba agitada y tenía puños formados. No me interesaba. Caminé hasta donde estaba Invierno y ésta pareció sorprendida ante mi manera de abordarla.

—Me vas a decir exactamente qué fue lo que te hizo Cynthia —ordené.

Ella alternó la mirada entre el señor de cabellos plateados y yo. No me importaban las cortesías ni los buenos modales. Necesitaba saber qué cosas le hizo Cynthia a Invierno y yo mismo pondría a esa rubia en su lugar, cosa que nunca antes me había atrevido a hacer.

—Buenas tardes, Aslan —ella bajó la mirada con indiferencia—. Tienes que hacer tu pedido con Cata primero antes de pasar por acá.

—No ignores mi pregunta —espeté.

El solo hecho de imaginarla llorando me hizo sentir impotente. Había llorado por mi culpa, por un fantasma de mi pasado. Ella había pagado por defenderme, yo había sido un completo cobarde al dejar el Café de esa manera.

Y lo iba a enmendar.

—Me retiraré ahora —habló el señor—. Sigue siempre tan bonita, Primavera.

El viejo se había tardado en darse cuenta que estorbaba. Estuve a punto de recalcárselo, pero no quería causarle un infarto.

—Pero, señor Lucas-

—Tengo una esposa que necesita de mis cariños —le respondió él—. Nos vemos mañana a la misma hora.

Ella asintió y el viejo finalmente se fue. Cuando Invierno volvió a mirarme, lo hizo con el ceño fruncido.

—No te mataría ser más cortés de vez en mes, Aslan. ¿Qué quieres?

Desvió la mirada y fingió concentrarse en cualquier cosa excepto en mí, que estaba frente a ella. Eso no era típico de Invierno, ¿por qué me trataba con tanta indiferencia?

—Quiero que me digas qué fue lo que pasó.

—No pasó nada.

—Y si no pasó nada, ¿por qué estuviste llorando en la cocina?

Ella abrió la boca para contestar y luego se calló. Miró en dirección a Catalina, para después poner los ojos en blanco. Invierno se quitó su delantal y suspiró.

—Tuve dolencias femeninas, ¿o acaso también tengo que explicarte cómo funciona mi período? Ahora si me disculpas saldré un momento.

Invierno comenzó a alejarse de mí y caminar en dirección a la puerta del Café, así que por supuesto, la seguí. No era tan estúpido y sabía que me estaba mintiendo.

La encontré afuera recostada de la pared de un edificio vecino al Café, con las manos en su pecho como si estuviese intentando controlar su respiración.

Me acerqué con cautela —para evitar que corriera o me golpeara de nuevo—, cogí sus dos manos y las aparté de su pecho. Invierno paseó su mirada por mi rostro hasta llegar a mis ojos.

—Cynthia me hizo daño hace mucho tiempo —le confesé—, daño que aún no logro curar del todo. Necesito que me digas qué se atrevió a hacerte, porque puedo permitir que me hiera a mí, pero jamás a ti.  

Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora