35. Prudente

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Hola :) como anuncié ayer, hoy y mañana tendremos maratón. Este es el capítulo 1/6. 

Invierno me dejó solo en la sala de su pequeño departamento con preguntas que ni yo mismo sabía cómo responderlas

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Invierno me dejó solo en la sala de su pequeño departamento con preguntas que ni yo mismo sabía cómo responderlas.

¿Por qué demonios había subido hasta su casa? Ella sin duda me dejó sin palabras al revelarme parte de la historia de su vida, y debo confesar que jamás hubiese imaginado que había tenido una juventud tan trágica o tan limitada que no le permitiese ver el abanico de oportunidades a las cuales ella podía acceder.

Porque Invierno podía aspirar a algo mejor, y de eso estaba convencido.

El problema era que ella no lo estaba.

Volví a sonreír al ver a Belén dormida en el sofá. Me pregunté si no era mejor acostarla en su habitación, pero ya había agotado la paciencia de Invierno esa noche y no quería que terminara expulsándome de su departamento, no tan pronto.

Me levanté y me apoyé en el umbral que daba con la cocina para observarla picar algunos vegetales. Parecía exhausta, triste, desganada. ¿Yo la había puesto así? ¿Cómo podía hacerla sentir mejor?

— ¿Ya tienes la respuesta? —inquirió delatando que sabía que yo estaba allí observándola.

—No —suspiré—, solo fue un impulso venir hasta acá. Pero creo que lo más prudente es que me marche, a fin de cuentas nunca debí haber venido.

—Lo sé —dijo en un murmuro—. Es lo más prudente.

Dejó el cuchillo sobre el mesón y lavó sus manos por más tiempo del necesario. Luego caminó en mi dirección sin mirarme, como si yo no estuviese allí. Mi vi tentado a cruzarme de brazos y manifestar molestia, pero no tenía razones. Yo era un intruso, alguien que llegó sin ser invitado, alguien que ella no toleraba del todo.

— ¿Tanto te molesta que haya venido? —pregunté con un inexplicable miedo a su respuesta.

—No, y ése es el problema.

Cuando pasó un par de dedos por su mejilla me atreví a coger su mentón para que me mirara, allí descubrí que sus profundos ojos invernales estaban cristalizados y ligeramente enrojecidos, así como sus mejillas y la punta de su nariz.

Estaba conteniendo lágrimas.

Por mi culpa.

Nunca antes me había sentido tan basura como en aquel momento.

—Lo lamento, Primavera, mi intención no era molestarte en tu propia casa. Tienes derecho a llamarme patán todos los días que quieras. Esto no volverá a suceder.

Ella cerró los ojos, apoyó la frente en mi pecho y negó con la cabeza. Me quedé estático y petrificado al sentir su calidez tan cerca de mi cuerpo. Se suponía que a las mujeres les gustaba ser abrazadas en estos momentos, pero no podía ni siquiera mover mis brazos.

Me congelé.

—Nunca entiendes nada, Aslan —dijo ella y luego la escuché soltar un sollozo. Solo uno, pues parecía estarse controlando demasiado.

Lo único que entendía era que mi pecho se había trancado y me ardían hasta las orejas.

Finalmente mis brazos reaccionaron y llevé mis manos a su rostro, donde limpié sus lágrimas con mis pulgares y volví a hacer que me mirara. Se me comprimía todo el cuerpo al verla tan frágil e indefensa.

Aun en ese estado, ella era capaz de iluminar todo lo que parecía oscuro dentro de mí. Una sola mirada suya y la primavera florecía en mi corazón.

—Entonces explícame todas las cosas que no estoy entendiendo —le pedí.

Invierno resopló de una manera que consideré graciosa y luego se apartó de mí.

— ¿Sabes, Aslan? A pesar de que intentas repeler al mundo con tu máscara de sarcasmo y soberbia, es fácil darse cuenta que es solo eso, una máscara. Yo no creo que seas oscuridad como me habías dicho una vez. Eres luz, y una difícil de opacar cuando se propone brillar.

Suspiró y mordió su labio inferior, pareciendo debatirse entre las cosas que quería y que debía decir.

—Te agradezco que te preocupes por Belén y por mí —continuó—, sin embargo creo que no es prudente volver a vernos fuera de la cafetería. Por tu bien, y por el mío.

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Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora