60. Intimidad

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**Dado que estos días no he podido actualizar, hoy publicaré 3 capítulos. Espero los disfruten. Disculpen el retraso. 

El sábado llegó tan rápido que resultó abrumador

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El sábado llegó tan rápido que resultó abrumador. Estuve con Belén y Teresa en el colegio hasta que partieron a Tigre, haciéndome sentir como una madre irresponsable. No lo iba a negar, me comía un poco la culpa. La persona que debía estar con Belén en ese viaje era yo, no Teresa.

Sí, comprendí las intenciones de absolutamente todo el mundo. Pero eso no quería decir que no me sintiera como una mala madre por ese fin de semana.

El sonido de una notificación me sobresaltó, explotando mi corazón del susto, el cual ya estaba suficientemente agitado sabiendo que eran las ocho en punto de la noche. El mensaje que recibí era de Aslan: ya estaba en el portal del edificio. Inhalé y exhalé varias veces mientras bajaba en el ascensor, sintiendo cómo comenzaba a sudar. Esto era un poco ridículo, ¿por qué estaba tan nerviosa? Era solo una cena tranquila.

Cuando abrí la puerta me encontré a un Aslan con las manos en los bolsillos y la nariz roja debido al frío. Aun así me dedicó una sonrisa de esas que ahora no eran escasas, capaces de enternecer mis adentros.

—Pensé que ibas a dejarme morir aquí afuera, Invierno.

—No me des ideas.

Me dio un beso en la mejilla y caminamos hacia el elevador en silencio. Al menos yo no tenía ni idea sobre qué decir, solo tenía miles de preguntas en mi cabeza. La principal era: ¿cómo iba a reaccionar cuando se diera cuenta que tendríamos la casa para nosotros solos por todo el fin de semana? ¿Pensaría mal de mí?

Marqué mi piso y comenzamos a subir. La mano helada de Aslan cogió la mía y me acercó a su cuerpo, sorprendiéndome con su gesto. Se apoderó de mis labios en un beso rápido, furtivo y cuidadoso al mismo tiempo, pinchándome un poco con su barba y revolviendo todo lo que estaba dentro de mi estómago, mi vientre, y en fin, todo mi organismo.

— ¿Qué fue eso? —pregunté jadeante cuando se detuvo.

—Tus labios son el método más efectivo para entrar en calor. Y dado que me hiciste congelar afuera, no me quedó otra opción.

—El problema es que no eres el único que entra en calor —murmuré.

Tristemente él me escuchó y soltó una risa traviesa mientras se mordía el labio inferior con cierta picardía. Con la vista al frente decidí ignorarlo el resto del camino hasta llegar a mi departamento, o moriría de un ataque al corazón.

Cuando llegamos a mi casa me entregó una botella de vino que estaba guardada en su bolso. Yo le había pedido que no trajera nada, pero me impresionó que tuviese el detalle de no llegar con las manos vacías. Le di las gracias y me dirigí a la cocina para comenzar a servir la comida, que por supuesto ya estaba lista. Estuve ansiosa toda la tarde así que cociné antes de tiempo.

— ¿Dónde están Belén y tu amiga, alias "la gata en celo"? —inquirió recostándose del marco de la puerta de la cocina.

Solté una carcajada ante ese apodo. Sin duda él había quedado marcado tras su intento de cita con Teresa.

—Belén está en un paseo escolar y Teresa se ofreció a ayudar a los padres a cuidar a los niños. Regresan mañana al mediodía.

— ¿Eso quiere decir que tu propuesta era indecente de verdad? —pareció sorprendido.

Tropecé con un mesón cuando formuló esa pregunta. Sentí mis mejillas enrojecerse ante la vergüenza. Esto había sido una mala idea.

—No me malinterpretes —pedí con nerviosismo—. Solo quería compartir esta noche contigo. Además, todas las personas que conozco conspiraron para que esta noche se llevara a cabo.

Ladeó la cabeza con curiosidad, quizás se estuvo preguntando qué personas o porqué me habrían ayudado. Mejor dicho, para qué. Se limitó a sonreír y se acercó a mí para quitarme los dos platos de las manos y ayudarme a servir.

Aslan supo cómo guiarme en este nuevo mundo de las citas. Se encargó de buscar conversaciones amenas durante nuestra cena, logró hacerme reír en diversas ocasiones, y me hizo sentir cómoda y en paz a su lado.

Era como si corazón hubiese adquirido la habilidad de inflarse de amor cada vez más, a tal punto que me incomodaba sentirme tan a gusto con él. Al mismo tiempo una voz en mi cabeza me gritaba que huyera de allí, que él, como todos los demás, era capaz de hacerme daño. Especialmente Aslan, quien ahora no solo era dueño de mis pensamientos sino de mi corazón.

Después de cenar, me refugié en mi zona segura: la cocina. Fingí que tenía que limpiar y mantener todo en orden. En realidad lo que estaba haciendo era calmar mis angustias y mis apasionados sentimientos. Quería descubrir con Aslan aquellas cosas que no había descubierto antes con otro hombre. Sin embargo me aterraba la idea de su rechazo, de que me abandonara, o que me hiriera igual o más de lo que Jorge hizo.

Su voz me distrajo de mis pensamientos y caí en cuenta que lo había dejado solo por más tiempo del necesario.

—Primavera —cogió ambas de mis manos, que estaban antes limpiando el mesón de la cocina—. ¿Son ideas mías o me estás evitando dentro de tu propia casa? ¿Qué ocurre?

Sus ojos oliva y miel me escudriñaron con cierta nota de preocupación, volviendo a irradiar mi piel con su calidez tan adictiva. Suspiré y me debatí entre decirle la verdad o mentirle, pero después de todo lo que él había hecho por mí, creo que merecía saber todo lo que cruzaba mi mente. Al menos lo que estaba relacionado con él.

—Tengo que confesarte algo —pronuncié sin mirarlo.

—Te escucho.

—Te invité hoy para compartir contigo, conocerte mejor y porque causas sensaciones muy fuertes en mí que aunque al principio me incomoden, ahora me cuesta vivir sin ellas. Pero... al mismo tiempo quería descubrir si podía traspasar contigo la barrera de la intimidad, de la que tanto me he cohibido antes.

Aslan me dedicó una sonrisa, aunque sus ojos me miraban confundidos.

— ¿Puedes traducirme eso a un español que pueda entender, Invierno?

Mis mejillas ahora ardían entre sus manos y sentí un espeso nudo en mi garganta. Pero algo en su voz, en su mirada y en su forma de tocarme me volvía más fuerte.

Este tema ya lo había hablado con Teresa varias veces en los últimos días, y tras las preciosas palabras de Aslan el día del teatro, no me quedaron dudas de que quería que esto ocurriera.

—Quiero que estemos juntos esta noche —declaré. 

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Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora