40. Detalles

62.6K 9.5K 2.9K
                                    

Capítulo 6/6, último del fin de semana. 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Descarado.

No podía creer que Aslan tuviese la desfachatez de volver al Café Porteño después de haberse acostado con Teresa. No importaba si él y yo nunca fuimos nada, aun así me molestaba, me dolía, me indignaba.

Lo vi hablar con Belén durante varios minutos y luego hacer su pedido en caja. Hoy lucía pensativo. Esperó a que el señor Lucas se fuera para acercarse a la barra. Abrió la boca para hablar, pero no pronunció palabra.

Sus ojos hoy destellaban un color miel tan oscuro y tan brillante al mismo tiempo que parecía un milagro a la vista.

Comencé a preparar su café, como si él no estuviese allí.

—De haber sabido que me ibas a ignorar después de ir a tu casa, no habría ido en lo absoluto —murmuró, apoyando sus antebrazos en la barra, la mirada perdida en la pared.

¿En qué estaría pensando?

No le respondí. Sinceramente hubiese preferido que me dejara en paz esa noche. De esa manera quizás podría seguir disfrutando de esta vibración en todo mi cuerpo sin sentirme culpable al recordar a mi amiga. Tampoco podía culparlo, porque yo misma lo impulsé a que se fuera con ella.

Creo que simplemente estaba molesta conmigo misma.

—Le compré un chocolate a Belén, espero que no te moleste —habló de nuevo.

Le entregué su café y me crucé de brazos.

— ¿Por qué finges preocuparte por ella? Mi nena no necesita de tu caridad.

— ¿De qué demonios me estás hablando? —frunció el ceño— Comprarle un chocolate no es caridad, mucho menos «finjo» preocuparme por ella. Que pienses eso no solo me ofende a mí, sino que la ofende a ella.

Rodé los ojos y resoplé.

—Como quieras. Asumo que viniste a ver a Teresa. Ella llega en unos veinte minutos para buscar a Belén, puedes esperarla sentado.

Sabía que estaba exagerando mi reacción, pero simplemente no podía controlarlo. A estas alturas, por mí que lo partiera un rayo.

—No vine a ver a tu amiga. Que el universo me libre de esa desgracia.

—No me digas que eres de ese tipo de hombres —enarqué una ceja y lo miré desafiante. Él pareció confundido, así que continué—. De esos que se acuestan con una mujer una noche y luego no quieren verlas más.

Los ojos de Aslan me escrutaron con cierto desconcierto y los labios abiertos ante la sorpresa de mis palabras.

Luego pareció encajar piezas en su cabeza, como si algo en su cerebro hubiese hecho click. Sonrió.

— ¿Es eso? ¿Crees que me acosté con tu amiga y por eso has estado triste?

Algo cambió en su mirada. Por un segundo, una chispa de esperanza volvió a mi cuerpo pero intenté eliminarla de inmediato.

—No he estado triste —tajé—, y no «creo». Teresa llegó a la casa después de una intensa jornada de sexo a la cual ella calificó como asombrosa. Así que asumo que debo felicitarte por ser toda una fiera, Aslan.

Aslan se mordió el dedo pulgar, mientras su sonrisa se ensanchaba cada vez más. Hasta creí escucharlo reírse bajito.

¿De qué podía estarse riendo? Era un completo cínico. Lo detestaba.

— ¿Teresa te dijo que se había acostado específicamente conmigo?

—No necesité preguntarle los detalles —farfullé.

—No me lo estás preguntando pero de todas maneras te contaré lo que ocurrió —se encogió de hombros, dio un sorbo a su café y luego volvió a apoyarse en la barra, acercándose a mí—. Después de que nos dejaste solos, tu amiga se comportó como un animal en celo, y verás, a mí no me gusta que se me ofrezcan de esa manera. Motivos personales. La acompañé a la fiesta por unos minutos para no ser... descortés, y luego me fui, no sin antes aconsejarle que se respetara un poco, consejo que no tomó bien. Si se acostó con alguien o no, pues es únicamente problema de ella. No es asunto tuyo ni mío.

Agaché un poco la cabeza para que no notara la sonrisa que se apoderó de mi rostro.

No debía siquiera alegrarme por ello porque esa noticia no significaba nada, no cambiaba nada entre los dos. Sin embargo no podía negar que me volvió el alma al cuerpo.

—Invierno, mírame —pidió. Dudé si encararlo o no, porque sabía que mis mejillas estaban enrojecidas, aun así me volví valiente y lo hice. Él simplemente sonreía—. Ahora me tengo que ir, pero quiero hablar contigo. Te estaré esperando cuando salgas de trabajar esta noche y te acompañaré a tu casa. No te alarmes, no subiré de nuevo.

No supe cuál fue mi expresión, pero sentí que la sangre desaparecía de mi cuerpo.

— ¿Y si yo no quiero que hablemos?

—Fácil: lo tomaré como que te sientes intimidada, lo cual sería una profunda decepción. ¿Dónde está la chica valiente que me enfrentó aquel día que la conocí, que me pidió que la besara para ganar una apuesta, que encaró a Cynthia y la mandó al demonio, que me golpeó bajo la lluvia? Si me evitas hoy, pensaré que todo eso era una fachada. Muy mal, Invierno, muy mal.

—Todavía puedo partirte el trasero.

Aslan suspiró y se alejó un poco de la barra.

—Ser valiente no significa repartir golpes. Las personas que enfrentan la verdad, por más vulnerables que eso les haga, son las más valientes de todas.

—Deja tus sermones de cura de iglesia para otra persona —pronuncié, él mordió su labio inferior para contener una sonrisa—. Nos veremos esta noche, ahora desaparece.

Se giró para marcharse, pero luego volteó a verme y entornó los ojos.

—Una cosa más, Invierno. ¿Sabías que tus ojos se oscurecen y tus mejillas se sonrojan cuando te pones celosa? 

_____

Nota de autor: bueno, espero hayan disfrutado estos 6 capítulos :) Gracias por quedarse, seguir leyendo y ayudar a crecer a esta historia. Besos y amapuches. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora