45. Peligro

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Sus labios hicieron contacto con los míos, obligándome a cerrar los ojos al instante e inhalar profundamente

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Sus labios hicieron contacto con los míos, obligándome a cerrar los ojos al instante e inhalar profundamente.

Todo mi cuerpo pareció electrificarse, revitalizarse, deslumbrarse ante lo acogedor de su beso, que a pesar de ser tan firme y determinado, llegó a ser dulce y tímido. Mi corazón retumbaba en mi pecho, y no me opuse a mis instintos, me permití disfrutar de su calidez respondiéndole el beso. Sus manos se relajaron y se posaron en mi cuello, erizándome toda la piel y derritiéndome por dentro.

Mis dedos viajaron a su nuca donde me deleité con su contacto, del milagro de sentirme deseada y al mismo tiempo... querida, si es que eso era posible. Jamás me había sentido de esta manera. Nunca antes me habían besado de esa forma: cuidadosamente, como si Aslan estuviese disfrutando cada segundo y al mismo tiempo tuviese miedo de romperme, de hacerme daño, de liberarme.

No necesité abrir los ojos para saber que estaba sonriendo en medio de nuestro beso.

Él lo estaba disfrutando. Yo también.

Él estaba feliz. Yo también.

Incluso cuando su lengua se abrió paso en mi boca, encontrándose con la mía, me sentí llena de vida. Era como si toda mi vida hubiese transcurrido en una gama monocromática, y ahora finalmente llegaba una revolución multicolor.

Eso era Aslan en mi vida: una revolución. Llegó y giró mi mundo patas arriba, derrumbó mis estructuras, comenzó a cambiar quién era y cómo podía verme a mí misma. Él creía en mí, y aunque fuese difícil, sus palabras calaron y por breves segundos, me animé a creer en mí misma.

Nos separamos para coger aire, aunque hubiese preferido perder la conciencia si eso me hacía continuar bebiendo del néctar de sus labios. Mis dedos acariciaron su mandíbula la cual estaba invadida por su barba. Me detuve en ese pequeño lunar al inicio de su mejilla y aprecié cuán perfecto lucía en él y cómo combinaba con sus ojos oliva y miel. Luego mi dedo índice dibujó la silueta de sus labios, haciéndole sonreír de una manera que no había visto antes y que provocó un tsunami en mi estómago.

— ¿Podrías besarme de nuevo? —pedí.

Me habían abrumado las sensaciones que me él me había causado, pero quería seguir descubriéndolas.

Quería volver a experimentar lo que se sentía ser besada sin verdadera lascivia ni presiones. Quería volver a sentirme respetada en un beso inocente, de esos que eran capaces de curarte el alma.

—Puedo besarte una y mil veces más, Invierno —susurró antes de volver a perderse en mi boca de una manera tan empedernida como tortuosa.

Me gustaban sus ojos, y me encantaba su mirada.

Me gustaban sus labios, y me encantaban sus besos.

Me gustaban sus manos, y me encantaba su contacto.

Me gustaba su voz, y me encantaban sus palabras.

Me gustaba su personalidad, y me encantaba su alma.

Incluso con nuestras discusiones, él me hacía sentir más viva.

Allí, entre sus brazos y sus cálidos besos me di cuenta de algo peligroso:

Me estaba enamorando de Aslan.

Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora