41. Corre

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Una de mis frases menos preferidas de El Principito era: «si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres»

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Una de mis frases menos preferidas de El Principito era: «si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres».

Nunca le encontré sentido porque las llegadas de las personas a mi casa, nunca eran alegres.

De hecho solía cambiarla por «si papá viene a las cinco, comenzaré a tener miedo desde las cuatro».

Siempre me pregunté lo que se sentiría esperar con ansias la llegada de una persona.

Hasta que las palabras de Aslan causaron una revolución en mis sentidos.

A medida que se acercaba mi hora de salida del trabajo, más se intensificaban mis mareos y nervios. Al inicio pensé que era algo desagradable, pero después me encontraba a mí misma sonriéndole a los frascos inanimados que decoraban mi barra.

Tras recoger y dejar el Café limpio, la hora finalmente había llegado. Cogí mi bolso con manos temblorosas y salí hecha un manojo de nervios. Catalina, que parecía cómplice de Aslan, no se quedó conmigo sino que desapareció de un momento a otro. Así que una vez cerré las puertas, suspiré y tragué fuerte.

Al darme vuelta mis ojos se encontraron con él.

Estaba con la espalda recostada en la pared del edificio contiguo, con una mano en su bolsillo y con la otra acercaba un cigarrillo a sus labios para darle una profunda calada. Me pareció curioso verle fumar, pero recordé la noche que se montó en el autobús empapado con un cigarrillo mojado en sus labios.

Sus ojos se encontraron con los míos y sostuvo la mirada por varios segundos. No descifré su expresión, parecía completamente serena, inalterada, concentrada, decidida. Arrojó el cigarrillo al suelo y lo piso con su zapato. Sacó un paquete pequeño de su bolsillo, y se llevó algo a la boca, pareció un chicle.

Se acercó a mí con lentitud, y fue allí que me di cuenta que me había petrificado como estatua minutos atrás. Una vez estuvo cerca de mí, sus ojos oliva y miel se entornaron al mismo tiempo que elevó una pequeña sonrisa.

— ¿Estás respirando? —enarcó una ceja con diversión— ¿O necesitas el boca a boca?

Fruncí los labios y rodé los ojos.

—Al grano, joven engreído.

Aslan suspiró y la mezcla de cigarrillo y menta invadió mis fosas nasales, resultando... no tan desagradable.

—Debo confesar que me sorprendiste —murmuró—, pensé que me evitarías, me golpearías, o quién sabe qué otras cosas locas pasan por tu cabeza cuando me acerco.

Todavía quería huir, pero por una razón muy peligrosa: quería sentir su aliento de cerca y quizás, solo quizás, probar el sabor de sus labios.

—No me tientes, Aslan. Solo acepté para que no me llamaras cobarde. Así que, ¿qué es lo que querías decirme?

Me escrutó por varios segundos y luego hizo un gesto con la cabeza para animarme a caminar.

—Te contaré en el autobús.

— ¿Por qué?

—Hay menos probabilidades de que salgas corriendo —me sonrió.

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Nota de autor: Sé que fue cortito, pero el de mañana será más largo. 

Y valdrá la pena ;)

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 Besos :)

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Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora