71. Promesas

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Cuando llegamos al noveno piso, nos encontramos a unas seis u ocho personas aglomeradas frente a la puerta del departamento de Primavera

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Cuando llegamos al noveno piso, nos encontramos a unas seis u ocho personas aglomeradas frente a la puerta del departamento de Primavera. En ese momento supe que todo andaba mal.

Teresa y yo intercambiamos una mirada fugaz de preocupación y nos aproximamos al grupo de personas. Una mujer de edad avanzada tocó la puerta consternada y varios de los presentes murmuraban cosas inentendibles. Sentí mi corazón agitarse, así como mi respiración.

—Marlene —se acercó Teresa a la señora que estaba tocando la puerta—, ¿qué ocurre?

Se escuchó un sonido extraño proveniente del interior del departamento. Un objeto estrellándose contra el suelo.

— ¡Muchacha! —exclamó la señora llamada Marlene— Algo está ocurriendo allí. Es como una guerra, todos escuchamos gritos y cosas rompiéndose.

Teresa volvió a mirarme, esta vez llena de pánico.

Los dos lo entendimos de inmediato.

Joder, joder, joder.

—Llame de inmediato a la policía —le ordené a la señora apartándola de la puerta. Comencé a golpear la madera con desespero—. ¡Primavera!

Si era lo que estaba pensando, tenía motivos suficientes para comenzar a enloquecer. Ella me lo había advertido varias veces, ella sabía que en cualquier momento el psicópata desnaturalizado del padre de su hija volvería por ambas.

Me había prometido a mí mismo que la protegería si el momento llegaba a suscitarse, de hecho ahora solía acompañarla desde su trabajo hasta su casa para que nadie la interceptara sola de noche.

Volví a golpear la puerta al no obtener respuesta. Mi pequeña Invierno estaba allí dentro con el responsable de todas las marcas de su cuerpo, de todas las violaciones, de la mayoría de sus golpes. ¡Mierda! Mi cuerpo comenzó a vibrar ante la ira y la impotencia.

Teresa sacó las llaves para abrir la puerta pero sus manos temblaban tanto que parecía que sufría de Parkinson. Se las arrebaté de inmediato para abrir yo mismo.

—Saca a Belén de acá —espeté, pero ella se quedó congelada observándome como si no entendiera mis palabras—. ¡Que la saques de acá, joder! —le grité a un volumen exagerado, pero no podía controlarme.

Belén se escondió detrás de Teresa con los ojos a punto de derramar lágrimas y mirándome con absoluto terror. La había asustado, pero no había tenido otra opción.

Por lo menos eso hizo que la amiga de Primavera reaccionara, llevándose a la niña a los brazos y bajando rápidamente por las escaleras, no sin antes ordenarle a su amigo, Facundo, que me ayudara.

Entonces mis manos abrieron la puerta con fuerza. Mi mandíbula se apretó al encontrarme con aquello, mis ojos se abrieron ante el horror. Sentía como si todos los demonios del infierno me comenzaran a poseer.

A la vista estaba Primavera tendida en el suelo, con sangre en algunas partes de su rostro, con los ojos enrojecidos y lágrimas todavía corriendo en sus mejillas. No llevaba ropa, solo conservaba sus bragas. Encima de ella, el desgraciado que asumí que era el padre de su hija: Jorge. Una de sus manos estaba sobre los pechos desnudos de Primavera, y con la otra parecía estar desabotonando su pantalón.

Cuando los ojos de ese monstruo se encontraron con los míos y no percibí ninguna chispa de arrepentimiento sino mera diversión, todo se volvió rojo.

No cruzó ningún pensamiento coherente en mi cabeza ni pude ser capaz de controlar mis propias acciones. Cada uno de mis átomos estaba consumido por la cólera, por el dolor, por el horror, y todo eso solo se incrementaba a medida que me acercaba a ellos y percibía mejor la imagen de Primavera tan vulnerada, débil y agredida.

Sé que lo aparté de ella, sé que lo golpeé, pero no fui consciente de cuántas veces. Además, no fui el único. Otros vecinos del edificio lo golpearon e inmovilizaron. Estuve tentado a continuar descargando mi ira sobre él, pero Facundo me cogió del brazo.

—Ella te necesita más —dijo señalando a Primavera, que seguía donde la había dejado. Un par de señoras intentaban hablarle pero ella no contestaba.

Me acerqué a ella con rapidez quitándome mi abrigo y cubriéndola con él. Pasé mis brazos alrededor de su cuerpo para levantarla. Dentro de su shock no pareció reconocerme, así que se resistió al principio sin mucha fuerza. La llevé a su habitación donde me senté en la cama con ella en mi regazo. Mi corazón se rompió del todo cuando intenté hacer que me mirara, pero su sus ojos parecían perdidos en el vacío.

—Aquí estoy, cariño. Lo siento tanto, todo esto es mi culpa. Mírame por favor —supliqué cogiendo su mentón.

Sus heridas solo alimentaban una imagen desgarradora. Había sangrado por la nariz y su labio inferior estaba roto, su pómulo derecho estaba comenzando a oscurecerse e inflamarse. Pero lo que más me perturbaba eran sus ojos, que no mantenían ni una chispa de vida, además de estar rojos de tanto llorar.

¿Cómo le había hecho tanto daño en tan poco tiempo?

Me sentí como una basura humana al saber que yo había permitido que esto ocurriera. Tuve que haberla acompañado, tuve que haberla protegido. Por mi culpa le habían hecho tal cosa. Verla tan ausente y tan apaleada solo atascó un nudo en mi pecho llenándome de dolor y arrepentimiento.

—Ya estás conmigo, no volveré a dejarte sola, ¿me escuchas? —susurré acariciando su cabello esperando a que llegara la policía o una ambulancia. No era un experto pero ella necesitaba atención médica de inmediato.

Pareció reaccionar finalmente al sonido de mi voz y sus pupilas se encontraron con las mías. Lucía asustada y aterrorizada, pero no sabía cómo ayudarla o consolarla. Acaricié su mejilla y saqué fuerzas para sonreírle aun cuando parecía imposible.

—Soy yo. Estoy acá, estoy contigo. Ya pasó todo lo malo y tú estás bien, estás en mis brazos. Nada volverá a sucederte, te lo prometo. Te amo, te amo, te amo.

Abrió la boca para hablar pero no salieron palabras.

De un segundo a otro, sus ojos se cerraron y se desmayó. 

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Nota de autor. Sé que debía publicar este capítulo mañana, pero no me pude contener. :( Oficialmente terminó lo peor. Solo nos quedan 4 capítulos para terminar. ¿Preparadas?

--quería publicarlos todos el día 30, pero creo que lo haré mañana si tengo el tiempo.

GRACIAS por seguir leyendo, son soles radiantes. ¡Besos!

 ¡Besos!

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Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora