11. Secreto

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Me incliné en la barra hasta quedar cerca de él, y aunque frunció el ceño ante la impresión, no pronunció palabra ni se alejó

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Me incliné en la barra hasta quedar cerca de él, y aunque frunció el ceño ante la impresión, no pronunció palabra ni se alejó.

En ese momento me di cuenta que a pesar de que aún quedaban rastros de lluvia en su cuerpo y sus ropas, todavía emanaba de él una fresca fragancia masculina, ligera pero al mismo tiempo poderosa.

Cogió aire, tragó con fuerza y parpadeó varias veces pero no llenó nuestro silencio de agrias palabras.

Así que me sentí en confianza para llenarlo yo.

—A ti te gustan las medialunas. Yo vendo medialunas —sonreí.

—Oh, por todos los arcángeles del señor. ¿Vendes medialunas? Esto es una revelación que merece ser publicada en el periódico —murmuró sarcástico, y aunque intentó permanecer serio, tuvo que morderse el labio inferior para contener una risita.

Decidí ignorar su sarcasmo, que era bastante acertado.

— ¿Te gustaría comer medialunas gratis toda la semana que viene, Aslan? —enarqué una ceja intentando parecer tan seductora como una vendedora de automóviles, de esas que sin darte cuenta prácticamente te obligan a comprar el coche más caro de todo el concesionario.

Aslan ladeó la cabeza y sus ojos se entrecerraron, evidenciando unas arrugas casi invisibles alrededor.

—Escucho tu propuesta, Invierno.

Mordí el interior de mis mejillas por un par de segundos mientras buscaba una manera de que mis palabras no sonaran tan directas. Si maquillaba un poco la situación, quizás no me vería como una chica tan fácil.

—Necesito que me beses.

Creo que eso ha sido muy directo.

Aslan parpadeó como cincuenta veces en el lapso de tres segundos, y se apartó unos centímetros mientras soltaba una carcajada. Mi sonrisa se extinguió de inmediato y una ola de calor comenzó a invadir todo mi cuerpo. Y no era un calor agradable, era el calor de la vergüenza.

Después de burlarse de mi propuesta y hacerme sonrojar al respecto, volvió a acercarse a mí, dejando muy poco espacio entre los dos y descontrolando un poco mi respiración sin saber realmente porqué.

—Creo que a Belén, alias «el único y verdadero amor de tu vida», no le gustaría que te besara.

—Digamos que a Belén no le importaría mucho que alguien me hiciera un favor tan importante.

Las cejas de Aslan se hundieron un poco.

— ¿Un favor? —preguntó con interés.

Asentí con lentitud sintiendo el peso de su mirada examinar cada pequeño rasgo de mi común y nada especial rostro.

Suspiré. Quizás con la sinceridad se podrían solucionar las cosas.

— ¿Me prometes guardar un secreto? —le susurré, acercándome más y dejando apenas muy pocos centímetros entre nosotros, sus ojos miel y oliva se oscurecieron un tono.

—Me encantan los secretos.

—Bien —sonreí—. Catalina y yo apostamos. Si logro que me beses en cualquier parte, no necesariamente en los labios, pues yo me ganaré todas las propinas del día, las cuales necesito. Así que si me haces el favor, Aslan, yo te daré medialunas gratis toda la semana, pero tiene que ser un secreto entre los dos.

Las comisuras de sus labios se elevaron en una maliciosa sonrisa mientras su mirada adquiría un brillo de emocionante maldad.

— ¿Solo eso? —enarcó una ceja— ¿Un beso por medialunas?

—Un beso por medialunas —repetí.

Por primera vez en días, su sonrisa enseñó los dientes y le llegó a los ojos, los cuales ahora parecían desprender hechizos hipnotizadores que comenzaron a dejarme sin respiración y enrojecer mis mejillas.

—No me lo tomen a mal —dijo una voz masculina junto a nosotros, que nos hizo voltear a verle. En ese momento palidecí y sentí un vacío en mi estómago y el suelo alejarse de mis pies—, a mí me encanta el amor. Me encanta sentir amor, hablar de amor, hacer el amor, ver a los demás enamorados. Pero es un poco inapropiado que mi empleada demuestre amor frente a otros clientes.

Mierda.

Mi jefe.

Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora