25. Intenciones

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capítulo 2/3 del minimaratón de hoy. Si no han leído el anterior, es importante que lo hagan. :) volvemos con Aslan.

 :) volvemos con Aslan

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Invierno huyó como si yo tuviese lepra y olvidó deliberadamente cargar las cajas conmigo. Así que solo lo hicimos su jefe y yo, quien me dijo que hablaríamos al terminar aquella simple tarea.

No pude evitar pensar que la razón por la que el jefe de Invierno nos interrumpía en ocasiones y ahora pedía hablar conmigo tenía que ver con que a él le gustara ella.

No podía culparlo pues Invierno era acreedora cierto tipo de belleza inusual y al mismo tiempo atrayente. Pero me incomodaba pensar que su jefe intentaba acercarse a ella con dobles intenciones.

Eso podría ser acoso sexual. Si tenía que explicarle a Invierno cómo demandar a ese tipo por acoso lo haría. Algo dentro de mí comenzó a calentarse al solo imaginar que él podría estar molestándola.

¿Y si a ella le gustaba que su jefe tuviese sentimientos hacia ella?

Sentí un nudo en mi garganta y aunque tragara fuerte, no parecía desaparecer. Mi mandíbula se tensó al solo imaginarlos juntos. Ella no podía corresponderle. Eso sería...

Poco profesional. Y desagradable.

¿A mí qué me importa con quien se acuesta o no se acuesta Invierno?

—Aslan —me llamó el jefe de Invierno cuando estuvimos ambos fuera de la cafetería—, ¿ese era tu nombre, cierto? —asentí y él continuó— Yo me llamo Diego. Soy el dueño del Café, y las chicas me han comentado que sueles venir seguido. Gracias por escogernos.

Me crucé de brazos y recosté de la pared. Una cosa que no me gustaba de él era que no daba la imagen de ser mal tipo. Quizás si pareciera un imbécil, fuese más sencillo para mí rechazar su acoso hacia Invierno.

—Al grano —espeté sin dejar de mirarlo a los ojos—, no creo que tus intenciones sean agradecerme por venir.

Él me dedicó una sonrisa de boca cerrada y también se cruzó de brazos.

—De acuerdo. Quiero que hablemos sobre Primavera. Catalina me puso al día sobre tu evidente preferencia hacia Prim.

— ¿Y qué? —escupí.

—Primavera es una buena chica. A veces demasiado buena, Aslan. No me extraña que le hayas puesto el ojo porque además de guapa, Prim tiene un aura que atrae a cualquiera que la mire.

Todo eso ya lo sabía. Yo sabía que Invierno era una mujer que a pesar de su orgullo y sus locuras, tenía una calidez interna que invitaba a nunca separarte de ella. Sus ojos transmitían desde la más pura de las alegrías, la más oscura de las desdichas, y la más sincera de las misericordias.

Este tal Diego no tenía que recordarme lo que yo ya sabía, mucho menos hablar de ella con tanta... confianza.

No me gustaba el rumbo de esta conversación.

— ¿A dónde quieres llegar? —pregunté sin mucha paciencia— ¿Quieres que me aleje de ella, es eso?

Diego suspiró.

—Lo único que necesito saber es a dónde quieres llegar con Primavera.

—Mis intenciones con ella no son asunto tuyo. No me digas que quieres que ella sea algo más que tu amiga.

Nunca me había planteado realmente si yo tenía intenciones de llegar a algún sitio con Invierno. ¿Las tenía? No sabía, pero de lo único que estaba seguro era de que me encargaría que su jefe se mantuviera a raya.

Diego se rio de mis palabras.

—Primavera es mucho más que mi amiga —respondió. Mi mandíbula se tensó al máximo y sin poder evitarlo mis manos se convirtieron en puños. Sentí una grave necesidad de callarlo, de no escuchar sus palabras de nuevo—. Todos en este Café somos una familia, y Prim forma parte de ella. Por eso todos estamos preocupados por ella y por tus... visitas.

— ¿Preocupados? —fruncí el ceño, aunque no pude evitar aliviarme un segundo al escuchar que él la consideraba como familia y no como su novia, conquista, o cualquier otra cosa que los involucrara sentimental o sexualmente.

—Primavera ha tenido una vida muy dura. No lo digo solamente por su hija, Belén. Prim es una mujer hermosa de adentro hacia afuera a pesar de las penumbras que le tocó vivir. Todos aquí la cuidamos pues además, es la más joven de nosotros. Más de un cliente ha intentado conquistarla con intenciones banales y superficiales. Así que debo advertirte, Aslan. Si intentas romperle el corazón o tocarle un solo cabello sin su permiso, todos te encontraremos y haremos que te arrepientas de haberlo hecho.

— ¿Me estás amenazando? —pregunté sorprendido. Especialmente porque había dicho aquellas palabras con tanta tranquilidad que ni siquiera sonó como una amenaza.

—Te estoy notificando que puedes invitarla a salir, porque en tus ojos noto las ganas de querer hacerlo. Pero si le haces daño, sufrirás las consecuencias.

¿Por qué demonios todos los trabajadores de ese lugar me amenazaban o golpeaban?

Deberían cambiarle el nombre a Café Violencia.

Yo no era un santo, pero no merecía aquel trato.

—No tengo intenciones de hacerle daño —fue lo que pude decir, relajando un poco mi cuerpo.

Diego entrecerró los ojos, y supe que sus dudas no se habían disipado.

—Entonces, Aslan, ¿cuáles son tus intenciones con Primavera?

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Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora