49. Confesión

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—Cuando tenía trece años tuve un incidente con las amigas de mi hermana —comencé, recordando cada imagen de manera vivida, sintiendo un nudo alojarse en mi estómago—

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—Cuando tenía trece años tuve un incidente con las amigas de mi hermana —comencé, recordando cada imagen de manera vivida, sintiendo un nudo alojarse en mi estómago—. Mis padres no estaban en casa y Florencia, mi hermana, había salido un rato dejándome solo con ellas. Flor confiaba en sus amigas, además yo era tres años menor que ellas así que según mi hermana, nada malo pasaría. Ellas me propusieron jugar, y acepté.

Los ojos azules y delicados de Invierno me miraban con especial atención, y casi podría asegurar que estaba recreando la escena en su cabeza. No me sentía especialmente cómodo contándole algo tan íntimo de mi vida, pero confiaba en que tras abrirme con ella, Invierno haría lo mismo conmigo.

—Al principio pensé que se trataría de algún juego de mesa y luego me explicaron las normas de su juego, que según era popular entre los chicos de su edad. Me pareció divertido al principio. Pero cuando llegó mi turno y me vendaron los ojos, Cynthia me dio un beso en los labios.

— ¿Cynthia? —Preguntó sorprendida y al mismo tiempo con una nota de molestia— ¿La misma bruja que vino hace unas semanas?

Asentí.

—El juego no terminó siendo lo que yo creía. Ellas comenzaron a besarme y a tocarme, pero no me sentía... preparado para eso todavía. Así que me fui corriendo y me encerré en el baño a esperar a que mi hermana llegara. Ellas siguieron gritándome cosas a través de la puerta, a reírse de mi reacción.

Invierno cogió mi mano con delicadeza, mientras su mirada se entristeció y sus labios se entreabrieron. A pesar de que no me gustaba que me mirara de esa manera, me deleitó sentir su mano envolver la mía.

—Esa no es la parte triste de la historia, Invierno —intenté sonreírle, ella permaneció seria—. Ellas comenzaron a contarles a todos en el colegio lo que había ocurrido. Verás, en la adolescencia los hombres buscamos descubrir nuestra sexualidad y hasta tendemos exagerar y mentir con respecto a los encuentros con chicas. Pero cuando todos se enteraron que había rechazado a dos chicas mayores que yo, deseadas por todos, y que de paso, había empujado a una de ellas... comenzaron a molestarme, pues según ellos yo era homosexual.

»Desde allí, todo fue de mal en peor. Al principio solo eran burlas en los pasillos. Pero eso fue evolucionando a golpes en los recreos y cuando entraba al baño. Rompieron todas mis cosas, incluso mis cuadernos y libros. Florencia me ayudó a hablar con mis padres y ellos fueron con el director, quien se comprometió a velar para que no siguieran agrediéndome. Sin embargo, que los profesores me protegieran solo empeoró las cosas. Así que me cambiaron de colegio.

—Aslan... —habló ella sin mirarme, perdida en sus pensamientos. Lucía consternada e incrédula. Tragué fuerte intentando reprimir las sensaciones que me causaba recordar aquella etapa de mi vida— ¿No intentaste hacer que ellas fuesen castigadas? Eran mayores que tú, de cierta manera abusaron de ti al tocarte sin tu permiso.

Suspiré.

—Lo intenté. Pero el director me dijo dos cosas: la primera, eso había ocurrido fuera de las paredes del colegio, así que no era mucho lo que podía hacer; la segunda, él no lo consideró ni abuso ni acoso.

— ¿Cómo que no lo consideró como abuso? —preguntó indignada.

—Qué quieres que te diga —me encogí de hombros—. Si tres chicos de dieciséis le hubiesen hecho lo mismo a una niña de trece, los hubiesen expulsado de inmediato. Pero como fue el caso contrario, no lo ven tan malo porque socialmente se cree que como soy hombre, debería disfrutarlo.

Las mujeres no eran las únicas víctimas de una sociedad machista. En el caso nuestro era una pena que cargábamos en nuestros adentros, porque si intentabas levantar la voz, el propio sistema intentaba ridiculizarte. Si había algo que envidiaba de las mujeres era que podían levantar la bandera contra el machismo y ser vistas por la sociedad como personas fuertes; en cambio si yo pronunciaba una palabra en contra, me disminuirían, y sería objeto de posibles burlas.

Invierno llevó sus dedos a mi frente donde peinó mi cabello, gesto que solía hacer cuando bajaba sus defensas. Me gustaba cuando lo hacía, especialmente porque su rostro adquiría color y sus ojos azules brillaban de una manera casi celestial.

—Ahora entiendo tus palabras el día después de que me besaste en la mano —me sonrió. Su mirada volvió a ser tierna y llena de esa compasión que me hacía sentir más puro, más transparente—. Nunca has sido oscuridad, Aslan. Solo eres luz, que aunque intente ser opacada, brilla de manera inminente.

Invierno no me juzgó, no se burló, no me preguntó porqué no quise estar con las amigas de mi hermana. Ella simplemente me comprendió, y encandiló mi corazón con su sonrisa llena de empatía, de reconocimiento y de orgullo.

—La carta de Pokémon —dije recordando ese detalle, ella se rio ante la mención—, es especial. El último día en ese colegio, ya no tenía cosas que pudieran romper, sin embargo unos chicos de último cogieron todas mis cartas Pokémon, las rompieron y las botaron. Todas excepto una.

— ¿Por qué conservas algo de un momento tan triste?

—No fue un momento triste. Sí, ese día cerré una etapa complicada, pero la carta no me recuerda eso.

— ¿Entonces qué es lo que te recuerda esa carta?

—Los ignorantes pueden quitarte todo lo que lleves encima, pueden golpearte e insultarte. Pero jamás podrán robarte lo más importante que tienes: tus ideas, tus pasiones y tu personalidad.

Invierno solo asintió ante mis palabras y paseó sus dedos por mi barba, de un lado a otro. Inevitablemente cerré los ojos ante su contacto y corrientes de electricidad estimularon mi cuerpo con solo sentirla de esa manera. ¿Cuándo se había apoderado de mí de tal forma?

—Yo también tengo algo que contarte —suspiró. Cuando abrí los ojos, sus manos habían bajado a su regazo, y su mirada parecía querer agujerar el suelo debajo de sus pies—. Es posible que después de esto no quieras verme de nuevo.

—Lo veo difícil —respondí escondiendo un mechón de cabello detrás de su oreja, sus cayeron de nuevo en mí y noté la inseguridad en ellos—. Me parece adorable cómo subestimas el poder que tienes sobre mí. Al principio pensaba que mis días se iluminaban con solo verte, pero de allí surgió otra necesidad: que me miraras de vuelta. Ahora que sé cómo siente tenerte tan cerca, que cada palabra que sale de tus labios calma todos los demonios que viven dentro de mí, te puedo garantizar, Primavera Ríos, que nada de lo que me confieses ahora me hará alejarme de ti, a menos que tú misma me lo pidas.

Los ojos de Invierno se cristalizaron un poco y mordió el interior de sus mejillas con desenfreno, cohibiéndose de hablar o expresar algo tras mi extraña confesión. Ni yo mismo medí lo que salió de mi boca, pero no me arrepentía ni un poco, porque en esas palabras estaban mis verdaderas intenciones.

Ella suspiró con pesadez.

—Entonces espero que sea así —finalmente habló—. Espero que después de lo que estás a punto de escuchar, no cambie esa imagen que tienes de mí ni salgas corriendo.

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Nota de autor: 1,2k palabras porque este capítulo valía la pena, especialmente con esa confesión de Aslan. ❤ No sé ustedes pero yo muero de amor con este hombre. 

¡Espero les haya gustado! Recuerden darle click a la estrellita. Besos y amapuches.

Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora