6. Mírame

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Estrujé mis ojos sin paciencia intentando que la fatiga en ellos se alejara un rato y así poder continuar trabajando en mi computadora

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Estrujé mis ojos sin paciencia intentando que la fatiga en ellos se alejara un rato y así poder continuar trabajando en mi computadora.

Me recosté de mi asiento sin ganas de continuar mientras paseé la mirada por la cafetería para observar a la decena de personas que se encontraba allí, absorta en burbujas invisibles de conversaciones posiblemente vacías pero humanamente necesarias.

Me permití deleitarme de nuevo con el olor a café que inundaba y caracterizaba ese lugar, y me di cuenta que había terminado el mío hacía más de cuarenta minutos. Suspiré pensando en si debía o no comprarme otro. Tenía sueño pero la cafeína no me despertaba.

De hecho, los comentarios de algunos conocidos sobre cómo la cafeína les causaba insomnio me parecían sumamente inexpertos.

Vivíamos en el mundo de la rapidez y la globalización. La mayoría de nosotros consumíamos cafeína desde la adolescencia, ¿a qué millennial le causaría pérdida de sueño una taza de café?

Especialmente los cafés con leche. Yo los bebía por placer, y por tener una excusa para utilizar el wifi de aquel local.

El café de esa tarde había sido uno de los mejores que había probado en mi vida. No me había quitado el sueño, pero sí la concentración.

Mis ojos ahora se dirigieron a la barra donde estaba Primavera charlando animadamente con un señor posiblemente sexagenario, de cabellos blancos y barba incipiente. Los ojos de Primavera se achinaban cuando él viejo la hacía reír, sus mejillas cobraban un color cereza que no había visto antes en otra mujer. Incluso su cabello de destellos naranjas brillaba más al compás de su risa.

De repente, sus ojos se encontraron con los míos como si se hubiese dado cuenta que la miraba a hurtadillas de mi consciencia. Entonces sus cejas se hundieron y sus labios formaron una línea fina, extinguiendo cualquier rastro de alegría en su expresión.

Exhalé exterminando todas mis ganas de consumir otro café ese día —porque no probaría otro que no fuese el suyo— y decidí dejarla en paz con sus sonrisas serenas.

Si de algo estaba seguro era de que aún nos quedaban cientos de tardes para seguir declarándonos la guerra sin necesidad de palabras explícitas.

Hoy solo habíamos tenido la primera batalla.

Y algo me hacía querer volver por otra más.

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¡Hola! Espero les vaya gustando :) Sé que historia corta pero tendrá días de actualización: martes, jueves y sábados.

¡Gracias por leer! Abrazos.

¡Gracias por leer! Abrazos

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Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora