17. Cultiva

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—Lo importante no es ganar, sino participar —Cata intentó consolarme, al mismo tiempo que paseaba el frasco de propinas frente a mi rostro—. Aunque es una lástima, me hubiese gustado verte de los besitos con Aslan.

—Basta ya —rodé los ojos—, no pasó y créeme que no pasará. Así que déjalo, Catalina.

—Ganar es tan reconfortante —suspiró ella con dramatismo mientras colocaba el frasco en su lugar.

Era mejor de esa forma. Sí, había dejado de percibir un buen dinero aquel día, pero después de la escena novelesca de Aslan en la entrada del Café y de que yo le regalara un par de medialunas, creo que ya habíamos tenido suficiente por un día.

Si volvíamos a entrar en contacto creo que todo explotaría.

Estaba apoyada en la caja dándole la espalda a la línea de espera vacía como si eso pudiera ayudarme a descansar los pies. Creo que solo estaba somatizando el estrés que me había causado la noticia de Diego.

A mi lado, Cata se aclaró la garganta varias veces así que cuando me giré para verla, me hizo una seña disimulada con las manos para indicar que me volteara.

Cuando lo hice mi rostro se frunció por completo al encontrarme a Aslan, que parecía examinar uno de los pequeños carteles con nuestras promociones.

Finalmente me miró cuando cayó en cuenta que lo observaba. Parecía estarse debatiendo con algo, parecía librar una lucha interna la cual no expresaba con palabras. Lo único que hacía era mirarme y no decir absolutamente nada.

Y eso era bastante extraño. Tras unos segundos, solo me sentí incómoda.

— ¿Puedo ayudarte con algo, Aslan? —le pregunté sin saber hacia dónde mirar.

—No —se encogió de hombros—, solo vine a despedirme.

Cata y yo nos miramos completamente sorprendidas. ¿Aslan despidiéndose de nosotras?

—Esto sí que es una novedad —confesé cruzando los brazos en mi pecho.

—Me dijiste que no sé cultivar el afecto de las demás personas hacia mí y por eso no me tratas como a tus otros clientes —entrecerró los ojos y me miró con un poquito de superioridad, jugando con mis propias palabras.

Yo no había dicho exactamente eso. Pero si le servía para ser mejor cliente, pues bienvenida su nueva actitud.

—De acuerdo —respondí entre la sorpresa y el escepticismo.

Leyó el nombre en la plaquita de mi amiga y luego le sonrió con una naturalidad que pensé que no existía en él. Aslan nunca sonreía. Conmigo había comenzado a hacerlo pero creía que era por simple sadismo.

¿Qué está pasando aquí?

—Adiós, Catalina —le hizo un gesto con la mano y luego se acercó a mí.

Lo siguiente que hizo me dejó sin palabras.

____

Nota de autor: Sí, soy todavía más cruel que Aslan al dejarlas así. 

Sé que los capítulos son cortitos, pero el género de esta obra es historia corta y así es más o menos el estilo.  ¡Gracias por continuar acá! Abrazos.

Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora