63. Enamorado

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Advertencia. Es posible que mueran de amor. 

Esta no era mi manera usual de hacer las cosas

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Esta no era mi manera usual de hacer las cosas.

Pero siempre hay algo que te obliga a ir más despacio, a tomarlo con calma, a disfrutar el momento, a simplemente entregar.

Y ese «algo» eran mis abrumadores sentimientos hacia Primavera Ríos, alias, el invierno más cálido de mi existencia.

No era tonto, sabía cuánto significaba este momento para ella. Por más que yo considerara especial nuestra primera vez juntos, sabía que para ella esto era mucho más. A Invierno le habían insertado la idea de que el sexo era solo para retribuir, para pagar por algo que no necesitaba ser recompensado. Ella jamás había disfrutado el sexo con otra persona y lo veía como algo doloroso, traumático y vacío. O al menos hasta hacía muy poco tiempo.

Que ella me escogiera a mí para cambiar esa perspectiva, me hacía sentir privilegiado y al mismo tiempo ello conllevaba una carga de responsabilidad que me inquietaba, y siendo completamente honesto, también me ponía nervioso. Digamos que, si lo hacía todo mal, creo que Invierno optaría por el celibato y la vida sin relaciones sexuales por el resto de sus días.

Bueno, quizás estaba exagerando. Pero los nervios me volvían exagerado, y quizás un poco egocéntrico.

Cuando llegamos a su habitación la invité a acostarse en la cama. Su pecho subía y bajaba con rapidez, y ya había comenzado a transpirar un poco. Estaba nerviosa. Solo pude sonreírle. Cogí su brazo y comencé a besar cada una de las pequeñas cicatrices que tenía. No eran tan notorias, pero sí que tenía en varias partes de su cuerpo. ¿Cómo se las habría hecho ese desgraciado? ¿Cómo pudo ella sufrir tanto y aun así ser tan comprensiva y llena de gracia? Me atrevería a decir que algunas en sus costados parecían quemaduras... ¿de cigarrillos? Intenté no pensar en ello o terminaría molestándome y arruinando este momento, tan único y especial para ella.

Mis labios siguieron acariciando sus pequeñas marcas, como si intentara borrarlas de alguna manera. Bajé hasta su vientre y antes de poder seguir descendiendo, me detuvo.

—No, eso no —pidió con las mejillas coloradas.

—Si lo que tienes es vergüenza, te recomiendo que intentes deshacerte de ella. Conmigo no tiene que avergonzarte nada.

En el mismo momento que mis labios hicieron contacto con su feminidad, inhaló aire sonoramente. Continué mi tarea y todo mi interior se estremeció cuando la escuché disfrutar y contorsionar su cuerpo de placer.

A los hombres nos reconfortaba saber que una mujer disfrutaba de nuestras hazañas íntimas, pero en este caso, me sentí distinto. Más allá de conforme, me sentía... feliz. Feliz de ser la persona que le estaba haciendo vivir una experiencia nueva y la estaba haciendo redescubrirse como mujer.

Cuando terminó, subí un poco hasta que mis ojos entraron en contacto con los suyos, los cuales parecían perdidos, desconcentrados y ciertamente, brillantes. Me reí ante su expresión, y le di un corto beso en los labios.

—No sabía que sentirse de esta manera era humanamente posible —confesó con su respiración agitada.

—Todo es posible cuando te dejas llevar un poco, Invierno.

— ¿En algún momento dejarás de llamarme Invierno?

—No. Y no es negociable.

Escucharla reír causó una revolución en mis adentros que solo pude calmar robándole un beso, el cual se fue intensificando cada segundo hasta que ambos sabíamos que era el momento.

Hacerle el amor a Invierno esa noche fue tan inesperado como mágico.

Mi piel no dejó de estar erizada en ningún momento mientras se apoderaba de mí una avalancha de sentimientos indescriptibles. Mis manos recorrieron cada centímetro de su piel, sintiéndola más suave que la mejor y más pura de las sedas, tornándola adictiva para mis sentidos. Mi mente se nubló por completo y solo podía prestar atención a sus sonidos, a sus tímidos gemidos, y los «te quiero» que me respondía cuando yo le decía lo mismo.

Estábamos necesitados uno del otro, y no desde un punto de vista carnal. Era como si toda nuestra reducida existencia, llena de traumas, dolores y personas desagradables, finalmente cobrara sentido porque solo esas experiencias habían hecho que estuviésemos juntos ahora.

Era como si encontrarla hubiese estado escrito desde el principio. Como si el destino hubiese querido que yo le enseñara lo que era el amor sin dolor, y ella me enseñara a mí lo que era el amor sin ningún tipo de juicios.

Estaba perdidamente enamorado de Primavera Ríos.

Y debido a eso, haría todo lo que estuviese en mis manos para recordárselo todos los días. Para amarla todos los días. Para ayudarla con Belén todos los días.

Para hacerla feliz por el resto de nuestros días.

_____

Nota de autor. Bueno, ya con éste cap cerramos la fase melosa de la historia (melosa pero necesaria). Ya queda muy poco para terminar. Intentaré que sea el 30 de agosto, y es probable que culminemos con un maratón con los 4 últimos capítulos. 

¿Cuál ha sido su momento preferido hasta ahora? 

¡Besos y gracias por quedarse! 

¡Besos y gracias por quedarse! 

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Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora