65. Emocionada

51.7K 6.7K 2.2K
                                    

Como todos los miércoles, llegó mi día libre del trabajo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Como todos los miércoles, llegó mi día libre del trabajo. Para aprovechar la última semana de vacaciones de Belén, Aslan sugirió que pasáramos los tres un día juntos paseando por la ciudad. Era importante porque sería la primera vez que Aslan y yo saldríamos con Belén como pareja.

Ella era muy pequeña para comprenderlo, aun así toda la situación me ponía ligeramente nerviosa.

—Te aseguro que se va a volver loca con los patos que hay en los bosques de Palermo —aseguró él mientras caminábamos a la parada de autobús.

— ¡Patos! —repitió ella— Quiero jugar con los patos.

— ¿Sabes que los patos pueden atacar a los niños, cierto? —Le pregunté a él frunciendo los labios— No son tan inofensivos como muchos creen.

—Son solo unos paticos, Invierno. La gata en celo, tenía razón: eres muy sobreprotectora.

Llegamos a la parada y Belén volteó a vernos con curiosidad.

— ¿Qué es «en celo»?

Aslan me sonrió con malicia y luego se agachó para estar a la altura de la niña.

—Significa cachonda. Pregúntale a tu mamá qué significa esa palabra.

—Mami, ¿qué es cachonda?

Dios mío. Iba a matarlo. Iba a cortar su cabeza y hacer que todos los patos de la ciudad se la comieran.

—Significa estar muy... emocionada por algo, cariño.

Emulé un «voy a matarte» con los labios dirigido a Aslan quien escondía una sonrisa traviesa. Cuando busqué mi celular para enviarle un mensaje a Teresa, me di cuenta que no lo cargaba encima. Lo había dejado en casa. Lo único que me faltaba.

—Quédense aquí cinco minutos —pedí—. Iré a casa rápido a buscar algo y ya regreso. No. Se. Muevan —tajé con autoridad inminente.

Aslan asintió y cogió la mano de Belén para sentarse en uno de los bancos.

— ¡Rápido, mami! Estoy cachonda.

Todos los adultos que estaban cerca voltearon a vernos con horror tras no comprender lo que la niña en realidad quería decir. Aslan se cubrió la boca con la mano para evitar soltar una carcajada, y yo contuve todo mi ser para no golpearlo en el rostro.

—No es gracioso —espeté—. Tienes hasta que regrese para enseñarle porqué no debe usar esa palabra.

—Sí, mi coronela —respondió como militar.

Afortunadamente mi casa solo quedaba a una calle y media de la parada de autobús, así que aceleré el paso para que no tuvieran que esperar demasiado por mí. Una vez en la casa, busqué mi celular con desesperación y no supe cómo llegó a parar debajo de la cama.

Aproveché para mandarle un mensaje a Teresa. Ella llegaría en algunos minutos y creo que traería acompañante esa mañana, así que lo prudente era avisarle cuando se encontrara la casa sola.

Me eché un último vistazo en el espejo solo para comprobar que todo seguía en orden, y en ese momento escuché la puerta. Quizás Teresa estaba comprobando que la casa estuviese sola, o Aslan me habría seguido con la niña, desobedeciéndome como siempre.

Abrí la puerta y me quedé helada ante la imagen. Se me puso la piel de gallina y sentí un escalofrío recorrer mi espina dorsal.

Seguía luciendo igual a como le recordaba, con el cabello rubio solo que ahora más despeinado; ojos azules como los míos, y una presencia tan imponente como aterradora.

—Hola, Verita. ¿Me extrañaste?

—Jorge —balbuceé.

Un beso por medialunas © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora