136) Extraños amigos

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El ruido penetró en mi subconsciente de manera paulatina. Lo atribuí a mi propio sueño en un principio. Pero poco a poco me di cuenta de que ese ruido en realidad estaba dentro de mi habitación. Cuando comprendí eso, las garras del miedo se hundieron en mis entrañas, desgarrándome de forma lenta. Tras escuchar el mismo ruido durante un minuto, llegué a imaginar a un monstruo arrastrándose hacia mi cama. El ruido cesaba durante unos segundos (y yo imaginaba al monstruo tomando impulso) para luego volver a repetirse. ¡Y era dentro de mi apartamento!

Al fin, harto de ese ruido y del miedo que me provocaba, decidí encender las luces y salir de dudas de una vez por todas. Qué más daba si era un monstruo que llegaba para arrebatarme la vida. Bastante poco afortunada era ya ésta, como para ahora temer perderla.

Accioné el interruptor y la luz amarillenta de mis focos baratos bañó mi viejo y polvoriento apartamento. Allí, a un escaso metro de mi cama, había un monstruo. Lo primero que hice fue soltar un alarido y encogerme entre las mantas. El monstruo también reaccionó; dio media vuelta y se arrastró hacia la ventana, cuyo marco abierto indicaba a las claras por dónde se había colado el intruso. No me fue difícil descubrir que el monstruo en cuestión (que más bien parecía un perro) parecía herido. La sangre en el piso así lo atestiguaba, así como su lento y torpe arrastrar. Seguramente había contado con matarme antes de que yo despertara. ¡Mala suerte por él!

Salté de la cama, envalentonado por el estado de mi atacante, y recurriendo a mis viejas muletas, fui a por el cuchillo más grande de mi cocina. Cuando llegué junto a la criatura, que de forma torpe intentaba subir al alfeizar, le di con la muleta para que se diera vuelta. La impresión fue tan fuerte que perdí el equilibrio y caí con el trasero.

Al principio me había parecido un perro, por el pelaje y las orejas principalmente. Pero al darle la vuelta, ya no supe que pensar. Su cara era simiesca, sus manos casi parecían humanas, y estaban dobladas en ángulos antinaturales que dejaba ver el hueso muy cerca de los codos. Aquella cosa, fuera lo que fuera, tenía los brazos quebrados. Su agonía debía ser terrible. El rabo y las piernas parecían de perro, y en su vientre, poco más arriba de un grueso pelaje que estuve seguro cubría su sexo, tenía una especie de bolsa, como un ombligo con pliegues, sólo que del tamaño de un puño.

¿Qué demonios era aquello?

Lo primero que pensé fue en deshacerme de él lo antes posible, pero descubrí que el cuchillo había escapado de mis manos. No importaba, sólo tenía que levantarme, recuperar el arma, y cumplir la faena. El monstruo se dio la vuelta y empezó a acercarse, arrastrándose, imaginé que una de sus piernas también estaba dañada. Sentí miedo, entré en pánico, y también empecé a arrastrarme, sólo que hacia atrás, procurando alejarme de aquel ser pesadillesco cubierto de sangre.

―¿Hey, cojo de mierda, qué es ese ruido? ―Gritó mi amable vecino en el apartamento de al lado. Un maldito gordo que en todos los años que llevábamos siendo vecinos, nunca se había dignado a llamarme por mi nombre.

No le respondí. Pero dejé de escapar. Tenía miedo de aquella cosa horrible que lentamente se acercaba a mí, empujándose con sus patas traseras, su rostro simiesco fijo en el mío, sus manitas quebradas a los costados... Pero ese grito del señor Ángel, me hizo recordar la realidad de mi vida. Sin la pierna izquierda, marginado, en un trabajo de mierda que apenas me daba para sobrevivir, sin familia que se preocupase por mí, sin novia, sin esperanzas de un futuro mejor, las lágrimas brotaron como arroyos de mis ojos y me olvidé del miedo. Mi vida no tenía sentido, muchas veces había pensado en quitármela, pero fue hasta esa noche que decidí que estaba listo para perderla; así fuera a manos de un adefesio.

Cerré los ojos y esperé. La criatura mitad simio mitad perro siguió acercándose. Pero cuando estuvo cerca de mi rostro, lo que hizo fue lamer mi mejilla con una lengua áspera y cálida, limpió mis lágrimas y, por alguna razón que no alcanzo a comprender, me sentí mejor. Al instante siguiente estaba riendo.

Cuentos de terror ✔Where stories live. Discover now