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NARRA JADE

Ahí estaba yo, feliz de la vida escogiendo que color de esmalte usaría para mis uñas.
Nunca fui buena tomando decisiones, por lo que de seguro me tomaría varios minutos elegir un color.

- Hey – dijo una voz femenina entrando a mi habitación.

- Hola, Pez – saludé sonriente a mi mejor amiga.

- ¿Como estás? –preguntó suavemente y pude ver su mirada llena de preocupación.

- Bien – respondí ladeando la cabeza, un tanto confundida por su actitud.

- Supe que tú y Jed rompieron – habló antes de que pudiera decir algo más. Mi ceño se frunció levemente.

- Ah, eso – exclamé indiferente, pues realmente no me interesaba hablar de eso – Oye ¿prefieres el violeta o el amarillo? – le enseñé los dos frascos de esmalte.

Ella me miró incrédula.

- ¡¿Acabas de romper con tu novio y me preguntas que color de esmalte prefiero?! – se alteró.

- No fue la gran cosa, Perrie – dije con tranquilidad  – No me voy a deprimir por eso. La vida continúa ¿no?

- Vaya, creo que esto no te afecto ni en lo más mínimo – sus hombros se relajaron mientras se sentaba junto a mí.

- Tienes razón, no me afectó ni un poco – dije con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¿Y eso? – me miró con una ceja alzada.

- Supongo que nunca estuve enamorada – me encogí de hombros.

- ¿Entonces por qué empezaste a salir con él? – preguntó confundida.

- Para acercarme a la persona que realmente me interesa – fijé mi mirada al piso.

- ¿Eso quiere decir que usaste a mi hermano? – preguntó haciéndose la ofendida.

- ¡¿Que?! ¡Claro que no! – exclamé – Él solo me ayudó un poco.

- Aunque sin saberlo – soltó una pequeña risa.

- Exacto – asentí.

Hubo un largo silencio, pero no fue incómodo. Era uno de esos silencios de suma concentración en los que intentas ordenar las ideas en tu cabeza.

- Entonces... - empezó la rubia - ¿Se puede saber quién es el afortunado? – me miró con picardía, solo para molestarme.

- En realidad es una chica – solté como si nada. Ella me miró con los ojos bien abiertos, haciéndome reír un poco.

- ¡¿Que?! – parecía que le iba a dar un infarto.

- Eso, me gusta una... - no pude terminar la frase, ya que un grito proveniente de la cocina me interrumpió.

- ¡La cena está lista! – era mi madre.

- ¡Vamos enseguida! – grité de vuelta.

Nos levantamos del suelo de mi habitación para dirigirnos a la puerta. Antes de salir, Perrie me detuvo.

- Esta conversación aún no termina, Thirlwall– dijo amenazante.

Solté una risa irónica mientras negaba con mi cabeza.

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- Señora Thirlwall, esto se ve delicioso – exclamó Perrie admirando la gran variedad de ensaladas que había preparado mi madre para cenar.

- Gracias cariño – dijo ella con una sonrisa - Pero ya te lo he dicho antes, llámame Norma.

- Lo siento, Norma – se disculpó mi amiga.

Love me baby, pleaseWhere stories live. Discover now