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NARRA JADE

Al llegar a mi casa mi madre nos recibió con un cálido y reconfortante abrazo. Me quedé observando como Perrie sonreía tiernamente entre los brazos de mi madre. Por lo que pude ver hace un par de días, su relación con su madre no era para nada convencional, por eso asumí que Norma era la figura maternal que le hacía falta. Eso hizo que mi corazón se estrujara de felicidad y comprensión.

- ¿Cómo te encuentras? - preguntó mi madre con la voz suave y cargada de cariño.

-  Bastante mejor, Norma - respondió mi amiga con una sonrisa - Pronto estaré bien.

- Ese es el espíritu - exclamó haciéndonos reír a ambas.

Finalmente subimos a mi habitación y aprovechamos de hacer la tarea que nos dejó la maestra de geometría. Dividimos el trabajo en dos partes porque así sería más rápido terminar. 

Yo ya había acabado con lo que me correspondía y al ver a la rubia frente a mí, supe que estaba batallando con un ejercicio. Me moví en la cama para quedar a su lado y apoyé mi mentón en su hombro para observar su libreta. 

- No entiendo qué hice mal - murmuró con su mirada fija en la libreta llena de números - No me sale el resultado.

Ladee un poco mi cabeza para verla y vi que su ceño estaba fruncido y su labio inferior sobresalía. Mi pecho se inundó de profunda ternura, por lo que no pude evitar darle un pequeño beso en la mejilla. Ella volteó a verme sin cambiar la adorable expresión en su rostro. Apreté su nariz provocando que la arrugara. No podía con tanta ternura.

Volví mi vista a la libreta y rápidamente encontré el error.

- Me parece que usted, señorita Edwards, debe practicar las tablas de multiplicar - la miré unos momentos y luego señale la parte en donde se encontraba el error. Sus ojos se abrieron para luego darse un golpe en la frente.

- Dios, soy una idiota - dijo mientras corregía el ejercicio. 

- No, no lo eres - besé por segunda vez su mejilla y me levanté de la cama.

Luego de que al fin acabamos con nuestra tarea, ofrecí mirar una película en mi laptop, a lo que ella aceptó feliz. 

A petición de Perrie, vimos Frozen. Cantamos a todo pulmón cada una de las canciones mientras bailábamos por toda la habitación. Parecíamos un par de niñas, pero ni siquiera nos importó. Lo único que deseaba era que mi amiga olvidara por un momento lo que estaba ocurriendo, que se relajara, y al parecer lo estaba logrando.

Toda la diversión acabó cuando mi madre subió a decirnos que bajáramos la voz, ya que unos vecinos se estaban quejando del ruido proveniente de nuestra casa.

- Es injusto - hablé cruzándome de brazos y frunciendo el ceño, como si estuviera por hacer un berrinche.

- Ya lo sé - exclamó la rubia - Nuestras voces son hermosas. Deberían sentirse afortunados de poder escucharnos cantar gratis.

- Tienes razón - le seguí el juego - Incluso podríamos audicionar para un programa de talentos. 

- Estoy segura de que ganaríamos - afirmó con convicción - Nos haríamos famosas.

Nuestros rostros estaban completamente serios, pero al mirarnos no pudimos contener la risa. Empezamos a soltar carcajadas hasta que ambas nos quejábamos de dolor de abdomen.

- Somos un par de tontas - dije cuando nuestras risas cesaron.

- Lo sé - dijo limpiando lágrimas falsas de su rostro.

Love me baby, pleaseWhere stories live. Discover now