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NARRA PERRIE

Se me hizo imposible dormir esa noche. Cada cierto tiempo aparecía la imágen de Jade en mi cabeza, la manera en que me miró antes de irse de ese parque. Estaba segura de que ella me odiaba por ser tan cobarde y débil.

Además, recordaba la discusión que había tenido con mi madre. La forma en la que me humilló al golpearme; su mirada de decepción y... asco.

Le daba asco a mi propia madre.

¿No se supone que es ella la que me debe proteger de eso? ¿Del odio de la gente? ¿De la humillación?

Bueno, supongo que estaba equivocada.

Me sentía molesta, indignada y, sobre todo, herida.

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- Buen día - saludó mi hermano cuando entré al comedor - Vaya, te ves de la mierda - y ahí estaba, el verdadero Jed.

- Buen día hermanito - le sonreí con hipocresía mientras revolvía su cabello castaño - Pues sí, también me siento de la mierda.

Me acerqué a la cafetera y me serví un poco de ese líquido amargo que resultaba ser tan adictivo.

- ¿Qué ocurrió? - preguntó y ahora parecía preocupado. Lo miré con el ceño fruncido mientras pensaba en una excusa creíble.

- Nada, no es nada - respondí con una sonrisa. Por suerte, él no me conocía lo suficiente para saber que estaba actuando, así que se encogió de hombros y siguió comiendo de su tazón de cereales.

Puse la taza entre mis manos para sentir un poco de calidez en ellas.

Luego de unos minutos, Emma llegó para preparar su desayuno y, de esa forma, los tres comimos juntos esa mañana. Algo inusual en esa familia, por cierto.

- ¿Cómo estuvo tu viaje? - preguntó mi hermana antes de morder un pedazo de tostada.

Sentí un sabor amargo en mi boca, y les aseguro que no fue el café, al recordar el asombroso viaje que hice con la castaña.

- Bueno... - me aclaré la garganta - Estuvo genial - dije sin tener muchas ganas de hablar de eso.

No quería hablar de lo maravilloso que fue ese viaje, pues recordaría absolutamente todo lo que sucedió en él. Los besos, las caricias inocentes, la tranquilidad que me transmitía estar abrazada a su cuerpo, todo.

Básicamente recordaría todo lo que perdí por ser una cobarde.

- ¿Y volverán a viajar juntas lo que queda del verano? - preguntó esta vez Jed. Lo miré extrañada - Ya sabes, a lugares cercanos. No creo que se vayan a la otra punta del mundo.

Un nudo se formó en mi garganta, ya que de hecho si tenía planeado verla el resto del verano.

Haríamos picnics, veríamos películas románticas para burlarnos de lo cliché que eran, incluso nos quedaríamos despiertas una noche completa solo para ver el amanecer. Pero ya nada de eso era posible, porque me encargué de alejarla antes de poder hacer todas esas cosas.

- No, ella no la volverá a ver - la voz de mi madre apareció de la nada.

Levanté la vista de mi taza de café para encontrarla con los vasos cruzados y una perceptible actitud altanera.

- ¿Por qué dices eso, mamá? - preguntó Emma con el ceño fruncido.

Todo se quedó en silencio durante unos segundos. Jed parecía estar incómodo con su presencia y honestamente no podía culparlo.

- Porque este verano nos dedicaremos a unir a nuestra familia - explicó con una sonrisa. Y aunque me cueste admitirlo, esa idea me causó un poco de emoción.

- Okey, pero eso no significa que no podremos salir con nuestros amigos ¿verdad? - habló Jade con el rostro serio.

- Me gustaría que pasemos la mayor cantidad de tiempo juntos - respondió mi madre sin borrar esa sonrisa que ahora parecía forzada.

Suspiré pesadamente antes de levantarme de mi taburete con la intención de salir rápidamente de ese lugar. Pero al pasar junto a mi madre, esta me agarró firmemente del brazo aprovechando que mis hermanos estaban distraídos en su conversación.

- Espérame en la sala - me susurró con autoridad - Tenemos que hablar.

Tragué saliva y simplemente asentí, mirándola con rencor y soltandome de su agarre.

Justo como me había pedido, me dirigí a la sala y me senté en uno de los sillones.

Mi pierna derecha temblaba incontrolablemente y mis manos empezaron a sudar. Estaba ansiosa. No sabía lo que me diría esta vez.

- Bien - la voz de mi madre me sacó de mis pensamientos. Se sentó junto a mí y me miró con seriedad - ¿Dónde estuviste ayer por la mañana?

Tragué en seco.

- Fui a pasear a Hatchi - respondí sin apartar mi vista de sus ojos. No debía pensar que me sentía intimidada por ella.

- No te creo - habló con firmeza - De seguro fuiste a besuquearte con tu amiga ¿no es así?

Mi rostro se enrojeció de la furia.

- ¿Y qué si lo hubiera hecho? - la miré desafiante - ¿Por qué te molesta tanto? ¿eh? ¡Es mi vida! - dije subiendo mi tono de voz.

- No me hables así o... - estaba por amenzarme, pero la interrumpí con una risa incrédula.

- ¿O qué? - pregunté - ¿Volverás a golpearme?

Y eso fue justo lo que hizo.

Su mano impactó contra mi mejilla tal cual había hecho días atrás.

La miré con rencor antes de salir de ahí. Me encerré en mi habitación, pero esa vez no me permití llorar. No iba a llorar por algo que no valía la pena.

NARRA JADE

Desperté con un fuerte dolor de cabeza, lo cual no me extrañó considerando que me dormí entre lágrimas.

Salí de mi cuarto y bajé perezosamente las escaleras. Fui a la cocina y bebí dos vasos de agua. Tenía la garganta seca, como si no hubiera probado una gota de agua en meses.

Subí de vuelta a mi habitación y me metí al baño. Nunca había demorado tanto en la ducha, pero necesitaba relajarme y aliviar el estrés acumulado en mis hombros.

A penas salí de mi habitación mi celular, que se encontraba en mi mesita de noche, empezó a vibrar. Eran mensajes. Pero ¿de quién?

Mi corazón empezó a latir con fuerza, pues había una posibilidad de que Perrie haya enviando esos mensajes. Tal vez quería hablar y arreglar las cosas. O tal vez solo quería dejarme en claro que nunca seríamos algo. Ambas opciones me ponían los pelos de punta.

Luego de estar un par de minutos mirando el aparato encima del mueble, decidí ver de quien se trataba.

Love me baby, pleaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora