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Cuando bajé al comedor para cenar, vi que James ya estaba en la mesa mientras mi madre servía sopa en tres platos. No tenía hambre, pero era consiente de que si no comía, mi madre empezaría a preocuparse. 

Me senté frente a mi hermano en completo silencio y de inmediato el ambiente se puso tenso. Mi madre pareció notarlo, pues apresuró sus movimientos para poder sentarse junto a nosotros y al fin comenzar a cenar. 

Al principio fue todo incómodo, mi madre intentaba sacar tema de conversación pero siempre uno de los dos se quedaba callado. Era como si no pudiéramos estar en el mismo lugar y sabía que mi madre empezaría a hartarse de la situación. Por suerte mantuvo el control.

Luego de unos largos minutos decidí concentrarme en alimentar mi estómago, justo como Perrie había dicho. Una estúpida sonrisa se asomó en mis labios al recordar a mi mejor amiga.

- ¿Qué sucede? - escuché que mi madre se dirigía a mí, por lo que levanté la vista de mi plato para mirarla expectante - ¿Y esa sonrisa? 

- Emh - carraspeé sintiendo mis mejillas arder - No es nada, solamente recordé un chiste.

Mi madre soltó una gran carcajada mientras negaba con su cabeza.

- No eres buena mintiendo, cariño - se burló. Puse los ojos en blanco.

- Bien, es que hablé con Perrie hace un rato y me dijo que se sentía mejor - expliqué con una pequeña sonrisa - Se notaba más animada.

- Eso es muy bueno - asintió mientras se llevaba una cucharada de sopa a la boca - Te dije que las cosas iban a mejorar.

Asentí en silencio. Realmente no estaba segura si desde ese momento Perrie solo iba a mejorar, pues en este tipo de situaciones hay altos y bajos, pero esperaba que ella acudiera a mí en sus días malos. No quería que pasara por todo eso sola.

- ¿De qué me perdí? - la voz de James sonó curiosa y un tanto nerviosa. Lo miré unos segundos, teniendo una batalla interna, intentando decidir si sería buena idea contarle. 

- Perrie no la está pasando muy bien ahora - murmuré jugando con el contenido de mi plato.

- ¿Qué sucedió? - preguntó preocupado. Sabía que la rubia era importante para él, aunque nunca fueron tan cercanos.

Yo seguía cuestionándome si debía confiar en mi hermano o no. 

Al final decidí que no era mi deber contarle algo que no me había sucedido a mí. Si Perrie quería compartir eso con mi hermano, pues ella lo haría. 

- No me corresponde decirte, James - dije luego de unos segundos. Lo miré un tanto arrepentida, pero sabía que estaba haciendo lo correcto.

- Está bien, entiendo - respondió él con una pequeña sonrisa que de inmediato devolví. 

Luego miré a mi madre que veía nuestra interacción con una sonrisa en el rostro. Asumo que estaba feliz de que las cosas entre mi hermano y yo se estuvieran arreglando de a poco.

Volví mi vista al plato frente a mí que estaba prácticamente lleno. Solté un largo suspiro mientras seguía mezclando su contenido.

- ¿Qué ocurre, cariño? No haz comido nada - mi madre llamó mi atención con su voz llena de preocupación.

- No tengo hambre, mamá - murmuré desganada. Su expresión cambió de inmediato - Pero supongo que tendré que comer de todas formas.

- Buena chica - dijo ella con una sonrisa. 

Cuando al fin terminé la cena, fui corriendo a mi habitación con la esperanza de encontrar a mi mejor amiga en línea. Sentía la enorme necesidad de hablar con ella, a pesar de que no habían pasado más de dos horas desde que chateamos por última vez.

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