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NARRA JADE

Todo era hermoso en esa parte del mundo; el clima era increíble, muy diferente a South Shields. Allí todo parecía ser más cálido, incluyendo a las personas.

Llevaba dos días en Miami y hasta el momento la estaba pasando de maravilla. Esa misma mañana Danielle y yo fuimos a surfear, lo que al inicio me pareció una idea aterradora, pero terminé disfrutándolo. Mi prima me acompañaba siempre pues yo no conocía la ciudad y no tenía intenciones de perderme.

En ese momento nos encontrábamos en el living de su departamento viendo una película. Realmente solo yo le estaba prestando atención pues Danielle se quedó dormida a la mitad.

- Hey - susurré picando su hombro con mi dedo - Despierta.

- Jade - gruñó alargando mi nombre - Déjame en paz - se removió hasta quedar lejos de mí.

- Si duermes aquí te quebrarás la espalda - le advertí, aunque estaba exagerando pues el sofá no era tan incómodo.

- Ugh - gruñó de mal humor - Está bien - se levantó algo somnolienta dirigiéndose a su habitación.

- Sueña con los angelitos - grité burlándome de ella.

- Jódete - respondió enseñándome su dedo corazón. Simplemente me reí.

Llevábamos años sin tener algún tipo de contacto y solo bastaron un par de días para que empezaramos a actuar como hermanas.

Cuando estuve segura de que mi prima estaba en su habitación, me dirigí a la de invitados, la cual sería mía por esas semanas.

Revisé la hora en mi celular descubriendo que no podría llamar a mi madre por la diferencia de horario.

Me di una ducha rápida, quedando lista para ir a la cama.

Y entonces llegaron los pensamientos de siempre.

Empecé a preguntarme qué haría luego de esas semanas en Miami, ¿tendría que volver a lo mismo de siempre?, esa idea me parecía agotadora de cierta forma. No me malinterpreten, amaba mi vida en South Shields pues era mi hogar, pero últimamente solo quería correr de ahí, escapar.

Luego, como era lo usual, empecé a recordar todo lo que sucedió durante esa semana en Bora Bora. Y sin darme cuenta estaba derramando un par de lágrimas sabiendo que todo eso había acabado.
Estaba molesta, impotente y triste. No importaba los esfuerzos que pusiera en olvidar ese tema, los recuerdos siempre volvían.

Fui a ese lugar a relajarme y apartar esa clase de recuerdos, pero parecía una misión imposible.

Sequé mis lágrimas bruscamente y, en mi mente, me dispuse a disfrutar de los días que me quedaban en ese fantástico lugar. No había tiempo para lágrimas ni lamentos, así que simplemente tendría que superarlo de alguna forma.

NARRA PERRIE

Estaba cansada de tener que encerrarme en mi habitación para evitar todos los problemas que me esperaban fuera de ella, por esa razón decidí que era suficiente y simplemente salí.

Mi intención era buscar a mi hermana para poder hablar con ella. Quería disculparme y simplemente estar bien.

Primero me dirigí a su habitación, pero como era de esperarse, según lo que me comentó Jed, ella no se encontraba ahí muy a menudo.

Bajé a la primera planta para seguir buscando, pero antes de siquiera poder pisar el último escalón, mi madre apareció.

- Hasta que te dignaste a salir de "tu cueva" - dijo mirandome con una sonrisa sarcástica.

Apreté mis puños, sin ser realmente consiente de que estaba enterrandome las uñas en la palma de mi mano.

Sentí el impulso de darme media vuelta y volver a mi habitación, pero lo detuve, pues ya estaba harta de huir.

- Algún día debía pasar - finalmente respondí en un tono neutral. No deseaba que viera todo el revoltijo de emociones que su sola presencia me producía. Era una mezcla de rabia y miedo que no sabía controlar hasta el momento.

Mi madre se quedó en silencio, simplemente mirándome de arriba a abajo, como si estuviera juzgando mi apariencia. Estaba por decir algo cuando escucho un fuerte portazo que me interrumpe.

Ambas volteamos a ver la puerta principal encontrándonos con Emma, la cual al notar nuestra presencia decide ignorarla y seguir con su camino hacia las escaleras. Pasa por mi lado rápidamente, haciéndome sentir invisible.

Con un sabor amargo en mi boca decido seguirla.

Cuando llegó a la segunda planta, se dirigió desesperadamente a su habitación y simplemente se encerró.

Me quedé frente a su puerta cuestionándome si debía entrar o no. Por un lado no quería que se enfadara pues solo empeoraría las cosas, pero por otro lado esa era la única oportunidad que tenía para hablar con ella.

Finalmente decidí dar tres golpes a la puerta, lo cual fue inútil ya que no recibí respuesta.

No me quedó otra opción que abrir por mi propia cuenta.

Love me baby, pleaseWhere stories live. Discover now