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NARRA JADE

Estaba plácidamente dormida cuando escuché el molesto sonido de mi celular. No recordaba muy bien dónde lo había dejado, pero aún así comencé a palpar debajo de mi almohada. Lo encontré.

Era una llamada perdida de mi madre, en realidad, una de muchas. Olvidé avisarle que me quedaría con Perrie.

Me levanté cuidadosamente de la cama para no despertar a mi amiga que, por suerte, tenía el sueño pesado. Me encerré en el baño de su habitación y llamé a mi madre.

- Jade Amelia Thirlwall - fue lo primero que dijo al tomar mi llamada - ¿Me puedes decir dónde diablos estás? - se escuchaba realmente molesta.

- Estoy en casa de Perrie - murmuré con la voz somnolienta.

Escuché un largo y profundo suspiro de su parte.

- ¿Por qué no me avisaste? Estaba preocupada - dijo un poco más tranquila.

- Lo lamento, hubo una emergencia y se me olvidó llamarte - expliqué frotando mi ojo izquierdo con el puño de mi mano. Estaba cansada.

- ¿Qué sucedió? - ahora se oía preocupada.

- Su padre... él está grave en el hospital, mamá - respondí con la voz temblorosa, recordando lo destrozada que se veía Perrie en esa sala de espera.

- ¿Por qué? ¿Qué le pasó? - preguntó un poco alterada. Acaricié mis cienes, un poco estresada a ese punto.

- Mamá, son las cuatro de la mañana, no hablaré de eso ahora - dije intentando sonar lo más amable posible.

- Está bien, está bien, lo siento - se disculpó - Cuida a Perrie ¿sí? No me imagino lo que debe estar sintiendo.

- Ella está muy triste - susurré con un nudo en la garganta - No me gusta verla así.

- Lo entiendo, pero es completamente normal que se sienta así - hizo una leve pausa antes de continuar - Debes apoyarla en todo esto, no dejes que se sienta sola ¿está bien?

- Está bien - murmuré cabizbaja - Adiós mamá, nos vemos luego.

- Adiós cielo - se despidió y no dudé en cortar la llamada.

Me sentía un poco agobiada en ese momento. No sé si se debía a la conversación con mi madre o a lo temprano que era.

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Al entrar de nuevo a la habitación, vi que mi amiga acababa de despertarse. Su cabello estaba desordenado y sus ojos hinchados, pero aún así me parecía hermosa.

- Buenos días - saludé recostandome junto a ella.

- Buenos días - me sonrió débilmente.

- ¿Cómo te sientes? - pregunté acariciando suavemente su mejilla sonrojada.

- Mejor - cerró los ojos, dejándose llevar por mis caricias - ¿Tienes hambre?

La miré incrédula por cambiar tan drásticamente el tema, pero no dije nada.

- Sí, un poco - respondí tocando mi abdomen. Me regaló una linda sonrisa, pero una que no llegaba a sus ojos.

- Entonces vamos a comer - se alejó de mí para poder levantarse de la cama. Se estiró un poco y sin más, salió de su habitación.

Perrie odiaba hablar de sus emociones, siempre las escondía con una brillante sonrisa que convencía a todo el mundo, excepto a mí. La conocía lo suficiente para saber que por dentro estaba destrozada y me dolía saberlo.

Love me baby, pleaseWhere stories live. Discover now