Un sueño real

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Soy un lago en sequía y tu una Tormenta, te necesito. Perdón. 


Colombia 1984


La respiración comenzó a fallarme cuando un desgarrador grito se escuchó en alguna parte de ese lugar.

En mi mente solo aparecía la imagen de la vecina, traté de ver algo entre la penumbra más allá de los árboles, pero la oscuridad era demasiado densa. Con mi corazón queriendo salir del pecho me esforcé por escuchar algo, cualquier cosa, pero solamente se percibía el silencio de la noche. Me giré solo para comprobar que Victoria seguía durmiendo plácidamente en la cama.

—Victoria —llamé a mi amiga solo porque tenía miedo — ¿Vico estás despierta? ¿escuchaste eso?

Antes de poder dar un paso hasta mi amiga, un escalofrió volvió a aparecer en mi Columba vertebral y después de una ligera corriente de viento escuché un susurro cerca de mi odio.

—¿Cuándo vas a recordar? —ese susurro en mi oído me dejo completamente helada.

Mi corazón casi salía de mi pecho al tratar de gritarle a Victoria, sabía perfectamente que estaba sola en el balcón y me traté de convencer a mi misma de que mi imaginación me estaba jugando una mala broma.

Respiré profundo un par de veces y decidí bajar por un poco de agua, pensando en que las casas viejas tienen sonidos naturales, aunque eso no me impidió rezarles prácticamente a todos los santos que conozco al bajar hasta la cocina.

Pasando por la puerta que lleva directamente al patio trasero me percaté de que las luces de la piscina estaban encendidas, mi padre había dicho que las teníamos que apagar por la noche hasta que los de mantenimiento revisaran una falla que habían presentado, decidí asomarme solo para encontrarme con una sorpresa.

La figura que yo juro haber visto hace minutos y que desapareció de repente, otra vez estaba ahí en el viejo árbol sentada en sus raíces. Mi vecina.

Sin pensar dos veces salí hasta el patio donde ella giró al escucharme y a pesar de la penumbra pude ver como una sonrisa se formo en su rostro, noté que las luces de la piscina le daban un tono algo peculiar a su piel. Me acerque rápidamente frotando mis brazos por el frio repentino que hacia en el lugar.

—no digas que llego tarde —advertí —¿Qué haces aquí está helando?

—¿tú que haces despierta? —regreso mi pregunta.

—tuve un mal sueño —confesé —pero estoy en mi casa, tu estas invadiendo propiedad privada ¿Por qué estás aquí?

—no sé —confesó y por primera vez desde que al conozco vi algo de vulnerabilidad en su respuesta, palmeo un lugar a su lado invitándome a sentarme.

Pensé u poco en si sentarme o no, pero al final lo hice la tierra debajo de mi estaba prácticamente congelada aun así no me quejé.

—es tarde, son las 3 a.m. —comenté

—tengo tanto aquí que la hora ya no es importante —comentó tomando mi mano y entrelazando sus dedos a los míos

—eres un misterio —dije.

< ¿porque la noche nos hace sentir vulnerables? > pensé

—¿de que trato tu mal sueño? —preguntó ignorando mi comentario

Mil TormentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora