Rodrerich

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Por la mañana, él seguía en forma humana. No parecía sentir el frío, el invierno de España no debía competir con el noruego, pero Julia terminó buscando por los armarios ropa que le pudiese valer. Acabó juntando calcetines de lana, unas bermudas sueltas y un jersey dado de sí que habían sido de Noel. Dolía verlos en otra persona. Dolía más saber que esa persona le había tenido gimiendo en la cama hacía no mucho.

—No se si estoy siendo desleal, practicando la zoofilia o aprovechándome de un paciente incapacitado.

Intentó estudiar, observando al mismo tiempo cómo evolucionaba Rodrerich por la casa, tocando y revisando los objetos. No era la exploración de un niño, parecía más intencional y sistemático: ahora los cerrojos, después varios libros. Revolvió en la cocina y curioseó cajones. Desapareció en el cuarto de baño y al cabo de unos minutos sonó el agua corriendo.

«Buena idea». En su forma humana Rodrerich desprendía un olor agresivo, le hacía falta un baño. Sonaron golpes y un gruñido furioso.

—¡El baño no se caza! —Julia se levantó a toda prisa. La instalación de la casa no se había renovado en veinte años, si algo se rompía sería difícil de reparar. Se encontró la ropa de Roderich colgada pulcramente del toallero y él en la ducha, mojándose entre resoplidos. No salía vapor.

—Ah, si, regular esta ducha tiene truco.

Se remangó y tras unos segundos manipulando los grifos convocó el agua tibia. Roderich se recostó contra el chorro con cara de placer.

—Hacía tiempo ¿Verdad?

Agarró la esponja y empezó a lavarlo, sus manos siguiendo la tarea de forma mecánica. Tras un titubeo inicial, él se acomodó a la limpieza, girando y moviéndose para facilitarle el trabajo. Y cuando ella se estiró para jabonarle el pelo, dobló una rodilla como un caballero medieval. Le dedicó una sonrisa ladeada y nada inocente.

—Creo que estoy haciendo el canelo y hubieras sido capaz de ducharte solito.

Tenía el pelo hecho un amasijo, muy abundante y las primeras canas le asomaban en las sienes. ¿Qué edad tendría?

—Se acabó. Sal de ahí y vamos a ver si podemos peinar esas greñas.

Le tendió la toalla y lo observó secarse. De nuevo un titubeo y después sus movimientos se hicieron más seguros. Como si tuviera que convocar la memoria de los gestos antes de atraparlos.

—Supongo que adiós, Peluche. Hola, Rodrerich

Él levantó la cabeza de una forma tan brusca que Julia retrocedió un paso. Había algo no del todo humano en sus movimientos, como si nervios y músculos respondieran más rápido de lo normal.

—R-R-Rodrerich. Rodrerich. Om, Rodrerich. Jeg er Rodrerich. (1)

Repitió su nombre cada vez con más claridad, con alivio y maravilla. Tenía una voz hermosa.

—Bienvenido, Rodrerich —Se tocó el pecho, sintiendose en un remake de Tarzán—. Julia. Yo soy Julia.

Él le tomó de la mano y se la llevó a los labios.

Du. Er min frelsende engel. (2)

—De nada, supongo.

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(1) Si, Rodrerich. Yo soy Rodrerich.

(2) Tú. Eres mi ángel protector.

Rey LoboWhere stories live. Discover now