Volver a Madrid

716 74 22
                                    

—No le llaman la atención los talismanes —enumeró Dagni, una mujer de Aguamusgo que había sido presentada como erudita en los dones del Fulgor— , ni los rituales. Ignora al resto de linajes y se mantiene muy prudente con los Cambiantes... aunque eso último pudo aprenderlo en el encuentro con el príncipe Ilbreich.

Habían pasado ya dos días tras la destrucción del nido y gran parte de los cambiantes estaban regresando a sus santuarios; otros habían viajado a Refugio de Hielo para ayudar al linaje Coria a retornar a su valle. Entre los clanes había una sensación de euforia y a la vez de indecisión; y entre todas las incógnitas que se presentaban estaba la extraña criatura del Fulgor y sus lealtades. Por eso los líderes habían vuelto a reunirse en el salón de Julia.

—Hay un don que no ignora —observó Kjellfrid, tan parca en palabras como siempre.

Julia clavó la mirada en la mesa; habían comprobado que la criatura la perseguía en cuanto se adentraba en la malla. Por lo general se limitaba a acompañarla desde el Fulgor, sin entrar en el zarcillo, pero si dirigía el don hacia ella en una manipulación delicada, podía contar con que correría a su lado atravesando lo que fuera. Era como tener a un elefante portándose como un faldero. Un elefante con garras, dientes afilados y costumbres muy carnívoras.

Ilbreich señaló la cincha que había sido el collar de la criatura.

—El tejido interior es kevlar, por eso no pude atravesarlo con las garras... sin duda está diseñado para ser una protección. El código QR contiene una URL, pero el dominio que invoca no existe ni parece haber existido nunca. Puede ser la dirección en una red interna.

—Y el signo de la cortada —añadió Aili—. Es lo que menos sentido tiene.

—¿Menos que una criatura que solo responde a un don extinto, que solo posee que sepamos un linaje en la actualidad? —bufó el Bailiff de Aguamusgo. Puso la barbilla sobre las manos y dedicó a Julia una mirada pensativa—. Una linaje de origen incierto, que ha ascendido mucho y muy rápido, en sólo tres meses.

—No sigas por ese camino —avisó Ilbreich con un bufido.

Julia dió un respingo, preocupada. El príncipe llevaba desde el ataque muy irritable; aunque aún centelleaba a veces su humor irreverente, parecía buscar excusas para una pelea.

«Tengo que hablar con él» decidió. Entretanto, mejor apaciguar al señor de Aguamusgo

—Holger tiene razón —admitió—. Claro que tiene razón. Estoy a punto de utilizar mis privilegios de Reina Loba y detenerme yo misma, creedme. Pero la maldita verdad es que lo entiendo menos que vosotros; y hace tres meses yo no sabía nada sobre el pueblo lobo, el Enjambre ni las criaturas del Fulgor.

—No empecemos ese baile otra vez —protestó Teresa—. Yo respondo por Julia: no puede ser una espía, nos hemos criado juntas y a su lado hasta yo paso por taimada. Y ni esa criatura ni ella han causado ningún mal, al contrario... muchos de los nuestros no estarían hoy disfrutando de la victoria si no fuera por su don.

—¿Cuál es su sangre? —preguntó Kjellfrid— Los Coria no poseen el don de Harald.

—Solo se han dado dos casos en nuestra historia —apuntó Olaya—, y ambos tenían parentescos con otros clanes, líneas donde el don se había dado antes. En cuanto a Julia, ignoramos en qué momento pasó a su familia la sangre del pueblo lobo.

—Una circunstancia inusual —observó Aili—. El invierno puede llevar a los cambiantes a cometer torpezas, pero es extraño que no avisaran al señor del clan. Un linaje descontrolado o peor, un cambiante huérfano y sin guía es...

Se calló tan brusco que Julia temió que se hubiera mordido la lengua. Ruborizada como una chiquilla, la Magnar de los Colmillos de Hielo manoteó en dirección a Ilbreich.

Rey LoboWhere stories live. Discover now