Consecuencias naturales

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Julia creía que todos se habían olvidado de ella, pero cuando la Matriarca y Rodrerich se separaron, él caminó hacia el escaño, juntó las manos a la espalda e inclinó la cabeza.

—De nuevo debo disculparme, sé que te he dejado sin opciones. Pero necesitas venir con nosotros. Aquí no puedes quedarte. —antes de que Julia pudiera protestar, continuó— No estás obligada a nada conmigo por venir a Refugio de Hielo. Soy yo quien está en deuda.

—Podría volver a Madrid. ¿No estaría a salvo también allí?

—Madrid es territorio del Enjambre —indicó la Matriarca— Después de ver en qué queda convertida una mujer tras la incubación, ¿quieres arriesgarte?

Julia se estremeció. Negó con la cabeza.

—No pongas esa cara, cariño. —Teresa le palmeó el brazo—. Así vas a estar acompañada. Y te vendrá bien la ayuda cuando nazca el crío.

Lo dijo en un tono tan casual que Julia tardó unos segundos en entenderla. Lo primero que pasó por su cabeza fue curiosidad: ¿Por qué Teresa había llegado a esa conclusión ridícula?

Lo segundo vino acompañado de la sensación de que bajo sus pies se había abierto un agujero enorme.

«¿Cuánto tiempo hace? ¿Cuánto tiempo, desde la última vez?»

—No estoy... no puedo estar...

No había llevado la cuenta. ¿Para qué, si estaba sola? Y las fantasías no pueden embarazar, y luego había dejado de acostarse con él.

«¿Cuánto tiempo?»

—Creo que Julia prefería mantenerlo en privado, de momento. —Oyó decir a Rodrerich. Se esforzaba en ser educado, aunque le goteaba la irritación en la voz. Pero no el asombro.

—Ah... Ya veo. —Teresa volvió a palmearle el brazo, esta vez con gesto de disculpa—. Perdóname cariño. Pero si aún no se lo habías contado aquí a Su Alteza, estabas perdiendo el tiempo. En las formas animales yo puedo olerlo y él también. No es algo que se pueda esconder a un cambiante.

Noel y ella habían hablado de tener hijos. Cuando él consiguiera un trabajo mejor pagado. O ella aprobase las oposiciones. Sintió lágrimas de vergüenza correrle por la cara.

—Julia... —Rodrerich se agachó frente a ella. Titubeó con la mano cerca de sus rodillas y finalmente la apartó sin tocarla—. Lo siento. No se ni como empezar.

—Técnicamente la que se ha aprovechado de un enfermo que no tenía sus facultades en regla soy yo. —Se limpió las lágrimas a manotazos—. La que debería haber tenido cabeza para tomar precauciones era yo. La que se ha follado la primera cara bonita que se le ha cruzado después de enterrar a su novio he sido yo.

Había alzado la voz, no podía evitarlo. Teresa se sentó a su lado y la abrazó.

—Cariño, eres enfermera. Seguro que sabes lo que es el síndrome del superviviente. No me mires con esa sorpresa —continuó ofendida— . Puede que no aprobara la secundaria, pero los cambiantes somos la primera línea en la guerra. Cuando fallamos, los que mueren son nuestra familia. Se inventó para nosotros.

Julia le devolvió el abrazo con fuerza. Por unos segundos sintió la espalda de Teresa estremecerse una, dos veces, ahogando un sollozo secreto.

—De acuerdo. Se acabó. —Julia se enderezó aún entrelazada con su amiga—. ¿Implica algo que el bebé sea hijo de un hombre lobo? Desde el punto de vista médico. ¿Algo que tenga que tener en cuenta?

Olaya se cruzó de brazos.

—Nada. Yo he tenido unos cuantos, cambiantes y linaje. Y todos nacieron sanos.

—Entonces no hay más que hablar. —Sentía la voz algo temblorosa, y no se atrevía a mirar a la cara de Rodrerich, pero no pensaba seguir lamentándose cuando todos allí habían perdido tanto como ella misma—. Para adelante, supongo.

Ilbreich lanzó un aullido en su forma humana y saltó casi un metro. Luego descargó un puñetazo al aire.

—¡¡Siiiii!!¡¡¡Voy a ser tíoooooooo!!!

Rey LoboWhere stories live. Discover now