Arruinarlo todo

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Sintió una extraña paz cuando se quedó sola. En el atestado santuario la intimidad escaseaba, y de cualquier forma después de pasar meses aislada tras la muerte de su familia, ella no se había dado prisa en buscarla. Rebañó la comida de la bandeja y luego, alegre por tener algo de tiempo para sí misma, vació las mochilas y arregló la ropa nueva en el armario. Estaba acariciando la idea de un baño largo y caliente cuando oyó abrirse la puerta. Rodrerich entró con el pelo revuelto y pinta de no haberse duchado en los últimos días, tímido como un lobo en territorio ajeno.

—No me lo puedo creer. —Julia sacudió la cabeza, admirada—. Estaba segura de que todo Refugio de Hielo querría un cachito de ti. ¿Cómo te has escabullido?

—La harald de Fortaleza del Mar y el bailiff de Aguamusgo necesitaban tiempo para refrescarse, antes de la asamblea oficial. —Cerró la puerta y apoyó en ella las anchas espaldas—. Pero Olaya y mi hermano han encontrado tiempo para encerrarse conmigo y ponerme al día.

—Ajá. —Ladeó la cabeza y lo examinó con ojo crítico—. Marcas no te veo, menos mal; estaba segura de que Ilbreich quería morderte.

Una expresión de dolor cruzó por la cara del rey como una ráfaga. Se frotó la frente con el envés de la mano.

—¿Os habéis vuelto a pelear?

—No. Ni siquiera ha levantado la voz: me ha anunciado formalmente que la próxima vez que haga algo así tendré que buscar a otro heredero. Que él no va a serlo sólo de nombre.

«Bien por tí, Chiquitín» jaleó ella en silencio. Intentó no claudicar ante la mirada desvalida de Rodrerich. La Matriarca y su hermano habían logrado darle una buena sacudida.

—Por lo que ambos me han contado —confirmó él—, no solo os he puesto en peligro a los dos sino que he estado a punto de arruinarlo todo con la alianza, mi clan, mi hermano... y contigo.

Julia cruzó los brazos; una parte de ella hubiera querido abrazar a Rodrerich en ese momento.

—¿Era imprescindible que nos dejaras atrás en Oslo?

—No —confesó él—. Tú no puedes cruzar el fulgor y la gente de Fortaleza del Mar no estaba dispuesta a esperaros, pero podía haberos dado cita en Tønsberg. Son menos de dos horas en coche, sobre todo si conduce Ilbreich.

»No estaba tranquilo con que permanecieras en la enjambración, en especial si él insistía en acompañarme a visitar a los líderes de Fortaleza del Mar y tú debías quedarte sola. Creí que estarías más segura en Rendalen bajo su protección.

—Mal calculado. Y peor ejecutado, lanzarte de cabeza al peligro mientras nos mandabas a casa no es una decisión que pudieras tomar tú por todos.

Él se mordió los labios y bajó la cabeza.

—He estado asustado desde que nos atacó el Enjambre en tu casa. Miedo a no poder protegerte y al futuro de ese niño. Miedo a que decidieras no amarme. Después de esa noche en los Colmillos de Fenrir, cuando la propia Kjellfrid se unió a la alianza y tú viniste a mi cuarto, debería haberme sentido mejor, pero...

—Ya, buena suerte... no funciona así. Cuanto más cerca está la meta, más temor hay a no llegar.

Extendió la mano hasta tocarle la mejilla y él la atrapó contra el hombro, los labios tibios besando su palma.

«Ah, qué diablos» Julia cerró la grieta que los separaba y dejó que él la envolviera en un abrazo hambriento.

—No vuelvas a hacerlo —advirtió, mientras saboreaba su olor a monte y pelaje—. Nunca vuelvas a decidir por mí, ni a dejarme atrás.

Rey LoboWhere stories live. Discover now