Herederos de Rendalen

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—Te doy mi palabra, Astrid no es la pareja de mi hermano.

Julia sentía la rabia y la humillación ardiendo en el estómago.

—Ha actuado como si tuviese derecho a odiarme, Ilbreich. Y tú también.

—Mira... tengo algunas cosas que explicarte. Pero no llegues a conclusiones sin oírme primero. ¿Por favor?

A través de un serpenteante túnel tallado en la roca viva, Ilbreich arrastró a Julia casi en volandas. El lugar estaba bien iluminado, con lámparas fluorescentes fijadas al techo cada pocos tramos. Pero aún se veían en las paredes gruesas argollas de hierro, y las marcas de hollín de incontables años de antorchas. Atravesaron varias salas desiertas, y por fin arribaron a un dormitorio casi elegante, con una cama grande y una alfombra gruesa de nudos. El príncipe se apresuró a revolver en un arcón tallado y antiguo; sacó una de las mechas antes de volver a encararse con Julia.

—Este es mi dormitorio. Vas a quedártelo. No, escucha: soy el guardaespaldas de Rodrerich, desde que se proclamó rey duermo en su habitación. Este es sólo el sitio dónde guardo mis cosas. Necesitamos apretarnos un poco, así que tendría que cederlo a alguien... y prefiero que sea a ti ¿vale?

Parecía sincero, pero así y todo Julia se cruzó de brazos sin contestar, reacia a aceptar nada de él. Con un suspiro Ilbreich dejó la mecha sobre un platito de piedra pulida y se paseó por la habitación enredando los dedos entre el pelo, nervioso.

—Para empezar, Astrid es nacidaloba ¿de acuerdo? Con el Cambio todos tenemos que hacer un ajuste, porque la biología es distinta, y los instintos también.

Se paseó por la habitación, nervioso.

—Lo que intento explicarte es que en la época de celo y en las formas animales, el tirón puede ser irresistible, hayas nacido lobo u hombre. Pero hacia el otro lado... los humanos funcionan de otra forma. A veces, si el cambio es tan tardío como con Astrid, puede no sentir el menor interés, fuera de la temporada.

—¿Entonces? ¿Por qué esa ojeriza nada más conocerme?

La pregunta puso aún más inquieto a Ilbreich, que se sentó en la cama y trenzó los dedos.

—Porque los últimos tres inviernos, durante el celo, Rodrerich si estuvo con ella.

—Oh, estupendo. ¿No es su pareja pero tienen hijos juntos?

—No llegaron a tenerlos, la mayor parte de las uniones de cambiantes son estériles. Mira... ¿Tienes idea de la presión que sufre Rodrerich para que conciba un heredero? Él y yo somos los últimos Vargsón, de una dinastía que se remonta hasta los vikingos. Y no puedes culparle por algo que hizo cuando aún no te conocía.

—Puedo culparle, y mucho, por no haberme avisado de que tenía alguien esperándole en Rendalen.

—¡Pero no es cierto! Ni él ni yo esperábamos que Astrid se lo tomase así. Era un asunto arreglado, no sentimental. Ella quería hijos cambiantes, y Rodrerich los necesita. Sólo un cambiante puede heredar el clan.

—Pero había también sentimientos de por medio ¿verdad? —presionó Julia.

—Claro que Rodrerich la tiene afecto, no te follas a tus enemigos ni aún en el celo. Yo también tengo cariño por Astrid.

—¿Y ella? Tu hermano no es el único con el que podía tener hijos. Y sin embargo tú mismo dices que lo estuvieron intentando tres años.

—Mi dinastía tiene fama precisamente por tener descendencia entre cambiantes más a menudo de lo normal. Aunque diría que ese rasgo se ha perdido en las últimas generaciones... insistir en intentarlo es lo que casi nos ha extinguido.

—Pero tampoco probó contigo.

—Yo me negué desde el principio. No estaba dispuesto a aparearme según la voluntad de mi padre.

—¿Y Rodrerich sí?

Ilbreich hizo un gesto de exasperación.

—Mi hermano y yo no estamos de acuerdo en muchas cosas, ¿vale?. Rodrerich Lenguadeplata es un skald, claro que valora el linaje y la tradición. Pero fuese o no una buena decisión, era otro momento de su vida. Y si Astrid la ha tomado contigo, es porque él ya le ha notificado que debe buscarse otra pareja para este invierno.

—Y ella se había hecho más ilusiones de las que creíais.

—Parece que sí. Pero Rodrerich ha tenido amantes estos años, y a Astrid nunca le importó.

—¿Voy a encontrarme con varias docenas de ex que me gruñan al pasar? —Julia se sentó en la cama, agotada de antemano con la idea—. No suena prometedor, estamos en una cueva y no tendré mucho espacio de huída.

Ilbreich se echó a reír y sacudió la cabeza.

—Te prometo que no. Ni siquiera las encontrarás en el pueblo, Rendalen es demasiado pequeño para tontear demasiado. Por lo general y si no andas detrás de nada serio te limitas a los turistas.

—¿Así que soy la única mujer con la que tu hermano se ha liado que va a convivir con él? Igual esa es la diferencia para Astrid.

Con un suspiro Ilbreich extendió uno de sus largos brazos y la envolvió los hombros.

—No eres un lío para él. Es la primera vez que le veo realmente enamorado.

—¿Y su esposa?

—No la llegué a conocer, yo vine a Rendalen un par de años después. Pero claro que a Rodrerich le devastó su pérdida, y la de sus hijos. No deberían haber muerto. La guerra con el Enjambre es absoluta, pero aunque los combates entre clanes son también brutales, hay cierto honor. Si los miembros del linaje combaten, pueden caer peleando, pero en caso contrario son intocables.

Recordó el miedo de Rodrerich cuando tuvo que dejar a su hermano detrás. Sí, había ahí una herida a medio cerrar.

—¿Murieron por error o...?

—No. el Enjambre ha presionado mucho, y como consecuencia las disputas por territorio entre clanes se han vuelto más salvajes. Simplemente, las reglas de la guerra se rompieron. Fue un intento deliberado por esterilizar a mi clan, masacrando a aquellos que no podían defenderse.

Se estremeció. Aquello era un nuevo vistazo al mundo en el que había caído. Un lugar brutal, y sangriento.

—Vaya, perdona —Ilbreich le acarició el pelo apelmazado—. No debería andar contando todo esto, a bastante tienes que acostumbrarte. Ahora te voy a prestar ropa... vas a flotar en ella pero estará limpia. Y te enseñaré dónde están las duchas y la sauna.

Soborno o no, a Julia se le quitaron las ganas de discutir más. De cualquier forma, necesitaba tiempo para desanudar la cabeza, y resolver si lo que sentía era enfado o simple y llanamente celos.

Rey LoboΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα