Prólogo

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Nueve chicos de diferentes edades, que viven en el mismo barrio mediocre de Seúl. Todos llevan vidas difíciles: familias conflictivas, pobreza, enfermedad... El dolor es algo que han experimentado desde el primer momento de sus vidas. Por eso, quizás, sus almas han acabado juntas, cuidándose las unas a las otras. Porque comparten miedos y cercanía, porque nadie los comprende mejor que alguien en su misma situación.

A lo largo de su infancia los lazos que crean son tan fuertes que ninguno piensa que se llegarán a separar. Las risas, los abrazos, los momentos, todas sus vivencias juntos valen más que el oro para ellos. En sus mentes de infantes, la idea de una separación no es algo posible.

-¿Seguro de que ya está?- pregunta un pequeño Jisung, de ocho años, a un Minho de diez. Los niños se encuentran sentados en la acera, muy juntos, temblando de frío y miedo. El mayor se siente frustrado por no poder proteger al menor como es debido.- ¿No hay más gritos?

La respuesta afirmativa de Minho se pierde, ahogada por un nuevo grito de una voz de mujer proveniente de la casa de los Han. Las lágrimas del pequeño de los dos no tardan en aparecer cuando un nuevo golpe es audible aún al estar fuera, seguido de un nuevo insulto. Minho le tapa los oídos, intentando que el menor no oiga como su progenitor maltrata a su madre. Sus pequeños cuerpos saltan de miedo a cada nuevo ruido proveniente de la vivienda. Las lágrimas se agolpan también en los ojos de Lee, pero las retiene, siendo valiente por él y por su amigo.

-¡Chicos, vamos a la guarida!- exclama la conocida voz de Bang Chan, sacándolos a ambos del trance en el que se encuentran.

Ambos infantes levantan la vista del suelo para encontrarse con el resto de sus amigos ante ellos. Se encuentran ligeramente cubiertos por las sombras, apenas son unas siluetas mal iluminadas por la única farola de toda la pequeña calle. Parecen invencibles sobre sus desvencijadas bicicletas. Una sonrisa se instala en los labios de ambos. Ponerse en pie y salir corriendo no es un esfuerzo. Colocar sus bicicletas al lado de las de los demás, dispuestos a irse lo más rápido posible, se siente tan natural como respirar.

Es tarde, y el pequeño Jeongin parece querer dormir ya. Sin embargo, cuando sus hyungs gritan eufóricos y dan la salida de una carrera frenética, no se queda atrás y los sigue con entusiasmo, mostrando sus dientes separados en una sonrisa adorable. Las lágrimas del pequeño Jisung se secan por acción de la brisa en su rostro al intentar seguir el frenético ritmo de los mayores. El dolor queda olvidado en un rincón de su mente, sintiéndose de verdad en casa al lado de esos chicos. Pedaleando hasta que sus piernas no puedan más y se encuentren lejos de sus infiernos.

Son jóvenes, y el concepto de responsabilidad no es algo que sepan apreciar. Ellos se juntan para escapar y protegerse. Todo es perfecto cuando están juntos. No tienen que preocuparse de nada más que de sobrevivir, juntos, a todo.

Cada momento juntos es el momento perfecto.

Su pequeño rincón, un almacén abandonado del barrio, es su santuario. Solo hay unos viejos sofás con agujeros y una mesa que cojea, y el polvo se acumula en todos los rincones. Pero es suyo, solo de ellos. Es el mejor lugar para estar. Por mucho que el tiempo pase el dolor no llega ahí. En ese lugar solo entran risas, juegos y recuerdos felices.

El dolor no llegaba allí hasta que...

-Me voy a vivir a Malasia.- anuncia un Jisung de quince años en medio de una partida de cartas sobre la coja mesa del almacén.

Exclamaciones ahogadas. Llantos contenidos. Susurros incrédulos. El dolor latiendo en el aire de su pequeño santuario en el que no le estaba permitida la entrada. La rabia de todos prendiendo la mecha. Una bomba que estalla. Un golpe a la pared. Un Minho que se escapa corriendo, sin decir nada, y dejando el ambiente aún mas gris. El llanto descontrolado de un Jisung aterrado de su futuro.

Nada podía con ellos, hasta que algo pudo.

Nunca se iban a separar, hasta que uno de ellos se tuvo que ir.

Desde la marcha de Han Jisung, nada volvió a ser como era.

Bueno, de nuevo créditos de la portada a  @hananvator, que hace las mejores potadas del mundo mundial. Amé esta tanto como la de Tatoo.

Decir que estoy jodidamente emocionada con este proyecto, y que espero que llegue a lo que llegó Tatoo (las visitas y los votos, y los comentarios), aún que no me hago muchas ilusiones.

Os amo <3

~The Perfect Moment~ MinsungWhere stories live. Discover now