Capítulo 9 - Tercera Parte

80 13 30
                                    

 Satori y Keisuke también se habían acercado y todos miraron hacia abajo intentando ver el brillo que Kazuya había dicho.

—¡Allí, allí! —dijo Keisuke por haber visto también el reflejo y señalando a un lugar como a unos doscientos o trescientos metros.

—Bajemos —dijo Satori—. Como no está cerca de la calzada no vimos eso al subir.

—O quizás porque el sol no tenía el ángulo correcto —agregó Masaru.

Los cuatro comenzaron a descender hacia el sitio que Satori consideró como el mejor para apartarse de la calzada e ir hacia donde estaba lo que fuere que brillara. Al llegar, tuvieron que luchar contra los arbustos que les impedían el paso, pero al fin pudieron alcanzar el lugar preciso.

—¡Otra campana! —dijo Keisuke asombrado.

Semienterrada había, efectivamente, otra campana similar a la que habían encontrado en la laguna.

—Este costado está pulido... sin duda por el roce constante de algunos animales. Por eso cuando le dio el sol, lo reflejó con tanta intensidad —dijo Satori para quien el escaso brillo del sol de esa época era lo único que conocía.

—¿Puedes leer lo que dice, Satori? —preguntó Masaru.

—Es igual a la otra, Masaru. Tiene escrituras arriba y también en el borde, abajo. Arriba dice «Verde y también cuarta» y abajo dice: «Mi voz anuncia el...» pero no puedo ver lo que está bajo tierra.

—Pero aunque escarbemos con nuestras manos, no podremos moverla nosotros cuatro solos —dijo Kazuya—. Ya vimos lo que costó la otra en hombres y animales.

—Cierto. De todas formas, es mejor dejarla tal cual está, pues de esta campana solo nosotros sabemos; así que podrá seguir aquí por un tiempo más. Cuando volvamos al pueblo, junto con el señor Tagawa veremos qué es lo más conveniente de hacer —dijo Satori.

—Sí, sí... ya sé. Tenemos que cuidar que ningún fantasma se coma al pequeño Keisuke, que, por lo visto, ha resultado ser un bocado apetecible para muchos, no solo para los fantasmas —dijo Kazuya mirando con cierto reproche a Masaru.

—¡Kazuya! No te burles de mí por el hecho de que a ti ni los fantasmas te quieran comer.

—¿Quién dijo que nadie me quiere comer? —dijo Kazuya siguiendo lo que, al parecer, iba a ser la tónica social de la expedición.

—Ya, ya, niños —dijo Satori con tono paternal—. Si algún fantasma se quiere comer a alguien, primero se las tendrá que ver conmigo.

—Pero... pero... ¿tú vas a defender a Kazuya? —dijo Keisuke.

—Por supuesto. No creerás que voy a dejar perder a ningún miembro de esta misión, ¿verdad?

—No, no. Es cierto. Pero Kazuya...

—Ya es suficiente, Keisuke —le dijo Satori—. Si sigues así, quien se va a comer a Kazuya seré yo.

—¡¿Eh?! —dijeron ambos muchachitos al unísono.

—Y no me voy a oponer —agregó Masaru riendo.

—¡¡¡¿Eh?!!! —casi gritaron ambos chicos por igual.

—Masaru... yo creí que tú...

—Ya basta, Kazuya. ¿Qué es más importante en este momento? ¿La nueva campana o la dieta de Satori?

—¡Qué contrariedad! —dijo Keisuke—. No podemos saber qué es lo que anuncia la voz de esta campana. La otra anunciaba el cese de los vientos, y pensamos que era como un anuncio de paz... pero, ¿y ésta?

Las Siete CampanasWhere stories live. Discover now