Capítulo 19 - Segunda Parte

50 9 0
                                    

 Me despertaron unas voces que, en el primer momento, no reconocí:

—Despiértalo, Hiroshi, que ya casi es hora de ir ante el Maestro.

—¿Eh? No, Satou. No me atrevo.

—Entonces lo despertaré yo.

—¡Ni lo intentes! No te imaginas cómo se pone cuando lo despiertan en la mañana. Tras que tiene un carácter horrible, cuando lo despiertan, se pone de un humor fatal y le dura toda la mañana.

—¿Tanto así?

—O peor. Y como solo estamos nosotros y no se la va a agarrar contra el Maestro ni contra ti, ¿adivina quién será el blanco de su mal humor?

—Entiendo —dijo Satou.

—Tú has sido, eres y serás, Hiroshi, el blanco de mi mal humor siempre —le dije mientras me incorporaba y desperezaba.

—Takeo... te despertamos... perdona... —dijo Hiroshi—. No quisimos hacerlo, sólo estábamos hablando y bajito, precisamente para no despertarte.

—¡Bah! Ya no importa. La cuestión es que me despertaron y vas a pagar por eso, Hiroshi —le dije mientras bostezaba.

—Satou... ¿ves? Ya se la va a agarrar conmigo.

—Takeo... ¿tus primeras palabras del días y son groserías contra el chico? —dijo Satou—. Si estás molesto porque te despertamos, debes ser justo y si es del caso, indisponerte contra él y contra mí porque los dos lo hicimos.

—Ya, ya, ya... menos parloteo y preparémonos para ir a donde el Maestro... ¿todavía queda algo de pan? —pregunté como para desviar la conversación.

—Sí, Takeo... toma —dijo el chico apresurándose a darme un buen pedazo.

—Hiroshi —dije cuando partía el pedazo a la mitad, tomaba una y le entregaba la otra para que la guardara—, si me como todo el pan ahora, habrá que ir a buscar alimentos al pueblo antes de lo planeado.

—Pero Takeo, debes tener hambre y...

—Sí, pero no tanta. Además, es cuestión de prioridades —le interrumpí.

—Pero Takeo, tú sabes que yo puedo ayunar y...

—Sí, sí, lo sé. Pero si me como tus raciones, la conciencia no me dejará vivir y no quiero que hagas como mi madre y te aproveches de mis sentimientos de culpa.

—Takeo, yo jamás haría eso. Tú bien sabes que...

—Bueno, bueno... basta —dijo Satou, quien ya estaba adquiriendo experiencia en captar los detonantes—. Cómete tu ración de pan, Takeo y vámonos de una vez, para no atrasar más todo este asunto. De todas formas, pasaremos vergüenza si el Maestro nos pregunta las conclusiones que deberíamos haber sacado.

—¡Uy! ¡Cierto! —dijo Hiroshi— Yo me dormí... no me di cuenta cuándo... pero ustedes ¿no llegaron a ninguna conclusión definitiva?

—No, Hiroshi —le contestó Satou—. Lo único que concluimos es que estamos tan confundidos como los muchachos de la historia.

—Pero... —continuó el chico—, el tema central es la Sabiduría... y creo que, aunque no sepamos bien cómo ni por qué, esto debe estar relacionado con la Iluminación... pero, ¿qué tiene que ver con la Felicidad?

—Hiroshi, ¿acaso estás metiendo un tercer punto? Felicidad, Iluminación y Sabiduría... algo así como ¿cuál lleva a cuál? O sea, ¿cuál es causa y cuál efecto? —preguntó Satou.

—Interesante, Hiroshi... eso lo deberías haber planteado anoche, en lugar de dormirte como un potrillo recostado a la cerca —le dije.

—Perdona, Takeo... ya te dije que no me di cuenta de haberme dormido.

Las Siete CampanasWhere stories live. Discover now