Capítulo 29 - Primera Parte

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 Después de haber emitido el decreto de desahucio condicionado mi madre entró en la casa. Yo quedé pegado al piso de corredor.

—Takeo... ve... habla con ella —me dijo Satou.

—Será inútil. Cuando ella dice «tú sabrás», eso significa que no dirá más nada, aunque la ahorques.

—Entonces, Takeo, tienes que evitar que Hiroshi se vaya para la granja; no tienes otra alternativa.

—Te equivocas, Satou; sí la tengo.

—¿Cuál?

—Ve y cuéntale a Hiroshi lo que acaba de decir mi madre. Dile que no se vaya, ni venda la choza ni nada. Que no se preocupe porque seré yo quien partirá.

—¿Qué? ¿A dónde irás, Takeo?

—¿Te acuerdas de lo que hablamos? Me iré a vivir con mi abuelo. Y no me preocupa mi enseñanza sobre la Sabiduría, allí encontraré a alguien que me instruya. Ve y no vuelvas sino es con una respuesta positiva... haz todo lo que sea necesario... así puedo decirle a mi madre que ya todo está resuelto.

—¿Estás seguro, Takeo?

—Absolutamente. Ve y haz lo que te pedí.

Satou se fue y yo me quedé en el corredor. Mi cabeza era un torbellino, me dolía el estómago, la comida me estaba cayendo mal y sólo pensaba en cómo era posible que Hiroshi fuera la causa de todos mis males. La idea de que se fuera a la granja con los Harada era prometedora... de hecho, era genial. Así yo no tenía que irme con mi abuelo y mi vida recuperaría la paz que tanto añoraba... aunque las palabras de Takashi, que en mis oídos sonaron a profecía, me dejaban un mal sabor... «soledad». Pero, ¿cómo iba a estar solo con las perspectivas de conseguir novia tan pronto estuviera libre de la sanguijuela? Sólo era cuestión de tiempo y ya estaría casado y con hijos... El mismo Takashi dijo que yo era muy guapo... así que de soledad... nada. En poco tiempo tendría que espantar a las chicas que me estarían acosando como abejas a la flor. Pero... ¿cómo sabía Takashi que yo era virgen? Bueno... eso no importa. Lo que importa es que todavía no me he acostado con nadie porque Hiroshi no me da la oportunidad. En Kawoshima tendré tanto sexo que quedaré en los huesos... ahí sí hay chicas y por montones. Esa expectativa no sólo dispersó la tragedia en ciernes, sino que hasta dibujó una sonrisa en mi descompuesta cara.

Estaba yo saboreando mi prometedor y excitante futuro en Kawoshima cuando vi que Satou volvía. A medida que se acercaba intentaba leer la expresión de su rostro y no era como la esperaba.

—¿Y? —pregunté.

—Dice Hiroshi que no te preocupes. Que no tendrás que abandonar tu casa ni tu familia. Que él no quiere ser causa del dolor de tu madre ni de deshacer tu hogar...

—¿Qué? Entonces... ¿qué hará? —le interrumpí pues no aterrizaba en lo crucial.

—No irá con los chicos para la granja. Se quedará aquí, pero te pide que tampoco tú te vayas.

—¡¿Qué?! No puede ser, Satou... No-puede-ser —dije separando las palabras mientras caía sentado por mi propio peso en las gradas—. Ese mocoso me va a enloquecer, Satou... No me importaría que se quedara si todo fuera como antes... como cuando éramos niños...

—Pero ya no lo son, Takeo y no puedes devolver el tiempo.

—¿Por qué, Satou? ¿Por qué él tiene que ser así?

—¿Así, cómo?

—Sí, sí... que le gusten los chicos.

—¿Y por qué tienes tú que ser así? ¿Por qué te gustan las chicas?

Las Siete CampanasWhere stories live. Discover now