Capítulo 32 - Cuarta Parte y Final

137 17 15
                                    

 Como pudimos, nos acomodamos unos por aquí, otros por allá, y nos dispusimos a dormir. Sólo el Maestro, mi madre y Hiroshi, por sus propias razones, durmieron con mayor comodidad. Los demás, armamos una especie de entrevero que permitiera no sólo aprovechar mejor la pocas mantas (que no eran tan pocas, pero éramos muchos) y nuestro propio calor corporal. Pensé que, luego de la conversación con Hiroshi, el chico iba a volver a hacer lo que acostumbraba de niño: pasarse a media noche a dormir abrazado conmigo. Sin embargo, no lo hizo. Su actitud estaba siendo diferente. No me acosaba. Dijo que esperaría y no sólo estaba haciendo eso, sino que me estaba dando espacio. Tal como cuando dijo que el masaje era suficiente sólo para que yo no siguiera haciendo algo que parecía hacerme sentir mal.

El entrevero estaba organizado con Satou en una punta y Taiki en la otra, conmigo y Takashi entre ellos. El chico, por supuesto, dormía junto a su hermano. Cuando desperté, todos continuaban durmiendo, y por mi posición, no iba a ser fácil levantarme sin descobijarlos y probablemente despertarlos. Como no se oía nada en la cocina, supuse que todos en la casa dormían, incluyendo mi madre y mi prima. En eso, Takashi se volvió y supongo que acostumbrado a dormir a la derecha de su hermano, me abrazó a mí, aunque seguía dormido. Supuse también que era la primera vez que el chico dormía en circunstancias tan extrañas.

Como yo había decidido quedarme acostado para no molestar, me quedé quieto sin despertar a Takashi. De pronto el chico me empezó a acariciar... ¿Seguiría dormido o lo estaba fingiendo? No creo que finja, ya había demostrado que su único amor, a quien además respetaba, era Taiki. Simplemente seguía dormido y me estaba confundiendo con su hermano. Takashi me acariciaba intermitentemente el pecho y por momentos, volvía a quedar inerte. Al instante lo volvía a hacer. Yo suponía que eso era común entre ellos, pero lo que me empezó a preocupar es que eso me estaba provocando una erección. Taiki había dicho que aunque a mí no me gustaran los chicos, bien podía gustarme solo Hiroshi, no por una razón sexual, sino por amor... Pero no veía ninguna razón por la cual las caricias de Takashi me excitaran. Supongo también que por la fuerza de la costumbre, Takashi ya tenía algunos gestos automatizados... pues de pronto, pasó su mano por aquella parte que en ese momento ya tenía yo en completa erección. Al sentirla, el chico buscó entre los pliegues de mi ropa, siempre dormido, hasta que encontró cómo llegar a ella directamente. Con cuidado le aparté la mano, pero volvió a hacer lo mismo. Volví a apartarlo pero sin despertarse hizo un gesto y un pequeño quejido como de enojo. Volvió a tomarme y comenzó el fatídico movimiento... y recordé lo que Taiki me dijo: Una vez comenzado era imposible que uno quisiera que parara. Yo sabía que debía detenerlo, pero... no quería... Sabía que eso era inapropiado (por decir lo menos), pero con cada movimiento yo sólo quería que me llevara hasta el final, lo que sucedió unos minutos después. Al terminar, quitó su mano y la limpió lamiendo como un gatito. Sin abrir los ojos, sonrió, volvió a pasar su brazo sobre mi pecho y siguió durmiendo... como si nada hubiera pasado. Yo me debatía entre lo que acababa de suceder y cómo haría para que nadie se diera cuenta del enchastre que tenía sobre mi ropa; y entre el placer que el chico me provocó y el miedo a que Taiki se enterara. Mientras Takashi me lo estaba haciendo, yo recordé las palabras de mi padre, incluso hasta vi su imagen en mi mente... pero a pesar de eso... no podía parar... con todo... yo sólo quería que el chico me llevara hasta el final. Era la primera vez que alguien que no fuera yo, me tocaba de esa forma. ¿Será el sexo una fuerza tan potente como para vencer las prohibiciones? Por lo que acababa de experimentar, sí; sin lugar a dudas. No me importó mi padre, ni mi juramento ni nada... sólo quería terminar.

Como hacía ya rato que estaba boca arriba, me estaba molestando la espalda, así que decidí ponerme de lado. No me iba a volver hacia Satou porque se daría cuenta de mi ropa mojada, así que me volví hacia el lado de Takashi, quien si se daba cuenta, bueno... después de todo había sido él. Con cuidado de no despertarlo, aparté su brazo de sobre mi pecho y me acosté de lado. Cuando el chico sintió eso, también hizo lo mismo, pero se acomodó de tal forma que quedó pegado a mí como si fuéramos dos cucharas... No habían pasado más de cinco minutos desde que me hizo terminar y ahora, al ponerse así contra mí, me estaba provocando otra erección... Ya el asunto, se me estaba complicando. ¿Qué haría yo si el chico, que ya era diestro en estas lides, hacía algún movimiento extraño que provocara que lo penetrara? Taiki había dicho que la primera vez que lo hicieron, Takashi lo montó y aunque Taiki quiso quitárselo de encima, cuando se dio cuenta ya estaba adentro y a partir de ahí tampoco pudo evitar seguir avanzando hasta terminar. ¡Rayos! ¿Qué hago si eso me sucede? No podía permitirlo, no solo porque tampoco era apropiado, sino porque un acto así difícilmente pasaría desapercibido para nuestros compañeros de cama... ¡Rayos! Por otra parte, no podía negar que había tenido una forma de contacto sexual con un chico... lo que había jurado jamás hacer y que con sólo pensarlo, me daba vuelta el estómago... Sin embargo... ahora que sucedió, aunque de una forma no tan drástica... sentía que no había sido nada horrible, ni los cielos cayeron sobre mí, ni mi espíritu se había resquebrajado... seguía siendo yo mismo. Y para peor, acababa de comprobar que, contra todo pronóstico, un chico (y que ni siquiera era Hiroshi) me había excitado... y me seguía excitando... incluso ahora, por segunda vez con diferencia de minutos. Pensé que el descubrir esto de mí, iba a ser como una catástrofe o por lo menos, un acontecimiento que me marcaría para toda la vida, algo extraordinario, algo tan importante y capital que me traumatizaría... pero no... sucedió y estaba sucediendo con tal naturalidad, sin rayos, truenos ni relámpagos que anunciaran que Takeo, el Takeo de siempre... estaba llegando a su fin. Lo que sí sentía y tampoco era nada extraordinario, era un cierto asombro... pero sutil, suave y discreto... un asombro que más se parecía a uno derivado del descubrimiento que a uno derivado de una crisis.

Las Siete CampanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora