Capítulo 24 - Segunda Parte

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 Los otros tres, armados y con antorchas, se adentraron en la cueva. Calcularon haber caminado unos diez o doce metros cuando Kota dijo:

—¡Rayos! Como lo imaginé: aquí hay un pasadizo que se abre hacia la izquierda. ¡Demonios!

—¿Seguimos como venimos o nos desviamos, Kota? —preguntó Masaru.

—Somos sólo tres, así que no conviene dividirnos... ¡rayos!

—Y... Kota... ¿estás seguro de que luego encontraremos el camino de vuelta? —preguntó Yoshio—. Apenas vemos hasta donde alumbran las antorchas y para mí, todo es igual... no veo referencias, digo.

—Cierto. Con la angustia no había pensado en eso —dijo Kota.

—Pero, ¿no podremos seguir nuestras propias huellas de vuelta? —preguntó Masaru.

—Es posible, pero ¿y si el desconocido las barre para ocultarlas y confundirnos? —contestó Kota.

—Es verdad; nos perderíamos y para Satori y Kazuya, seríamos cuatro los desaparecidos.

—¡Rayos! Y ni siquiera podemos hacer marcas con las dagas. Las rocas son muy duras —dijo mientras tocaba una de las paredes a su lado.

—Volvamos a la entrada y analicemos la situación con Satori y Kazuya —dijo Masaru—. Quizás a ellos se les ocurra algo.

—Está bien —dijo Kota—. De todas formas es insensato seguir a tontas y a locas pues como bien dijiste, podríamos terminar siendo cuatro los perdidos.

Los tres volvieron junto a los que estaban en la entrada secando las mantas y acomodando el nuevo campamento. Les explicaron la situación y aprovecharon para poner a secar sus ropas ya que con las mantas secas se hicieron como unas túnicas improvisadas. Como es sabido, cuanto más se interna uno en una caverna, la temperatura sube y pensaban que las túnicas serían suficientes. La ropa mojada, no sólo era incómoda sino pesada y desde el punto de vista táctico, era una desventaja.

Estaban discutiendo el asunto y buscando algún método para no perder el camino de vuelta cuando se escuchó un ruido.

—¡Silencio! —dijo Kota— ¿Oyeron?

—Sí —dijo Yoshio.

En el silencio se volvió a oír, ahora con más claridad pero siempre como proveniente de algún punto lejano y con reverberación:

—¡Kota! ¡Yoshio!

—¡Es Naoki! —dijo Yoshio levantándose de un salto.

—Sí, parece su voz —dijo Satori.

—¡Yoshio! ¡Kota! —se volvió a oír.

—¡¡¡Naoki!!! —gritó Kota a todo pulmón.

—Aquí estoy... Kota... ¡ayúdame!

—¿Dónde estás? —y Kota se golpeó la cabeza con su mano al oírse decir tal estúpida pregunta.

—No lo sé... ¡Kota! Tengo miedo... no veo nada...

En eso escucharon otra voz:

—¡Qué fea costumbre esa que tienen de andar perdiendo mocosos a cada rato! —dijo el dios de las Tormentas que en ese momento apareció entre ellos.

—¡¡¡Tú!!! —dijo Kota controlándose para no abalanzarse sobre él espada en mano— ¿por qué te llevaste ahora a Naoki?

—¿Yo? ¿Qué te hace pensar eso, Kota? Yo no me he llevado a nadie.

—No mientas, porque bien sabemos cómo manipulas tus palabras para engañarnos.

—Es cierto, pero en realidad manipulo la forma en que ustedes captan los mensajes. Yo los doy de una manera pero ustedes entienden lo que les da la gana. En este caso, Kota, no hay nada ambiguo. Te acabo de decir que yo no me lo llevé y punto. ¿Qué manipulación podría haber allí?

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