Capítulo 24 - Tercera Parte

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 A los pocos minutos, del fondo de la cueva volvió el dios, de nuevo en carne y hueso y flotando. Traía a Naoki dormido en sus brazos y se detuvo flotando frente a los chicos.

—¿Qué? ¿Ahora tendré que sostener al mocoso aquí por la eternidad? —preguntó el dios—. Está dormido, Kota. No puedes esperar a que baje por sí mismo. Tómalo.

Kota se acercó y tomó al chico en sus brazos; lo miró dormido y sonrió.

—Tuve que conjurarle el hechizo del sueño, pues cuando me vio se puso histérico y probablemente hubiera tenido que perseguirlo por toda la caverna. Ya sabes cómo funciona esto así que déjalo dormir tranquilamente hasta que despierte... ¡Ah! Y no me acuses del raspón en su rodilla porque yo no se lo provoqué.

Kota puso al chico a dormir sobre las mantas secas, se volvió hacia el dios y le dijo:

—Gracias.

—Kota, querido... no todas las cosas son como parecen... por eso no te preocupes tanto por cómo son sino por cuánto valen.

—Entiendo.

—¿Estás seguro de que entiendes?

—Eso creo.

—No siempre se aprende por las buenas, Kota; tú lo deberías saber mejor que nadie.

—Lo sé... pero no siempre...

—Como ves... como dicen los humanos: «los amigos son los amigos» —dijo el dios.

—Gracias —repitió Kota.

—Pero... ¿quién se llevó entonces a Naoki? —preguntó Yoshio—¿Quién es el desconocido que...

—¡Oh! —dijo el dios— Me voy porque, como dicen a veces ustedes los humanos, «tengo un compromiso». Nos vemos —y se fue.

Los chicos estaban anonadados. No podían entender lo que había sucedido y eso en referencia con el dios de las Tormentas, no con respecto al desconocido y la posible razón de haber secuestrado a Naoki, que si bien era un misterio, no se comparaba con lo otro.

—¿Y eso? —preguntó Masaru— ¿El dios de las Tormentas ayudando a Kota? Pero... ¿no se supone que es un malvado?

—Maestro. Debo interrumpir el relato porque temo que continúes sin detenerte en este punto —le dije.

—¿Qué pasó ahora, Takeo? —me preguntó.

—La misma pregunta que se hizo Masaru me la estaba haciendo yo. Hasta donde he visto, el dios de las Tormentas es el enemigo tanto de Aosora como del mundo. Él era quien lo tenía sumido en la pobreza, la enfermedad y la desesperación. Él era quien se oponía y se opondría a que el mundo se elevara y por lo tanto, debía oponerse a la tarea de Aosora. Él era quien se deleitaba en el sufrimiento que provocaba, y...

—¿De dónde sacaste que el dios se deleitaba con el sufrimiento, Takeo? —me preguntó el anciano.

—No recuerdo cuál de los chicos lo dijo, pero creo que era el sentir general de ellos.

—¡Ah! Entiendo... ¿y tú crees que todas las apreciaciones y valoraciones que los chicos hacían eran correctas?

—Pues no todas, Maestro, pues en algunos casos ellos mismos reconocieron estar equivocados, pero... espera... ¿quieres decirme que esta valoración que ellos hicieron del dios de las Tormentas estaba equivocada? ¿Que el dios no se deleitaba al provocar tanto sufrimiento? ¿Que no era un malvado?

—Yo no te estoy diciendo nada, Takeo; sólo te pregunto, como lo hago siempre.

—Pero entonces, Maestro... me vuelvo a confundir. Si el dios de las Tormentas no era...

Las Siete CampanasWhere stories live. Discover now