Capítulo 18 - Tercera Parte

56 11 0
                                    

 —¡Uf! No creí que esto fuera a pasar así —dijo Kazuya—. Creí que tendríamos otro altercado halando chicos para allá y para acá y todo eso.

—Sí —dijo Satori quien no soltaba a Keisuke de su abrazo—. Fue muy extraño.

—Pero, Kazuya, ¿qué quiso decir el dios con que tú hechizaste a Naoki? —preguntó Masaru.

—No tengo idea, Masaru, porque como sabrás, no solo no lo hice, sino que no tengo la más mínima idea de cómo conjurar un hechizo de esos —contestó el muchacho.

—Pero si tú no lo hiciste y el dios de las Tormentas tampoco... ¿quién lo hizo? —preguntó Kota.

—No lo sé —dijo Satori.

—¿No será que Naoki solo se desmayó naturalmente, del susto, digo; cuando vio que las puertas y ventanas se cerraban solas? —preguntó Masaru.

—No lo creo, porque el dios reconoció que estaba bajo el hechizo —dijo Satori.

—¿Y ahora qué hacemos con Naoki? —preguntó Kazuya.

—Dejémoslo dormir, tal como dijo Aosora. Cuando despierte, quizás tampoco recuerde nada y lo podremos mandar para su casa sin problema —dijo Satori.

—Sin embargo... hay algo que también me llamó la atención —dijo Masaru—. ¿Por qué dijo el dios «ahora son seis»? Entiendo que estamos seis aquí, pues Naoki estaba de visita... pero eso el dios lo debería haber notado y no haberle dado importancia. Estamos los cinco involucrados y una visita, que como tal, no tiene nada que ver con todo este asunto.

—Quizás creyó que lo sumamos a la causa —dijo Kazuya—. Así como creyó que Naoki era la nueva pareja de Kota.

—Si pensó eso, se equivocó y por mucho —dijo Kota—, pues ni lo sumamos a la causa ni podría ser mi pareja... si no puede leer lo que siento... eso es una debilidad que podríamos explotar llegado el momento.

—Dudo que no pueda leer los corazones, Kota, por malvado que nos parezca, sigue siendo un dios... y por cierto, Kazuya, está bien que nos opongamos a sus maldades, pero no hay ninguna necesidad de faltarle el respeto; como dije, es un dios al fin y al cabo.

—Es cierto, Satori. Lo tendré en cuenta. Creo que con el susto y el enojo, me dejé llevar. Además, bastante molesto debe estar con nuestra oposición, como para agregarle mi falta de respeto —dijo el chico.

—Sin embargo, no pareció que eso al dios le molestara —dijo Masaru—. No sentí que dijera con sarcasmo que Kazuya le caía simpático; me pareció que efectivamente lo siente así.

—Voy a hacer más té —dijo Kazuya de pronto, y se levantó para prepararlo, mientras Kota y Masaru acostaban a Naoki al lado de Keisuke para que durmieran en paz.

En eso, escucharon que tocaban la puerta con fuerza. Masaru fue abrir.

—¿Qué pasó? ¿Dónde está Naoki? —dijo el visitante.

—¿Eh? ¡Oh! Nada, Yoshio, está durmiendo —le contestó Masaru.

—¿Durmiendo? Pero... ¿qué fue todo eso?

—¿A qué te refieres, Yoshio?

—No te hagas el tonto, Masaru; que mi madre me pidió que viniera a buscar a Naoki y al llegar me encuentro con la choza cerrada por todos lados, así que busqué una rendija para mirar adentro y vi... que estaba oscura pero iluminada con una luz extraña que emanaba de un sujeto que luego se... esfumó... yo lo vi con mis propios ojos, Masaru, no lo niegues.

—Yoshio...

—Además escuché que habló de un hechizo que Kazuya le había hecho a mi hermano y que no sé qué del monte Midori y las campanas y... ¿qué está pasando, Masaru? ¿Mi hermanito está en peligro? ¿Ustedes están en peligro? ¿Y Keisuke? ¿Dónde está Keisuke? No podría perdonarme si algo le pasara...

Las Siete CampanasWhere stories live. Discover now