Capítulo 31 - Tercera Parte

61 12 2
                                    

 —Hiroshi, ahora, evita todo eso a como haya lugar. Yo le he insistido en quedarme en su casa a dormir y todo, pero no hay forma de que lo permita. Y ahora creo (y aún más con todo lo que me acabas de contar) que es que me desea sexualmente y si me toca o me ve desnudo no va a poder controlarse. Por eso lo evita.

—Y por eso tú lo tratas mal, para que nada de eso suceda... porque quien tiene miedo de enfrentarse cara a cara con sus propios deseos y necesidades, eres tú, Takeo; no el chico. Ahora, él es para ti como el granizo o la nieve, no puedes ver nada bueno. Pero cuando lo hagas, podrás ver cara a cara al Séptimo: el Amor y ahí, Takeo, sólo en ese momento, estarás completo.

—¿Eh?

—Hiroshi no quiere evitar el amarte físicamente, él sólo quiere evitar que tú te puedas sentir mal... Si no puede «hacerte feliz» de esa manera, por lo menos intenta no hacerte infeliz, porque además sabe que por eso, puede perderte para siempre.

—¿Qué?

—Y prefiere, aunque sufra horrores, pelearse contigo de vez en cuando, pero tenerte cerca para admirarte y amarte aunque sea a distancia y sin poderte tocar, o besar.

—No digas tonterías de nuevo, Taiki. Hablas como si pudieras ver en el interior de nosotros, como lo hace el Maestro.

—¿Tonterías? Entonces te reto.

—¿Me retas?

—Sí, Takeo. Te desafío. Acuéstate con él y veremos quién tiene razón. Si es como tú dices, no pasará nada extraordinario; sentirán placer por un rato y ya está. Pero si es como yo digo, todos tus problemas se habrán solucionado, y tu tan ansiada y cacareada paz, te habrá llegado como corresponde y no como tú pensabas que debería llegar.

—¿Qué? ¿Te has vuelto loco?

—¿Rechazas el reto?

—Por supuesto. Eso nunca sucederá por más que me incites a hacerlo bajo el tonto disfraz de un desafío.

—Pero... ¿no era que Takeo jamás rechaza un desafío?

—Cuando son normales, jamás... pero esto no es un desafío; es una trampa. Supongo que maquinada vilmente entre Takashi y tú... y quizás Satou, porque el maldito está esperando que yo caiga para burlarse de mí por la eternidad.

—Entonces, te desafío de otra manera... una «normal», según tú.

—¿Cuál?

—Acuéstate con la hija de la señora Shima. Eso también podrá hacerte enfrentar a lo que verdaderamente sientes.

—¿Eh? Pero... esa chica... es mi vecina... la conozco desde que nació, también... y no es muy linda que digamos... y bastante tonta...

—Pero una chica al fin. Y si de sexo se trata, que no de amor, nada de eso que dices tiene ninguna importancia. Aunque eres virgen, supongo que sabes cómo se hace; si no, yo te explico con el mayor gusto.

—¿Eh? No, no. Ya sé cómo hacerlo... pero...

—Pero... ¿qué, Takeo?

—Mejor busco otra que no conozca... alguna más lejana... una que no tenga padres que luego vengan a exigirme mi responsabilidad... o peor, me muelan a palos.

—O sea... no lo harás, tampoco.

—No, no... sí lo haré... pero... con quien corresponda.

—Tal como lo has hecho hasta ahora.

—¿Hasta ahora? Taiki... que como dijiste, nunca lo he hecho con nadie.

—Por eso mismo lo digo, Takeo... ¡Rayos! Eres insufrible. Me siento como el dios de las Tormentas cuando se refería a los humanos... ¡Demonios! ¡Que tenía razón!

Las Siete CampanasWhere stories live. Discover now